🎵Cuando tenía 18 años
Unas horas después, se encontraba sentada en aquel parque, con su pequeño bastón que le evitaba chocar con todo a su paso. Los sonidos familiares del entorno la tranquilizaban, pero su corazón estaba inquieto. Ese día, más que ningún otro, el silencio le pesaba, y cada paso que daba resonaba en su mente con un eco de soledad.
Hubiera querido pasar ese día con su mejor amiga, Ayame, la única persona que parecía entenderla sin necesidad de palabras. Sin embargo, desde que cometió una falta grave, Ayame fue enviada a un internado de señoritas para reformarse, según sus padres. Desde entonces, solo se reunían una vez al mes, y aunque sus encuentros eran fugaces, eran un bálsamo en su vida. Recordó con tristeza cómo solían compartir risas y confidencias, preguntándose si alguna vez volverían a ser las mismas.
Como era costumbre cada día, empezó a escuchar la melodía de aquel violín tocado por esa persona, un músico solitario que, aunque nunca había cruzado palabra con ella, parecía conocer cada rincón de su alma a través de las notas que emanaban de su instrumento. Pero esa ocasión fue diferente; la melodía no fue cualquiera. Como si el destino lo hubiese dispuesto, sus ojos comenzaron a cristalizarse al reconocerla. Era Futari No Kimochi, la canción favorita de sus padres. Aquella melodía, cargada de memorias, rasgó las barreras que había levantado alrededor de su corazón.
Con la voz temblorosa y el alma expuesta, susurró la letra que tanto significaba para ella:
—🎵El cruel viento
—🎵Permanece en la punta de mis dedos
—🎵Me recuerda
—🎵A una promesa rota e incumplida
—🎵Con una sola palabra nos despedimosLas palabras se quebraron en su garganta, y sin poder contenerse más, rompió a llorar. Por primera vez desde el incidente, se permitió ser vulnerable, dejándose llevar por el torrente de emociones que había reprimido durante tanto tiempo. En ese momento, se sintió pequeña, rota, como una hoja al viento, y por primera vez en su existencia, sintió que no tenía que fingir estar bien.
Intentó ocultarse entre sus rodillas, buscando un refugio en sí misma, deseando desaparecer en el mar de su tristeza. Pero estaba tan concentrada en esa acción, tan absorta en su dolor, que no notó cuando aquel que nunca hablaba y solo tocaba melodías se acercó a ella. La suavidad de su voz la sorprendió, un sonido cálido en medio de su tormenta interna.
—¿Estás bien? —cuestionó con una voz serena.
—Yo... —Intentó responder, pero las palabras se quedaban atoradas en su garganta, quemándola mientras las lágrimas seguían brotando sin control.
No supo en qué momento él se acercó aún más y, con un gesto inesperado, acarició su frente. Ese simple acto, insignificante para cualquier otro, fue un bálsamo para su alma herida. Le hizo sentir que, por primera vez, no tenía que fingir más.
—No llores —dijo con una voz seca, que aunque parecía fría, en el fondo ella supo que escondía una intención consoladora.
—Gracias —respondió, tratando de esbozar una sonrisa entre sollozos.
Él, con su estilo característico, añadió:
—Sabes que te veías fea llorando.
En lugar de ofenderse, el comentario fue como un pequeño chocolate que calentó su corazón, trayendo consigo un atisbo de alegría en medio de su dolor.
—¿Cómo que fea? —dijo en un tono fingidamente molesto, tratando de ocultar su sonrisa—. ¿Te parezco bonita?
—Hmm... —Fue todo lo que recibió de respuesta, un resoplido seguido por el susurro del viento y unos pasos que se alejaban lentamente.
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🎵 𝕸𝖊𝖑𝖔𝖉í𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖑 𝕮𝖔𝖗𝖆𝖟ó𝖓 🎵
Fiksi Penggemar🎵 Ella era la niña de sus ojos quien si saber su verdadero ser, se enamoró de aquella oscuridad sin contemplaciones. Ella era solo una joven que había perdido la vista cuando aún era niña y la luz de ver todo, y el solo era un chico que después de...