Baño natural y sentimental / Pigmentación y sedimentación de la felicidad

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I: Caliza

Estamos tan lejos y a la vez fundidos, cliché, vivos, en exceso, muerto estuve, con un funeral excesivo, pocos asistieron, menos vinieron a mi resurrección. Me cuestiono con aquella música de fondo muy suave la razón por la cual la gente es así, Epic Morning de Lilium Sova, una obra maestra de más de veinte minutos que me lleva a lo que debería ser un cielo pero que también es un infierno. Cuando me refiero a así quiero decir petulantes, ignorantes, vulgares, deprimentes, etcétera, pero no hablo de la gente en general, hablo de las personas con las que solía hablar. ¿Acaso estará mal que yo sea feliz con mi novia luego de las piedras en mi vida que me han puesto Satán, Dios, Alá y Batman? Sí, yo mismo he impedido mi progreso, no lo negaré. Me examiné a mí mismo, no poseía ninguna cosa diferente, era el mismo de hace dos semanas, físicamente hablando, mentalmente, ciertos cambios se asomaban, como el creciente gusto de hablarle de casi todo lo que me parecía interesante únicamente porque consideraba que ella era una conversación que me motivaba, me hacía sentir entendido, me entendía, me escuchaba, y viceversa. ¿Estaba mal que luego de tanto en tan poco tiempo yo decidiera tomar a alguien parcialmente estable y besar sus labios? Ella también tuvo una relación pasada difícil, a veces la beso y trato de llevar las cosas despacio, no sólo por nuestras relaciones anteriores, también porque no quiero despertar y ver que todo ha sido una jugarreta de mi singular mente.

No es envidia, es algo más complejo y menos estúpido, es algo llamado "decepción", hacia mí. Esperaban siempre incondicionalidad de mi ser, cuando no podía tener lo que quería, era lógico, "no me quieras, alguien más lo hará". No siento algún remordimiento, creo haber dicho muchas veces "si tienes que ser egoísta por tu propio bienestar, sé egoísta, nadie más lo hará por ti", sigo creyendo fervientemente en ello, no quería seguir, ni quiero volver, a ese agujero mental en donde todo me hería y yo sonreía, era mi forma de llorar. No es que Virginia sea una redención, es una motivación, un pequeño soporte que siempre está allí cuando voy a verla mutilado en algún sitio, no es mi paño de lágrima, nunca lo será, es mi pintura favorita, que me hace recordar cuán genial puedo llegar a ser.

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II: Piedra

Las pequeñas personas a mi alrededor siguen observándome, pero es que ya medio me he acostumbrado a sus miradas sin mucha lógica, quizás en busca de simetría facial, es la única cosa, aunque muchas personas aseguran que mi mirada es bastante penetrante, también cabe esa posibilidad. Los niños captan mi atención y viceversa, los veo jugar con libertad, cosa que yo no pude hacer, fruto de una infancia no con un control excesivo, pero sí lleno de traumas mentales y físicos que no quisiera profundizar, no quiero deprimirme. Con el tiempo uno va acostumbrándose a las miradas incómodas, de niños, niñas, adolescentes, adultos, adultos mayores, cadáveres, más si uno frecuenta el transporte público y sitios en donde la población parece multiplicarse por segundo, aunque maten cada día alrededor de cinco personas. Haces el más mínimo gesto y voltean, eres Cristo xenófobo. El concepto de normalidad parece masa flexible, lo es, de hecho, literariamente.

Caminas despacio, eres un transeúnte más, sin apuro, los demás sí, te preguntas cómo hacen para no colisionar todos y generar algo tan sanguinario como los guetos de antaño, violaciones de derechos humanos, moralidad por los pisos, respeto, insurgencia, eso se respira en estos pasillos adornados por arte abstracto, hecho por un borracho, que quizás compartía mi mismo nombre o mi mismo apellido. Quise alcohol, ahogarme en él, por un rato, por una semana o dos, despertar e ir a la universidad con la misma emotividad de siempre, pero como estos pensamientos eran pasajeros continué mi camino.

La luz del ojo, empecé a alucinar, la mente de un artista suele ser así, sin embargo, en días comunes y hasta especiales, uno tiende a tener un exceso de realidad. Sigue al conejo blanco, que baja las escaleras, humanizado, justo como un personaje de El Hombre Sin Rostro, mi libro del 2014, ya ni recuerdo cómo se llama, creo que Vicer. Mi rostro seguía impune de emociones relativamente fuertes e interesantes, no recordaba tampoco cuántas veces había visto a Vicer en la realidad, muchas, era seguro. Bajé las escaleras y ya Vicer no estaba. Un hombre se me acercó preguntando una dirección, yo había estudiado tres años cerca de donde el hombre quería ir, le apunté sin problemas qué debía hacer y cómo, pero no le bastó, me sacó conversación, típico de un hombre mayor sin nada más que hacer en su casa, excepto mirar pornografía de los ochenta y jugar caballos para siempre perder y pasar la ira de ello con un par de cervezas. Para mi sorpresa estaba riéndome con aquel hombre que fácilmente podía ser mi abuelo, antes de soltar la primera risa recordé el Parkinson de mi abuelo, instantáneamente solté la risa luego de recordar, era mi forma de disfrutar con mi abuelo, al menos en ese momento. Hablamos de cómo había cambiado la ciudad, yo era un chiquillo, pero recordaba la ciudad de otro modo, él tenía muchos más recuerdos que yo, fue gratificante, pensé que era el único que extrañaba aquella ciudad pacífica y con ganas de progresar, sin tanta muerte y anarquía.

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III: Oro

Nos encontrábamos en un parque, donde solía fumar sin control, hablaba y encendía cigarrillos mientras, recordé muchísimas cosas al poner un pie allí, con su mano entrelazada a la mía, mirando aquella fuente que quién sabe cuánto tiempo llevaba allí, quizás tenía más edad que mi padre. Había una luz y una calidez que no había contemplado antes, mucho menos sentido, emanaba, en parte, de mi extremo izquierdo, de Virginia, pero también venía de todas partes, no era felicidad ni nada, era sencillamente un sol respetuoso. Tantos mininos, en el piso, algunos enfermos, ella quería meterlos todos en mi bolso, se los quería comer, en ese momento pensé en los asiáticos, fanáticos de los mininos, gastronómicamente hablando. Fuimos buscando dónde sentarnos.

- ¿En qué piensas? - preguntó suavemente con una caricia en mi cuello.

- Nada, en ti. También en Nashville, Hudsonville y Bellville.

No sabía de lo que hablaba, al menos no de Bellville, sus ojos café me dijeron que le explicara.

- Nashville es nuestra relación vista desde el punto de vista fantástico y terrorífico, con tintes de romance, por supuesto. Hudsonville es nuestra relación vista desde el punto de vista de la fantasía romántica y Bellville es nuestra relación - entre risas - desde el punto de vista de una novela negra, de policías, o al menos ese es el concepto.

- Vaya, no sé cómo haces para tener tantas cosas en tu mente y no colapsar, de paso eres tan encantador... - me besó.

- Hago lo que puedo, sabes que no me puedo detener cuando empiezo a pensar, Virginia.

Me miró gentilmente, asintió, era así: indetenible literariamente. Virginia quería que fuera indetenible en todos los ámbitos, quería esa fortaleza mía para escribir, sobrepasarme día a día. Mi madre siempre había querido eso, pero por otros temas pocas veces lo había intentado, terminaba metiéndome más en la escritura, desarrollando sagas como The Inner Universe. Besaba los labios de mi novia, mientras, el contenido para Crescendo y la saga de las Villas - Nash, Hudson y Bell - iba llegando solo, no me perdía, seguía sus besos, pero mi inconsciente me mostraba rápidamente aquella información en tamaño familiar.

Ella quizás llegó a notar pequeñas distracciones, quizás no supo la razón concreta, aunque me preguntó y le dije la verdad, pensaba en ella, en su yo físico y en sus otros yo, los de Nash, Hudson, Bell y Crescendo. Acariciaba mi cabeza, sabía que era malcriado, mejor que nadie, el sol nos golpeaba sin mucha fuerza, la sombra era nuestra aliada, un suéter que me era familiar, el mío, ya olía a ella, aquel olor sin adjetivos que sólo me provocaba un canibalismo extremo que jamás terminaba por realizar porque amaba su compañía y sus besos.

- ¿Ahora en qué piensas?

- En una frase. "Sé que me veo molesto pero no lo estoy", siento que muchas veces he dicho eso sin pronunciar palabra alguna.

- De vez en cuando, bajas la mirada y luego la subes y te ríes, terminas besándome o haciéndome reír. Eres una persona algo triste por todo lo que te ha pasado, por tu mente, pero es admirable que sigas de pie, eso pienso yo.

Respiraba su aire, cada palabra que mencionó tocó mis labios. No sabía de dónde salía la fuerza para continuar, probablemente en mi amor hacia la escritura y hacia el arte en sí, el artista le ganaba al artista deprimido en ocasiones específicas.

- Soy una de esas canciones de La Dispute un tanto deprimentes pero suavemente muestran la realidad que pocos quieren aceptar - concluí con un beso.

- Me gusta La Dispute, y tú.

En ese momento quise poner Wildlife de La Dispute a todo volumen.

Nos fuimos de allí, no sin antes ir a la fuente y vivir momentos vergonzosos, ser mojados, etcétera. La conclusión a la cual llegué es que a veces el calor del infierno puede bajar y tornarse agradable, que Virginia es la única rosa azul que conozco, creí que no existían, por su hermosura y singularidad, pero una de ellas, quizás la única en el universo actual, es mi novia.

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