El nieto, el hijo y la abuela

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Jiang Cheng adoraba a su hermana. De verdad, de verdad que sí. La quería como a pocas personas en el mundo, estaba al mismo nivel que Lan Huan y que Jin Ling. Sin embargo... habría veces que desearía poder gritarle como si fuera Wei Ying.

Esa fue una de esas escasas veces.

En realidad —pero ya cuando estuviese en su casa con Lan Huan dándole un merecido masaje en los hombros— debía admitir que Jiang YanLi tenía... tenía... bueno, pues sí, tenía algo de razón. O tenía razón, así de simple, pero es que le quemaba pensarlo, aunque no más que si el acierto hubiera sido de su hermano. Si en realidad la cosa tenía sentido. Vale, aunque estuviese volviendo a hablar con sus padres (¡incluso con su padre! ¡Jiang FengMian ahora le llamaba religiosamente los findes de semana para hablar durante un cuarto de hora y felicitarle por los programas como si de verdad le importase! Todavía no se lo podía creer del todo) la situación con ellos seguía siendo un pelín tensa. Un pelín nada más. Sobre todo con su madre, cuyas malas tendencias y reproches solían salir a la superficie demasiado a menudo. Avanzaban a pasos de tortuga, pero casi dos años después de aquella "reconciliación" amenazaban con quedarse atascados. Jiang YanLi odiaría que el delicado ecosistema de paz que habían construido entre todos se rompiera, así que urdió su propio plan para darles el empujón que, en su opinión, necesitaban.

(Y en opinión del pavo real que tenía por marido. Y de su hermano. Y del imbécil de su cuñado. ¡Y hasta Lan Huan estaba de acuerdo con ellos! ¡Vaya familia de traidores!)

Era plena primavera, otra vez. Jin Ling ya tenía tres añitos, los había cumplido hacía poco, en invierno. Para Jiang Cheng ya era habitual quedar con su hermana en el parque y ayudarla a cuidar un rato de Jin Ling, en lo que ella hacía algunos recados o solucionaba determinadas gestiones. Como adoraba a ese pequeñajo, hacerle de canguro le parecía fantástico. En ese sentido no tenía queja alguna. O no la habría tenido si se hubiera encontrado con su hermana, como habían pactado. Enorme (y fatídica) fue su sorpresa cuando, nada más llegar al parque, lo primero que vio no fue a Jin Ling haciendo un montón de arena con otros niños que pretendía ser un castillo en alguna dimensión alternativa, si no a su madre. Yu ZiYuan estaba sentada recta y elegante en uno de los bancos de madera del parque, frente al arenero de los pequeñajos, tan fuera de lugar que su aspecto daba risa. Vestía uno de sus trajes chaqueta color morado oscuro favoritos, de corte recto y tan bien planchado que ni el barro se atrevería a mancharla. Llevaba el pelo peinado en un complicado recogido y más bien parecía estar a punto de ponerse a presidir una reunión entre representantes de firmas de ropa de marca para coordinar su próximo desfile. En un parque cuidando de su nieto no pintaba nada, y el resto de padres allí presentes la miraban con miedo. El banco en el que se sentaba era solo suyo, y la rodeaba un aura de elegante hostilidad imposible de traspasar. Además, pobre del que se atreviese a llamarla abuela. Lo único que delataba que estaba allí con un niño era la mochilita amarilla de perros y jirafas que tenía al lado, la favorita de Jin Ling.

La diseñadora estaba mirando el móvil, aunque vigilaba al pequeño por el rabillo del ojo cada pocos segundos para asegurarse de que seguía allí, felizmente embarrado. Durante un instante, Jiang Cheng creyó que tenía oportunidad de huir. Pero entonces ella levantó la mirada y, a pesar de la distancia, le miró a los ojos. Después empezó a hacerle señas.

Su madre le estaba haciendo señas. Le había visto, así que ya no tenía escapatoria. Y peor aún, Jin Ling acababa de verle.

Estaba perdido.

Para Jin Ling, le bastó un vistazo. Con eso, reconoció a su adorado jiujiu, se puso en pie y salió disparado como una bala hacia él, sorteando columpios y y niños que jugaban a pillar o a pasarse la pelota los unos a los otros. Como ella ya había reconocido a su hijo, no se preocupó por el destino del niño, estaba seguro. En vez de eso, se limitó a ponerse en pie con digna parsimonia para levantarse, mientras Jin Ling se estampaba contra las piernas de su tío y luego le exigía que le alzase. Así, con un criajo revoltoso en brazos, Jiang Cheng se reencontró con su madre.

Vida Extra [Between & Emperor's Smile]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora