Capítulo 2 - Tierra de Sol y Mar

53 6 0
                                    

Los tosidos persistieron hasta el amanecer. Su garganta dolía. Respirar era difícil. Estaba débil. Efectuar el más mínimo movimiento requería que hiciera enormes esfuerzos, los cuales solo ocasionaban que tuviera problemas para lograr llenar sus pulmones con aire. No poseía músculos, era tan frágil que, si alguien llegaba a tirar de sus cadenas, podría romperle cualquier hueso con facilidad. Zareth sentía como sus piernas apenas lograban sostener su cuerpo. Sus grilletes pesaban más que todo su cuerpo. Sin embargo, no podían serle retirados. Hacerlo sería condenarlo a muerte. Solo podía soportar y rogar por no incrementar el número de huesos rotos que ya poseía.

—Tan pronto estemos fuera de este reino te daré atención médica.

Aquella oración fue tomada como una dulce mentira. Zareth hacía tiempo que había perdido la capacidad para creer en otras personas. Motivos no le faltaban. Cinco años enjaulado le había arrebatado hasta su propia percepción del tiempo. Milagro era que aun pudiera recordar cómo era caminar o hablar. Sintiendo como su cadena era cuidadosamente tirada, sabía que debía moverse. Su mirada se mantenía agachada, aun si no se lo habían dicho, siendo esclavo solo debía mantenerse en espera de requerir ser útil para su dueño.

Recorriendo una amplia distancia, Zareth estaba más concentrado en no desmayarse y poder seguir el ritmo de su amo, quien iba a un paso fácil de seguir. Para cuando debió detenerse, pudo escuchar unos pasos ir hacia ellos, seguidos por una voz familiar—. ¿Altair, ya te vas a casa? —inquirió Astaroth con cierta insatisfacción—, ni siquiera has desayunado.

—Aprecio el gesto —dijo—, pero hay unos asuntos que requieren mi atención y debo volver pronto a mi reino.

Astaroth realmente no estaba complacido con aquello, sin embargo, también era consciente del deber que tenía, no podía encapricharse con Altair, sobre todo, si deseaba que ambos mantuvieran estabilidad entre ellos y no entraran en conflictos políticos. Ofreciéndole algunos regalos más, a modo de amistad, Altair finalmente pudo subirse a su carruaje y partir. Manteniendo las cortinas abiertas parte del camino, pudo notar que muchas personas parecían estarse haciendo ideas equivocadas sobre cual destino parecía estar aguardando a Zareth. Quizás muchos creían que dicho chico estaba a tan solo días de morir a manos de algún tirano. Para cuando estuvieron fuera de la ciudadela, finalmente pudo cerrar las cortinas.

—Eres más fuerte de lo aparentas —comento Altair al tiempo que dejaba su asiento por algunos segundos y, dando un ligero toque a los grilletes de Zareth, los cuales se agrietaron, volviéndose mero polvo—. Será mejor si te recuestas, debe estarte suponiendo mucho esfuerzo estar levantado.

Zareth permaneció en silencio. Estaba confundido y sorprendido. ¿Cuánto había pasado desde que no tuvo un grillete lastimando sus muñecas?, no lo recordaba, todo en su memoria era vago. Su nombre era lo único que apenas había sido capaz de retener en su mente. Más todos sus pensamientos se detuvieron cuando advirtió que el carruaje parecía detenerse. Sin efectuar movimiento alguno, repentinos tosidos lo dejaron en evidencia, se estaba alterando y sus malestares estaban precipitándose con gran violencia. Nuevamente su pecho parecía contraerse, respirar volvía a ser difícil. Su fiebre estaba mareándolo. Poco le faltaba para desmayarse. Entre aquel torbellino, pudo percibir como una cálida mano comenzaba a darle suaves caricias en la espalada, mientras otra le golpeaba cuidadosamente el pecho, ambas manos dejaban una calidez agradable. Ninguna parecía querer herirlo. Logrando volver a respirar con normalidad, sintió como su cuerpo era empujado a recostarse, encontrando sorprendente que su cuerpo pudiera acostarse sin problemas.

Algo confortable sostenía su cuerpo. Su cabeza volvía encontrarse apoyada contra una suave almohada. Una humedad agradable era puesta sobre su frente y presionada levemente. Así como algo también colocado sobre sus ojos—. No será muy efectivo, pero ayudara a evitar que más suciedad entre en tus ojos —sin atreverse a hablar, Zareth dio preferencia a dejar a Altair hablar—. Tan pronto lleguemos a Albahjat, hare que un médico te revise.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 06, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El tesoro del Emperador (YAOI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora