III

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La mañana ya había llegado y las dos chicas aún se encontraban enredadas entre sí.
El sueño que aún tenían era reconfortante, o al menos para Cheryl, quien hace mucho no sentía esa calma la dormir.

Nunca habría querido despertarse pero la puerta se abrió de golpe dejando ver a una de las hermanas con uno de los ayudantes al lado.

Cheryl empujó a Verónica un poco hacia el lado de la pared, y aún recién despertada, se levantó de un salto.

—Pero vaya... Mira que tenemos aquí, ¿Acaso dormían juntas?— al momento Verónica se despertó, cosa que Cheryl no quería.

—No... No... Nosotras solo... Yo bajé en la media noche— trató de que no vieran que su compañera que yacía despierta

— Jamás aprenderás maldita enferma—

—¿Que está sucediendo?— con la voz adormilada, la morena preguntó.

—Vemos que dormían juntas, eso no está permitido aquí, señorita Lodge, apenas llega y se mete en problemas, vamos empezando con el pie izquierdo— la señora daría un paso hacia ellas pero Cheryl corrió a su frente.

—No... Ella no hizo nada... Yo fuí la que bajé por la noche, ella no estaba enterada— una sonrisa burlona apareció en el rostro del joven que se encontraba junto a la señora y tomó de los brazos a la pelirroja.

—De nuevo una lección para tí, ¿Cuántas más necesitarás estúpida?— señaló al chico que la llevara afuera y solo miró con desprecio a Verónica quien veía todo en silencio.

Antes de salir de la habitación, Cheryl dió una rápida mirada a la pelinegra indicándole mantenerse callada ante la situación. La chica no pudo protestar pues la puerta se cerró dejándola completamente sola y preocupada.

No sabía que le harían.

Pero solo las puras palabras de la monja, ya la habían perturbado y preocupado por lo que pudieran hacer a su amiga.

Luego de una batalla mental, salió de la habitación sin saber exactamente a dónde ir. Siguió a un par de chicas que caminaban por ahí, y llegaron a una especie de sala. Era grande y había más chicas ahí. Caminó lentamente observando que hacían las personas a su alrededor.

Algunas simplemente platicaban, otras jugaban un extraño juego de mesa, pero ella no tomó tanta importancia.

Se sentó en uno de los sillones e infló un poco sus mejillas. No sabía que hacer. Movió sus dedos entre si, se revolvió un poco en su asiento pero aún seguía bastante nerviosa, hasta que una chica se acercó a ella, lo que la hizo desconcertar.

–Hola– se sentó a su lado y Verónica la miró.

–Umm.. Hola–

–¿Por qué estás aquí sola?–

–Yo... Mi amiga... Ella está– se quedó callada unos segundos.

–Oh... Entiendo– pensó un poco– pobre chica, ¿Quien es?–

–Se llama Cheryl Blossom– contestó mirando un punto fijo.

–Oh... La conozco, sé quién es, ella me ayudó un día-

-¿Te ayudó? ¿E..en qué te ayudó?-

-Ellos querían castigarme, pero me cubrió y no me hicieron nada-

-Puedo... ¿Puedo saber que tipos de castigos son?- tragó pesado.

-Emm... Ellos-

-¡Ethel! Te estamos esperando, vamos- otra chica interrumpió llegando hacia dónde ellas.

-Si, ya voy, nos vemos pronto, oh, y soy Ethel Muggs- cedió su mano.

- Verónica Lodge- dió un leve apretón.

-Un gusto, hasta luego- se fué con la otra joven dejando a una Verónica con duda.

-Espera... ¿Que es lo que hacen...? - simplemente desapareció de su vista.

Respiró hondo frustrada y se desplomó más en el sofá. Movió su pierna nerviosamente, hasta que decidió pararse y caminar por los largos y oscuros pasillos del lugar. Necesitaba buscar alguna salida, o pista de alguna salida, no soportaría estar tanto tiempo ahí.

Trataba de no llamar mucho la atención, caminaba lentamente entre esas frías paredes alejándose cada vez más de las mujeres de ahí.
Seguía su recorrido, solo veía habitaciones, de las otras chicas, otros eran sanitarios y las demás las desconocía.

Siguió y siguió hasta dar con otro pasillo aún más largo. Vaya que era un lugar amplio. Inhaló profundamente y así mismo exhaló, daría marcha atrás yendo de nuevo a la sala principal pero un sonido algo aterrador la hizo dar vuelta nuevamente.

Eran gritos.
Lo único que pudo pensar fué en Cheryl, pero no solo eran gritos de una persona, eran varias voces pidiendo por piedad.

Corrió hacia donde el sonido la llevaba y se detuvo justo frente a una de las puertas, de ahí provenía el sonido.
Puso su mano en la manija de la puerta pero no giró, así que pegó su oído a ésta para de inmediato alejarse por impulso.
Definitivamente de ahí se escuchaban las súplicas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas por lo horrorizante que se escuchaba todo, y por la impotencia de saber que le hacían daño a las chicas encarceladas en el lugar y todo con autorización de sus propias familias.

No hizo más que correr de nuevo a la sala principal con los ojos inundados y de ahí de nuevo irse a la habitación donde se quedaba ahora.

Abrió la puerta del cuarto y tan rápido como entró, se desmoronó en el frío suelo. Miles de escenarios pasaban por su mente de lo que pudieran estar haciendole a aquellas inocentes chicas solo por sus preferencias en amor.

Limpió sus propias lágrimas sentándose en la cama y se recostó. El dolor de cabeza se había apoderado de ella por el esfuerzo de sus ojos, quería dormir pero no sabía siquiera si eso estaba permitido, no dudaría que no viniendo de un lugar como en el que se encontraba.

Pasaron aproximadamente seis minutos y ella seguía con pensamientos que llegaban de la nada. Pero la puerta abriéndose la hizo sobresaltar y mirar hacia ahí.
Era Cheryl.
Lloraba desconsoladamente mientras se abrazaba a si misma. Verónica se levantó enseguida a arroparla con sus brazos y ayudarla a caminar ya que un hecho tan simple parecía dificultarse a ella.

–Demonios, ¿Que pasó? ¿Que te hicieron Cheryl?– la más pálida solo la miró con los ojos hinchados y luego solo sollozó nuevamente.

–Quiero salir de aquí Vero... Quiero irme muy lejos– la latina la abrazó aún más e infló sus mejillas tratando de no llorar.

– Prometo que nos iremos Cher... Lo juro por mi vida–

°Paradisíaco°[Cheronica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora