Capítulo 3

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Capítulo cortito! Pero espero publicar más pronto. Estoy volviendo a agarrar ritmo a la escritura uwu

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La cabeza de Yuto estaba funcionado aún a altas horas de la noche. Pensando en lo que le habían dicho sus anteriores guardias. Apretaba la camiseta contra su pecho con un ímpetu inquebrantable. Tenía ansias, no iba a decir que no. Si antes estaba inquieto por el dueño de dicha prenda, ahora lo estaba más. El hecho de que pudiera pertenecer a ese Gamma lo incomodaba, pero ahora que sabía que no era de él se permitía soñar con que era de alguien.

El problema, es que no lo recordaba.

Sus guardias había sigo claros. El siervo que vino, ese de cabello rojo con amarillo, apenas tenía algo para ocultar sus partes más privadas. No tenía nada aparte de la comida. Eso no explicaba que hacía esa camiseta allí. Quizá había estaba durmiendo con alguien más antes de estar allí. Pero ¿por qué iba a querer dormir con alguien en un día cuya actitud era la peor? Tenía la mente revuelta. No haría eso con nadie, no nadie que conociera al menos.

Tomó aire y lo dejó fluir por unos momentos. No puedo tranquilizarse del todo. Estaba inquieto, terriblemente inquieto. Dio vueltas en la cama, contó ovejas hizo todo lo que pudo para que le diera sueño y dejase de hacerse preguntas que no llevaban a ninguna parte. Pero al final, su cuerpo tenía tanta energía como en la tarde, si es que no más. Se levantó de su cama, arrugó el rostro. Se arregló un poco su cabello. Agarró a tientas una vela y salió de su habitación.

Los nuevos guardias de inmediato se pudieron atentos y alarmados.

—¿Se encuentra bien, su majestad? —preguntó uno de ellos. Yuto simplemente asintió mientras cerraba la puerta. El otro, sin perder mucho el tiempo, habló.

—¿Hay algo que necesite? —preguntó. Yuto lo miró—¿Desea que le llamemos a alguien?

—No, volveré cuando el cansancio me devore —dijo empezando a avanzar por el pasillo—. O incluso antes.

—Larga vida al Rey —dijeron ambos mientras se alejaba.

Las vueltas que dio su cabeza no disminuyeron. Pero esta vez en torno a su consejera, Eva. Era la más antigua de todos. Había servido a su padre, Faust, desde hacía muchos años y ahora estaba con él. Era una mujer que hacía las cosas eficientemente, pero preguntaba. Siempre preguntaba, era lo que el antiguo Rey le había enseñado, era lo que ella enseñaba. Al fin y al cabo, Yuto era el que tenía la última palabra en casi todo. Sería una tontería hacer algo sin su permiso. O eso eran las palabras de ella.

Tomó aire, quizá solo estaba dándole demasiadas vueltas. Lo de sus guardias parecía una decisión menor. Seguro ella solo estaba pensando en su bienestar y lo hizo lo más rápido que pudo para garantizar su seguridad. Había exagerado al irse a ver a esos otros dos guardias. Pero... Se rascó detrás de la nuca. Algo no le cuadraba.

Un suave olor entró por sus fosas nasales sin darse cuenta. Levantó la mirada. Distraído por sus pensamientos, sus pies le habían llevado a una parte del castillo que no frecuentaba demasiado. El aroma se hizo más intenso, se obligó a detenerse. Sabía perfectamente que era, no sabía de quienes. Eran feromonas, intentas feromonas de Omegas en Celo. Dulces como la miel. Peligrosas como una rosa. Tragó saliva ligeramente. Su cuerpo lo había llevado inconscientemente a un lugar cercano al sótano. El olor le llegaba a duras penas y ni siquiera podía saber cual olor era diferente. Todos se mezclaban deliciosamente en el aire y le atraían de cierta forma. Sintió la garganta seca de repente y ciertas ganas surgir de sus instintos más básicos.

Olía demasiado bien. Mejor incluso que en otros días, casi tenía ganas de acercarse más y deleitarse. Se dio una cachetada mental. Abalanzarse sobre un Omega cualquiera sería una idiotez. ¿Cómo iba él a meterse allí con todos ellos en celo? No es como si no pudiera hacerlo, le podrían evitar la entrada, pero solo sería una molestia menor. Podría hacer lo que deseara y después salir. Quizá incluso entre todos ellos estaría el dueño de esa camiseta. La sola idea hacía que el corazón se le moviera bruscamente y sus bajos instintos se agrandaran más.

Long Live the KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora