El sonido de garabateos en la pizarra y lápices escribiendo velozmente sobre hojas de papel, era lo único que podía escucharse en toda el aula.
Pasaron tan sólo un par de segundos para que el sonido chirriante del marcador cesara. Un par de pisadas se volvieron hasta el lado paralelo a la puerta, deteniéndose frente al escritorio, dejando ver al que era el profesor de la clase: un hombre alto, fornido, rozando los treinta años, increíblemente apuesto, con una barba de al menos tres días perfectamente cortada, vestido de un par de zapatos negros brillantes, pantalones negros ajustados y una camisa blanca perfectamente planchada, siendo acompañada de una lista corbata negra, haciendo resaltar su bien trabajado cuerpo.-Tienen exactamente diez minutos para anotarlo todo.
Y aunque el hombre fuera similar al de un dios griego, su personalidad dejaba mucho que desear.
Un par de quejidos de varios alumnos hicieron mostrar el descontento de su decisión ¿cómo iban a anotar todas esas ecuaciones en tan poco tiempo?-Por las quejas, cinco. Y valdrá como pase para presentar su examen final del curso. El tiempo corre.
Los adolescentes decidieron callar y empeñarse en anotar lo más rápido posible, pero era imposible poder acabarlo todo antes de tiempo.
El sonido de un "click" acompañado de unas maldiciones casi inaudibles, hizo que parte del grupo girara miradas asustadas hacía un punto exacto del aula.
El profesor soltó un suspiro cansado y con pesar, avanzó con pasos tranquilos y a la vez intimidantes, hasta la última fila del salón, deteniéndose frente al banco de un estudiante.
El profesor extendió su mano frente a su cuerpo, esperando la acción de su alumno.Hasta ese punto ya no eran necesarias las palabras ni los regaños. Todo mundo sabía que cualquier cosa que molestara al profesor Conway, se vería reflejado en puntos menos en calificación y conducta.
El chico miró la mano extendida con enfado y soltando un bufido, le entregó su móvil.
-Cinco puntos menos en conducta y directo a examen parcial, García.
El timbre sonó y varios se apresuraron a copear hasta el último segundo, antes de que borraran los números y letras de la pizarra.
[...]
Si algo odiaba, era quedarse hasta tarde en el colegio revisando calificaciones y haciendo papeleo innecesario de alumnos reprobados y de última oportunidad. No sabía en qué momento se le había ocurrido la brillante idea de impartir dos materias diferentes. Pero tampoco era que Historia y Álgebra fueran tan difíciles. Lo difícil era lidiar con alumnos que no tenían el mínimo interés en su materia.
Salió de la dirección una vez terminado y se dirigió con pasos rápidos y precisos al estacionamiento del instituto.
El sol se miraba desde el poniente, reflejando sus rayos en las paredes y ventanas de los salones. El ambiente que emanaba el atardecer sobre las aulas vacías, le generaba una paz y tranquilidad algo difícil de explicar.Le agradaba.
El sonido de un par de golpeteos y rebotes contra el suelo, llamó su atención. Ya había llegado a la planta baja del edificio, por lo que era de esperarse que quizá algún pequeño grupo de alumnos se hubiera quedado hasta tarde entrenando para las próximas olimpiadas escolares.
El entrenamiento no era algo que fuera de su interés, pero últimamente le había llamado tan sólo un poco la atención el tema y no precisamente por las olimpiadas...
-¡Eh, Conway!
Jack levantó la vista en dirección a aquella voz conocida. Un par de cosquilleos se alojaron en su estómago.