Capítulo 5

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Lo primero que cruzó por la mente de Yuto fue que ese chico era otro Gamma que le estaba engañando.

El olor que desprendía esa persona era demasiado llamativo, le hacía sentir tantas cosas a la vez, le inundaba de manera tan completa todo su ser que no creyó que fuera real. Nunca había reaccionado de esa manera a nada. Sentía su corazón alterado, su mente llena deseo y su cuerpo lleno de ansias. Sentía que si no hacia nada en ese momento iba a explotar. Intentó tragar saliva, respirar mejor, ignorar ese dulce y tentador olor que se filtraba por su nariz. Pero de nada sirvió, era como si en frente tuviera un festín entero para él solo y él hubiera pasado semanas en el desierto sin comer ni beber nada.

Quería tocarlo. Nunca había tenido tantas ganas de tocar a nadie, pasar sus manos por sus caderas, sus costados, sus piernas, morder su piel, sus labios, dejarle pequeñas marcas por todos lados. Marcarlo como de su propiedad. Quería ver esa blanca y tersa piel llena de chupetones, de sus marcas de dientes, quería ver al chico temblar ante él y reaccionar a sus acciones.

No había forma de que ese fuera un engaño, era demasiado tentador. Demasiado real. Era...

Abrumador.

Se debió de ver claramente todo por lo que estaba pasando a Yuto, pues el chico ensanchó levemente su sonrisa y se acercó un poco más. Como si le gustara el que lo mirada de esa manera, como si quisiera devorarlo entero y no dejar absolutamente nada de él detrás. Desaparecerse en su tacto y en el otro era una idea que se le antojaba tentadora y totalmente deseable. Yuto tuvo que alejarse a fuerzas, intentar poner un poco más de distancia entre los dos. Esto no era oler a un Omega en celo, no era tener un deseo sexual. Esto era tener la tentación en vida pidiéndole con los ojos que hiciera lo que desease.

—Esta todo bien —le dijo el chico omega con una voz suave, buscando tranquilizar a Yuto—, estamos seguros. Ellos no saben que estoy aquí... creen que me fui lejos de ti —sonrió con mucho amor y cariño—, pero no sería capaz de hacer eso, Yuto, no podría abandonarte.

El aludido tuvo la osadía de intentar mirar a otro lado que no fueran los ojos rojos del chico. Pensaba que su lo hacía podría evitar pensar en la lujuria que transmitían. Pero en vez de eso, Yuto se vio a si mismo contemplando el cuerpo del chico y las pocas ropas que traía. Era un camisón de dormir que le quedaba enorme, casi como si fuera un vestido, blanca, como la que tenían en el sótano de los Omegas para cuando ya no les quedaban prendas o se sentían incómodos con todo. No había forma de saber si no tenía algo por debajo de eso o traía alguna especie de ropa interior. Por la suave risa que le dio cuando el de ojos rojos notó que le estaba mirando allí se podría deducir que no. Tampoco traía algún tipo de calzado.

—Está bien si no me extrañaste tanto como yo a ti —dijo el de ojos rojos. Yuto devolvió su mirada hacia arriba y vio al extraño ponerse un poco de cabello detrás de la oreja como símbolo de nerviosismo. Las hebras de cabello se reusaron a quedarse en su sitio y volvieron a su estado natural, pero eso no le evitó que el rey notara las cicatrices en las muñecas. Rojas y resaltantes en su piel. Parecían ser de esposas, de maltratarse las muñecas intentando liberarse. Sus pensamientos lo llevaron levemente al peligro de nuevo, un prisionero—, lo importantes es que estamos juntos ahora.

El olor agradable, placentero y tortuoso del omega le golpeó nuevamente. Algunas cosas lograron conectarse en su afectado cerebro a toda velocidad. El prisionero del sótano. Era él. Yuri le había dado a entender que Yuya era pelirrojo. Este chico era pelirrojo. La camiseta, el olor igual.

Se abofeteó mentalmente. Ese podría ser solo otro Gamma intentando escalar a la cima, con olores falsos he ilusiones. Intentó hacerse el fuerte nuevamente y mostrarse un poco más dominante como era él. El Rey de Heartland.

Long Live the KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora