🎵 Ella era la niña de sus ojos quien si saber su verdadero ser, se enamoró de aquella oscuridad sin contemplaciones.
Ella era solo una joven que había perdido la vista cuando aún era niña y la luz de ver todo, y el solo era un chico que después de...
Ella mantenía sus ojos cerrados, sumida en la oscuridad habitual, pero en su mente se encendían destellos de un pasado que apenas podía alcanzar. Las yemas de sus dedos recorrían con delicadeza las líneas de su propia piel, intentando evocar el dulce tacto de otra piel, la de su primer amor. No podía recordar su rostro; era un misterio que se había desvanecido en las sombras, pero su serena voz y su tranquila personalidad estaban grabadas profundamente en su corazón.
Susurró para sí misma, como si el mero sonido de sus palabras pudiera traer de vuelta aquellos recuerdos olvidados. "Su tersa y suave piel, su nariz respingada, sus gruesos labios y sus largas pestañas..." Repetía estas palabras, cada una una pieza de un rompecabezas que intentaba armar en la penumbra de su memoria.
Tan absorta estaba en este ritual de recuerdos que no escuchó el sonido suave de la puerta al ser tocada. El ligero crujido al abrirse la sorprendió, y su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera procesarlo. Abrió los ojos bruscamente, aunque la oscuridad era la misma, y dirigió su atención hacia la fuente del ruido. Allí, en la puerta, estaba Kohaku, su amigo y manager, observándola con una mezcla de preocupación y paciencia.
—Kohaku —su voz era un susurro, cargada de la sorpresa de verlo en ese preciso instante.
—En cinco minutos comenzará el evento —anunció él, intentando mantener la calma—. He escuchado que hoy vendrán empresarios importantes. Debes hacerlo bien si queremos asegurar nuevos patrocinadores.
Ella asintió, tratando de absorber la información mientras se reponía del sobresalto. Sentía el nerviosismo de Kohaku como una corriente invisible que la envolvía, y decidió disiparlo con una ligera sonrisa.
—Entiendo, pero no te pongas nervioso, me lo vas a contagiar —le respondió con un tono juguetón, buscando romper la tensión.
La preocupación en el rostro de Kohaku cedió ligeramente ante su broma. Aunque su naturaleza seria y dedicada a menudo lo hacía ver más mayor de lo que realmente era, en ese momento la broma logró arrancarle una pequeña sonrisa.
—Solo es una broma —añadió ella, suavizando el tono—. Saldré en un momento.
—No te tardes —le recordó él con un dejo de ansiedad en la voz. Mientras se dirigía a la puerta, se detuvo un instante, como si recordara algo—. Por cierto, esta es la lista de temas que cantarás hoy.
Ella tomó la hoja que él le extendió, sus dedos recorriendo las letras impresas que formaban los títulos de las canciones. Su corazón dio un vuelco al ver el primer título: "When I Was Eighteen". Esa canción no era como las otras; significaba mucho para ella, más de lo que cualquier otra canción podría significar. Fue la primera que escribió, un reflejo de sus sentimientos más íntimos, y la que había marcado el comienzo de su carrera en la música. En cada nota, en cada palabra, estaba grabada la historia de su amor adolescente con Yako, un amor que había moldeado su vida de formas que ni siquiera ella entendía por completo.
Mientras se preparaba para salir al escenario, no podía evitar que una mezcla de tristeza y nostalgia invadiera su corazón. Recordar ese amor, esa juventud perdida, era como abrir una vieja herida que nunca había sanado del todo. Pero sabía que debía cantar, que su voz debía llevar esa historia al mundo, incluso si hacerlo significaba revivir su propio dolor.
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