Number nine

1.8K 184 32
                                    

Cinco jamás llegó a la fiesta, que fue un completo desastre. Mis amigas asistieron a la fiesta pero aunque intentaban animarme nada me hacía sentirme bien. Cinco era el motivo, se supone que vendría, ¿qué iba a inventar ahora? ¿Qué los aliens se llevaron a sus hermanos?

Aunque pensará en Cinco cada maldito segundo no podía hacer nada, no iría a rogarle a su mansión por cariño, claro que no. Sentirme insegura era lo que podía hacer todo el tiempo, pero no era momento de hablar de mis problemas.

Bajaba a la cocina por algún bocadillo para animarme, creí que iba a poder comer algo en mi cumpleaños, un trozo de pastel pero no pude pasarlo. Es tonto lo sé, pero era imposible no sentirme mal, mi madre la cual estaba hablando en el teléfono tenía una cara de preocupación.

Cerré la nevera y me acerque a ella, corto la llamada apoyando el teléfono en el aparato y me miró con una expresión de tristeza en su rostro. — Mamá ¿sucede algo?

— T/n — Me tomo de las manos — Tu abuela está enferma — Eso era terrible — Y bueno... Yo la voy a cuidar pero los remedios que debe tomar son muy caros y no llegaremos a pagar todo — suspiré

Lo de mi abuela era terrible, estaba muy enferma y mamá debía cuidarla todo el tiempo, desde que entraba al instituto hasta que volvía estaba en lo de la abuela, la casa estaba para mí sola o eso creía, pero mamá dijo que debía trabajar en la cafetería Griddy's Doughnuts.

Y eso hacía todas las tardes luego de volver del instituto, ponerme un maldito uniforme de camarera y atender personas en una cafetería que huele a donas y suciedad. Asqueroso. Supuse que no sería el fin del mundo por lavar alguna que otra taza de café y servir en un plato una dona.

¿Si tendría una ayuda? Si, por supuesto que iba a tener una ayuda, una chica de unos dieciocho años con algunos aros en sus orejas, boca y también nariz. Tenía un que otro tatuaje en sus brazos y su rostro expresaba bronca y odio. Ahora sería la jefa.

Creí que Claris, la chica que se supone que me ayudaría era más agradable, al parecer no, espantaba a los clientes con su aspecto y eso era malo en este momento. No podíamos perder un solo centavo, el dinero serviría para los remedios de Agnes, alias la abuela. En verdad esto se estaba poniendo más agotador cada vez que pensaba que estaría todo un mes trabajando.

No quería sonar egoísta pero no me agrada la idea de atender a personas que vienen a tomar su café todos los días. Yo sería la que atendería y claris tendría que preparar los pedidos. Así todo sería mucho más fácil.

Hoy iba a ser una semana que trabaja en la cafetería, con mi humor hasta el suelo pero sin dejar de sonreír al decir “¿Qué va a ordenar? ” casi siempre era un café y una dona, pero otras veces pedían muchas más cosas, como un batido y unas galletas.

Lavaba mis manos en el fregadero cuando las campanas en la puerta llamaron mi atención, seque mis manos y me di la vuelta encontrandome con alguien que en verdad no quería ver en estos momentos.

Dos semanas enteras sin verlo, ni una llamada, ni una carta, nisiquiera se acercó a preguntar si había pasado un bonito cumpleaños, maldito hijo de puta. Sonrió de costado mientras se acercaba al mostrador con las manos en sus bolsillos y esas pisadas tan lenta y fuertes.

Mi rostro solo expresaba lo que salía de adentro, odio y mucho rencor. Tome la libreta y la pluma, claris nos miraba a ambos con una ceja alzada, sabía que había una pequeña tensión entre ambos. — ¿Qué vas a ordenar? — Apreté mis labios sin mirar sus ojos.

— Buen día, no sabía que trabajabas aquí — Note su burla ante mi — Necesito hablar contigo

— No tengo permitido salir en horas de trabajo, y no quiero gracias — Alcé mirada viendo sus ojos — ¿Vas a ordenar algo o solo me haces perder mi tiempo que vale oro?

— Un café — Se sentó sobre la banqueta — negro — Murmuro y sin ningún interés me di la vuelta para preparar el café, tenía pensado hacer algo para que esté café sea un tanto especial para él. Quizás alguna pastilla para el baño o tal vez...

No podía hacer nada, es un cliente después de todo. Comencé a preparar el café, buscando la taza y la servilleta — ¿Quién es? — Se acercó claris a mi susurrado.

— Un viejo — Me di la vuelta mirando a cinco el cual me estaba mirando — Amigo, muy viejo — Sonreí y tome la bandeja para llevarla al mostrador. — Su pedido — Sin más empatía deje la taza y la servilleta

— Gracias preciosa — Se acercó un poco sonriente, me aleje de él para caminar hacia el fregadero lavar mis manos e irme a la oficina de la abuela.

Pensar era lo que necesitaba, no iba a salir de esta oficina si fuera por mi pero claris entro tocando la puerta y una mirada algo preocupante. — Oye

La mire y acomode mi cabello con frustración para acercarme a ella — ¿Ya se fue?

— No — Negó para colocar las manos en sus bolsillos delanteros del uniforme — Y creo que no se irá hasta que tú misma salgas

— No puede ser posible — No quería verlo o le arrojaría una taza de la bronca que sentía, me había dejado sola como siempre lo hace. Maldito infeliz

— Anda ve — Dijo claris apuntando a la puerta, alcé una ceja y apunte hacia la puerta para que ella también salga de la oficina. Me acerque al mostrador para cobrar el café que había consumido.

— Sería 3,77 — Sonreí esperando el dinero, me sonrió y saco de su bolsillo el dinero para entregarmelo, le di una última mirada para ir a buscar su vuelto y entregárselo en mano. — Hasta nunca — Murmuré cuando esté salió por la puerta de la cafetería.

— Adiós T/n — Sonrió y desapareció cuando aquella luz azul apareció

𝐈𝐭'𝐬 𝐈𝐬 𝐆𝐢𝐫𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora