Ice Cream

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~🍧🌹

La pelota rodaba sobre el asfalto. Un pequeño cachorro corría tras ella mientras detrás, lo seguían dos infantes con saltos apresurados y grandes sonrisas que provocaban una leve en sus progenitores.
El cachorro intentó atrapar el juguete, pero al saltar sobre ella provocó que está saliera rebotando hacia adelante.

Los gritos burlones de los pequeños se volvieron cada vez más fuertes al ver cómo su pequeña mascota intentaba una y otra vez atrapar la pelota, sin éxito alguno. Llegando al punto en qué el objeto rojo salió disparado en su dirección.

Con un hábil movimiento, salió de la cabina y dio un par de pasos hacia su izquierda, levantando sus brazos y tomando la pelota entre sus dedos

El cachorro dejó de correr y se quedó quiero como una estatua, mirándolo fijamente a los ojos pero con aire de curiosidad. El joven le sonrió y la bola de pelos le dedicó un ladrido amistoso, pero sin moverse de sus sitio.

Los pequeños no tardaron en pasar de él hasta llegar con el chico de uniforme azul.

—Es muy extraño, a Ivadog casi no le agrada nadie -comentó la niña de cabellos cobrizos.

—Eso es cierto —afirmó su hermano— ¿podrías devolvernos la pelota?

Sin dejar de lado su actitud serena, le devolvió el objeto a la niña mayor.

—¡Gracias!

Danielle se volvió en sí para ir con su cachorro, pero el más pequeño se quedó mirando justo detrás del chico.

—Mathias, ¿qué haces?

El joven sonrió en sus adentros.

Mathias se volvió hacia su hermana y sonrío, pero la niña negó.

—¿Sí? -preguntó con súplica.

La niña rodó los ojos y miró en la dirección de sus padres.

—Primero preguntamos.

Mathias sonrió y echándole un vistazo a los colores detrás e ignorando al uniformado, corrió en dirección a sus padres.

El joven negó y se volvió para esperarlos en su puesto. Estaba claro que volverían.

Y no se equivocó. Minutos después el pequeño llamado Mathias corría a toda velocidad junto a su perro, ambos intentando llegar primero a su destino.

Detrás de ellos, la pequeña junto a su padre, un hombre quizá 5 o 6 años mayor que él, con porte elegante y para que mentir, algo atractivo, caminaban sin prisa con mirada resignada.

—Mamá me ha dejado comer helado por hoy. Casi nunca me deja pero papá la convenció, hoy es mi cumpleaños.

No sabía en qué momento el pequeño había llegado hasta su puesto, recargado sus manos sobre la encimera y levantándose de puntitas para poder mirar los sabores de helado que se encontraban tras la vitrina.

El joven le mostró los sabores y Mathias pidió uno de cada uno.

—¿Estás seguro? —preguntó el uniformado castaño— ¿tu padre lo permite?

—Lo hago, pero su madre no.

Una voz fuerte y segura hizo elevar su mirada. El hombre había llegado hasta ellos y miraba a su hijo con una ceja enarcada.

—Podrías enfermar, y al que reñirán es a mí.

El pequeño hizo un puchero, pero obedeció.

Un rato después el pequeño volvió felizmente comiendo su manjar en dirección a los bancos ubicados bajo un árbol de acacia, dónde su madre, una mujer de rasgos delicados, esperaba a su familia mientras leía un libro quizá de alguna novela de época. Danielle lo seguía con ambas manos ocupadas.

One Shot's | Huntway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora