Capítulo 4: La invitación

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  He dejado mi puerta
entreabierta, y entraste
tú sin avisar

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En la mañana de su cuarto día de vacaciones, un trabajador del hotel tocó a la puerta de los hermanos Álvarez. Auron estaba despierto; desde temprano estuvo revisando su Gmail y contestando mensajes de su jefa, o leyendo documentos que estuvo ignorando por algún tiempo. Cuando abrió la puerta, el hombre le dedicó una sonrisa cortés y le extendió un sobre violeta con letras doradas.

—Buenos días, señor Álvarez. La señora Cremades envía personalmente una invitación para su función más importante. Ese es el pase que usted deberá presentar en la entrada de la mansión Gündersen para que le permitan ingresar.

Auron no conocía a ninguna señora que se llamase de esa forma. Sin embargo, abriendo la invitación leyó muy claro el nombre de Violeta. Estaba admirado de que la mujer lo tomase en cuenta para un evento tan importante, más no era algo tan descabellado; Jaume y Violeta eran a todas luces un par encantador. Fue una grata sorpresa.
—Muchas gracias, ¿será posible que le envíe mis agradecimientos personalmente? Porque no poseo el número para contactarla en su habitación. Debe estar ocupada.

—La señora Cremades está usualmente ocupada en fechas festivas como estas, es una dama del espectáculo que descansa poco. Le daré su número personal... —el hombre miró indiscretamente dentro de la habitación y le dedicó una tensa sonrisa—. Disculpe mi intromisión, caballero, pero las mascotas están prohibidas en este hotel.

Auron parpadeó sin entender a qué se refería.
—Pero si yo no traje conmigo a ninguna mascota.

Levin (el nombre que indicaba la placa en su uniforme) le miró como si le estuviese tomando el pelo. Sacó un pañuelo blanco de su bolsillo y fingió secarse el sudor. Auron se sintió cohibido; Levin era distinto al personal del hotel con el que estaba más o menos familiarizado, se comportaba más como un mayordomo refinado que como un amo de llaves. Acabando con el silencio, un pequeño maullido interrumpió lo que Auron tuviese que decir. 

Wilson estaba sentado a su derecha, imperturbable y quieto. Jodido gato, menudo susto da cuando aparece de la nada.

—Es un malentendido, señor —se excusó el castaño, con las mejillas sonrojadas—. No es mi gato. Es un visitante que encontramos en la habitación.

—¿Dentro? Cómo sería posible —se extrañó—. Pero no lo ha reportado.

—El gatete no molesta, a penas y notamos cuando llega y se va. Si soy franco, me incomoda pensar qué protocolos tendréis para tratarle. Espero no sea abandonarlo a las afueras del resort, porque eso a mi familia y a mi nos parecería muy inconsciente.

—¡Tenga por seguro que no haríamos eso! —Dijo Levin, escandalizado por mantener intachable la reputación del Resort—. Es reglamentario que llevemos a los animales a un refugio que está cerca de aquí. Pediré a un asistente que se lleve al gato, vendrá quizás en veinte minutos.

Auron se encogió de hombros.
—Insisto en que no nos molesta.

—Me temo que yo solo sigo los lineamientos del hotel... Tenga, le escribiré el número de Violeta Cremades... Con su permiso.

—Propio. 

Guardó la invitación encima del mueble del televisor y se quedó con la tarjeta. Violeta podría estar ocupada, pero valía la pena dejarle un mensaje por la contestadora. Si tenía suerte, se toparía con ella en algún rincón del hotel. Wilson lo persiguió y de un salto subió a la cornisa de la ventana abierta. Auron le acarició las orejas, provocando ronroneos.

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2023 ⏰

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