Capítulo 3

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-Creo que me veo ridículo- dije a Ana. Estábamos jugando o más bien ella estaba jugando con mi cabello. En mi cabeza había colitas, trensitas y todo en mini por que mi cabello no es para peinarse.

-Creo que Karla se enamorará de ti así- dijo y rió.

-Se reirá de mí, como tu- dije mirándola a través del espejo. Ella evitaba reírse pero el color rojo de su cara la delataba.

-¿Si no quieres que te peine, entonces que quieres hacer?- me pregunto.

Iba a responder cuando el sonido de la puerta me hizo ponerme de pie. Abrí la puerta.

Era Josefina.

-Ya-ya se ha ido- dijo ella tartamudeando en un susurro.

-¿Esta bien?- cerré la puerta detrás de mí y quite todas las colitas que Ana me había hecho en la cabeza.

-Es solo lo mareada que me deja este humo- contesto, y alcance a ver como tenía las ventanas abiertas.

-Deberías decirle que se valla- dije y ella me miro extrañada.

-¿Es que no te cae bien?

Rodee los ojos de inmediato. ¿Que estaba ciega?

-Ya me iré- Josefina asintió y al parecer noto mi incomodidad.

-Gracias por quedarte- me siguió hasta la puerta. -Ana pronto tendrá que afrontar que no puede tenerte para siempre.

-¿De qué habla?- me detuve.

-Raúl no despertará- su voz se apagó, sonó tan bajo que apenas la escuche. Mi esperanza se desvaneció con sus palabras.

¿Por qué? Era lo único que pasaba por mi mente, pero no podía pronunciar la pregunta. Guarde silencio hasta que pude hablar.

-Creí que todo estaba bien. ¿Qué es lo que pasó?- dije.

-Algo fallo- suspiro.

Cerré mis ojos pensando en cada día en que fuimos a visitarlo a su habitación en el hospital. Lo visitaba por que quise aferrarme a que él abriría los ojos y al vernos formaría una sonrisa en su rostro.

Los ojos de Josefina se pusieron rojos como cuando trataba de no llorar. La cubrí con mis brazos. Estoy seguro de que ella sentía el mismo dolor que yo sentía.

Cuando deje de abrazarla, no parecía estar tan mal pero, ¿como iba a estar bien?

-Lo que me preocupa es Ana- murmuró. -¿Qué le voy a decir?

Moví mi cabeza negando. Yo tampoco sabía la respuesta a esa pregunta.

Luego de eso, me despedí y fui a mi casa. Mi madre me recibió y le conté todo lo hoy.

Lo del vaso de cristal, lo de Víctor y lo de Raúl. Me dio un poco de ánimo, obvio no funciono mucho.

Cuando fui a la cama, el sueño no me hacía olvidar nada. Los sueños me atormentaron toda la noche y aunque necesitara dormir para el día siguiente, no lo hice.

A la mañana siguiente amanecí con una cara espantosa. Siendo hombre podía notar que me veía fatal.

Después de desayunar, subí a mi auto y me dirigí a la universidad. Ahí decidí olvidarme de todo lo que pasaba en mi visa, después de todo no conseguiría la excelencia si seguía enfocándome en mis problemas en la escuela.

-¿Estas bien?- Karla llego tras de mi mientras caminaba al salón de clases.

-Ah, cosas de yo- contesté.

-Mmmmh... ¿Cómo está Raúl?- siguio caminando conmigo.

-Supongo que también tiene cosas de él- contesté y encogí los hombros.

-No esta bien, ¿cierto?- pregunto insistente.

-No.

-¿Puedo ayudarte en algo?- me ofreció.

-Karla, no intentes tu psicología conmigo, soy inmune a eso- dije en tono de broma, bueno solo un poco.

-¿Inmune? No eres una computadora

-Pero soy un experto en ellas- alcé una ceja.

-¿Como haces eso?- me miró frunciendo el ceño.

-¿Qué cosa?

-Aparentar que no pasa nada cuando es obvio que te estas muriendo por dentro- dijo parándose frente a mí y deteniéndome.

-Es sencillo- encogí los hombros. -Me voy a clase, ¿Te veo más tarde?

-Claro, iré a comprar unas cosas, tal vez puedas acompañarme- me dijo sonriendo.

-Esta bien- devolví la sonrisa y fui al salón.

Me senté en un pupitre y escuche atento a la clase. Hace tiempo estudie una pequeña licenciatura en educación y luego entre a esta carrera más larga.

Al terminar las clases, Karla cancelo la salida así que fui directo al hospital en e auto.

-Hola Raúl- saludo una de las enfermeras en la entrada.

-Hola- sonreí. Entre a la zona donde tienen internados a los pacientes, gire a la derecha y entre a Cuidados especiales.

Raúl, era el único que estaba ahí, recibía su alimento por medio de una aguja en su vena.

-¿Qué tal hermano?- le pregunte sabiendo que no contestaría.

Tome asiento en una silla al lado de él. Lo vi, si color y sin expresión alguna en su rostro.

-Me dijeron que no piensas despertar, ¿Es cierto?- seguí con mis vanas ilusiones.

-Por fin hablas con él- dijo Ana apareciendo por la puerta. -¿Por que dices que no va a despertar?- se acercó a mi y me miró.

-Yo...- no sabía que decirle. -Mamá día que quería seguir dormido por más tiempo- conteste.

-¿Cómo cuando no quieres levantarte para ir a la escuela?- pregunto inocente.

-Parecido a eso- dije.

-Raúl, siempre has sido un perezoso- Ana señaló a su hermano con el dedo índice. Sonreí al ver la escena.

Luego recordé que alguien tenía que decirle que no iba a despertar, ese alguien debía ser yo. Josefina estaba dolida y tal vez no entraba la forma de hacerlo.

-¿Qué tal las computadoras?- me pregunto Ana.

-Bien, supongo, hemos estado limpiandolas- dije.

-¿Se ensucian?- pregunto y yo asentí.

Nos quedamos en silencio oyendo el sonido de la maquina que nos decía el pulso de Raúl. La pantalla mostraba líneas rojas que subían y bajaban. Temía que en cualquier momento se hicieran una línea recta y marcarán el final de la vida de Raúl.

Más que nada, temía la reacción de Ana.

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⏰ Última actualización: Jun 13, 2015 ⏰

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