El origen

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Hice mis maletas dispuesta a irme pero Enzo y los niños suplicaron que no lo hiciera, que me necesitaban, llevaba meses con ellos y no querían dejarme ir. Manuela más tarde a regañadientes me pidió disculpas y se retracto de todo lo ocurrido. Decidí darles otra oportunidad.
Durante un viaje habitual de su esposa, Enzo me encontró intentando ajustar la puerta de la alacena, me dijo que lo dejará que lo haría al volver del trabajo, creí que eran patrañas típicas de hombre pero para mí sorpresa a la hora del almuerzo lo hallé en la casa rodeado de herramientas, unos minutos más tarde escuché un golpe seguido de una maldición, me acerque a ver qué sucedía, una maniobra mal calculada le impidió esquivar el borde de la mesada y de un corte sobre la ceja se escurrian pequeños hilos de sangre. Me apresure a buscar el botiquín para ayudarlo, a media curación me encontré en un deja vu, pero esta vez mi crush no me limpiaba la rodilla lastimada ni tenía diez años, alejé esos pensamientos de mi mente, cuando me encontré con unos ojos que al parecer tuvieron el mismo recuerdo y nos volvimos a besar, como hace tanto tiempo atrás. Prácticamente lo empuje y me encerré en mi cuarto a llorar, me sentía mal, por mí, por Enzo, por Manuela, ella me brindo todo y yo me portaba como una zorra besando a su marido.
Lo evite lo máximo que pude pero la tarde siguiente hablamos, en realidad él, minimizó lo ocurrido y yo asentí con la cabeza,no lograba emitir sonido, me temblaba todo y evitaba mirarlo, fué el origen de mi ruina.
Desde aquel momento, Enzo estuvo más cerca mío, aveces me rozaba o tocaba de manera casi imperceptible, tanto que creí, que era imaginación mía, pero ante cada mínimo acercamiento, mirada fugaz o encuentro fortuito la piel me ardía, me quemaba el cuerpo, me mojaba deseando que ese hombre me poseyera de forma intespestiva.

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