LA INCERTIDUMBRE

130 16 4
                                    


LA INCERTIDUMBRE

Me quede viendo el teléfono esperando a que Mati volviera a llamar, pero no lo hizo. Pasaron varias horas hasta que finalmente, cuando estaba despertándome para empezar mi día, llamo.

—Hola princesa, ya estoy en casa —levantó una bolsa de comida rápida, una costumbre que siempre tenía después de salir con sus amigos — ¿Cenas conmigo? Bueno para ti es desayuno.

Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, y el estaba como si no hubiera pasado absolutamente nada. Respire, y volvi a respirar. Al menos estaba en casa y estaba sano y a salvo pero ¿Dónde había estado?

— ¿Dónde estabas? —pregunté con el corazón aun en la mano.

—Ay, amor ya está —negó con la cabeza sentándose en la mesa de su casa —. Estoy en casa. Estoy solo y no hice nada malo.

No estaba cuestionando si había hecho algo malo o no, eso jamas estuvo en discusión pero ¿Por qué no quiere contarme con quien estaba? ¿Habrá salido con alguna chica? ¿Le presentaron a alguien más sus amigos? ¿Estaba con su ex?

No podía evitar pensar en todos estos panoramas aun cuando mi corazón sabía que no había sido de esa manera.

—Dame paz, Mati ¿Dónde estabas?

¡Dios! Necesito respuestas para que este puñal en el corazón se desaparezca.

—¡No hice nada! ¿Por qué no me crees? —Mati le dio una mordida a su hamburguesa abriéndome un poco el apetito que hasta el momento estaba escaso.

—No estoy diciendo que hicieras algo, pero entonces ¿Por qué no me quieres decir? ¿Estabas con tu ex? —fruncí el ceño sintiendo más vacío que antes.

¡Soy una de esas chicas desconfiadas! Cerré los ojos sintiéndome mal, no quería ser de esas con él. Jamás me dio razones para desconfiar, entonces ¿Por qué ahora? ¡Porque cuando no puedo ir con él y hablarlo!

Universo por favor quítame este vacío que siento en mi pancita.

Nervios.

Muchos nervios.

Matias había dejado de comer y me estaba viendo fijamente.

—A mi siempre me a gustado tener mi privacidad, desde que estoy contigo no tengo, te lo cuento todo. No hice nada malo, no estaba con mi ex o besando a otra mujer. Estaba con un grupo de amigas y amigos nada más —su mirada estaba seria y podía ver que estaba molesto y quizá debí dejarlo ir y hablar de esto cuando no tuviera sus tragos encima.

Pero a quien engaño, la sangre estaba empezando a hervirme y no podía evitar que el Dimitriadi se me saliera un poco.

—¡Me estas mintiendo! — elevé un poco la voz —¿Qué me estas ocultando? No pensé ni por un segundo que me hubieras engañado, pero ahora si lo pienso.

—No puedo con esto —Mati tomó el teléfono y colgó.

Mi respiración estaba al mil como si hubiera corrido una puta maratón y eso que no corro ni dos cuadras sin que me de asma. No puede estar pasando, no puede estar pasando. No otra vez.

Me senté en el sillón de la recepción viendo todos los panoramas de lo que acababa de pasar.

En un pasado, mi confianza era nula. Tenía muchos miedos e inseguridades por no sentirme bien con mi físico. Años de terapia me ayudaron a darme cuenta del valor que tengo, y si yo no me amo ¿Cómo puedo esperar a que alguien más lo haga?

Raúl, mi ex novio no era una mala persona, pero también estaba lleno de llagas del pasado. Cuando empezamos a salir, él acababa de terminar una larga relación y yo fui su clavo que saca otro clavo. No es malo tener de esos, pero muchas veces no nos damos cuenta que estamos a punto de dañar a otra persona por los las tristezas que cargamos de no haber sanado a su tiempo.

Él nunca me amo, y yo tampoco a él. Lo sé, aunque en ese momento lo sentía. Pero ¿Cómo puedes amar a alguien si no te amas a ti mismo? No puedes esperar a que esa persona te de el amor que te hace falta en tu vida.

Para mi ex, el amor de su vida era su ex novia, la cual ahora es muy amiga mía. Quién lo diría ¿No?

La vida es toda una ruleta rusa, nunca sabes que te tocara jugar.

Limpie mis lágrimas. No iba a caer en orgullo, debía decirle a Mati que lo amaba y que no quería pelear. Tomé el teléfono y lo llamé. Él seguía sentado en su mesa, esta vez sin comida enfrente, había terminado de comer y eso le caería bien para poder hablar.

—Solo quiero saber dónde estabas —quizá no debía insistir tanto, él ya estaba en el plan de no decirme y yo en el plan de querer saber intensamente con quien estaba y donde —. Sé que son mis inseguridades, pero ayúdame un poco ¿Por favor?

—Tus inseguridades no son las mias, Ari —negó con la cabeza poniéndose de pie y caminando al sillón de la sala de su apartamento —. Tienes que aprender a confiar no podemos estar en estas cada vez que salga.

Nunca en todo el tiempo juntos habíamos tenido este problema, el siempre me contaba en donde estaba, yo lo dejaba ser, cuando regresaba me llamaba y hablábamos toda la noche. Esta era su mejor manera de expresar sus sentimientos.

Mati era una persona fría, la cual no expresaba bien lo que sentía, no decía lo que le molestaba o lo que le gustaba. Cerré los ojos unos segundos.

Sabía que esto no podía ser, aun así iba a preguntarlo.

—¿Me engañaste hoy? ¿Te presentaron a alguien? ¿Saliste con alguna chica? —¡Esto no es sano! No para mi, tampoco para él —. Prefiero tu sinceridad.

—Ari, lo siento. No puedo con esto —lo vi levantar la mirada y negar de nuevo —. Esto se acabó.

—¡¿Qué?! —esto tiene que ser una broma.

—Si, no puedo estar contigo de este modo. No me guste que me controles.

¡Por una mierda! ¡Esto no es control!

—¿Estas seguro? —mis manos estaban temblando y mis ganas de llorar masivas, aun así me calme.

—Hablamos luego, ahora solo no puedo, Ari —vi en el momento en que presiono la pantalla para terminar la llamada y me quede unos segundos estática.

Pasaron los minutos y no sabía cómo tomar esta situación.

¿Terminamos?

Salí de recepción, dejando mi teléfono por unos segundos dentro. Corrí cuesta arriba sintiendo mis lágrimas retenerse por unos minutos. Llegue al castillo, donde la paz siempre golpeaba lo más profundo de mi ser.

Quizá el destino me estaba diciendo que no debíamos estar juntos. Siempre antes de dormir y agradecer a la vida por todas las bendiciones que me daba, le pedía también por nosotros por mi relación. No había dudas que lo amaba, pero muchas veces te empiezas a sentir triste y frustrada dentro de la misma relación y algo por el estilo estaba pasando en estos momentos.

Me estaba acomodando a sus horarios, a su estilo de vida y eso que yo estaba a más de 11mil kilómetros de distancia.

Me tomé el estómago con fuerza importándome un carajo la cantidad de turistas a mi alrededor, me puse en cuclillas, cerrando los ojos y respirando lo más profundo que pude. Uno cree que no es dolor lo que uno siente cuando te lastiman el corazón, pero es el dolor más puro que se puede sentir.

Regrese al hotel, me limpie las lágrimas, me lavé la cara y sonreí al momento de sentarme en mi lugar de trabajo.

Caras vemos, corazones no sabemos. 

LA DISTANCIA ENTRE TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora