Capítulo 2: Amado tormento.

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Eric

—Hola bombón, ¿por qué tan solito? —preguntó la hermosa morena que llegó hasta el sofá donde estaba y se sentó a mi lado.

Antes de responder o hacer cualquier otra cosa, primero la repasé con la mirada de arriba a abajo. Era una linda mujer de piel morena y cabello castaño que caía en forma de risos sobre sus hombros. Los ojos negros o quizás color café, no podía decirlo con exactitud debido al juego de luces que amenizaban el lugar y me impedían ver con claridad, pero en fin, era preciosa, y demás está decir que un lobo al acecho jamás desprecia lo que pueda representar a una presa, y definitivamente aquella lo era.

—Hola belleza, ¿estás perdida? —cuestioné mientras centraba toda mi atención en su hermoso rostro.

—¿Tú qué crees? —Volvió a preguntar al tiempo que me guiñaba un ojo y yo asimilaba lo bien que le quedaba hacerlo. Tragué grueso y acaricié mi barbilla con cabellos de tres días y le hablé:

—Que sabes perfectamente lo que buscas —ni siquiera dije lo que haces, siendo que comprendía perfectamente lo que aquel prospecto de mujer buscaba.

Quería follar y era más que evidente.

—Me encantan los hombres con chispa, que sean despiertos y comprendan a la primera lo que quiere una mujer —dijo y mordió su labio inferior de forma tan sensual que me provocó tragar grueso.

—Soy abogado, princesa. Te aseguro que ser avispado es mi especialidad —sonreí con socarronería y le regalé un guiño.

La morena sonrió y al instante bajó la vista hasta mi entrepierna. Lo hizo sin disimulo, tal parecía que buscaba lo que al calor de su mirada palpitó pidiendo ser liberado. Y mi mente, que como siempre era de mecha corta por el poco tiempo que necesitaba para explotar en pensamientos, esta vez pecaminosos, ya estaba imaginando a mi amigo taladrando ese hermoso coño moreno.

La boca se me hacía agua, mientras el bulto de mi entrepierna comenzaba a crecer e imaginaba las más disímiles poses para poner a la mujer. Tuve que carraspear un par de veces, para desviar la atención de lo que dentro de muy poco me tendría saltando encima de aquella morena.

—¿Puedo? —preguntó mientras señalaba mi regazo con el dedo índice y enseguida comprendí lo que quería.

¿Cómo es posible que hubiera mujeres tan rápidas de acción? Obviamente, ese no era problema para mí. Mientras más rápidas más listas, y por consecuencia más seguras. Siempre me atrajeron las mujeres con determinación, pero...

—Claro que sí, muñeca —asentí con palabras. No sería yo quien le llevara la contraria. Este es el plano de mi vida donde me enciende, en el mejor sentido de la palabra, que la mujer tome la iniciativa.

No dudó ni un segundo en levantarse, pero justo en el momento en que iba a sentarse otro cuerpo apareció de la nada y ocupó su lugar.

Me quedé congelado en el asiento cuando vi a la chica que llegó y plantó su trasero justamente sobre mis piernas. Tardé unos segundos en reaccionar, sin embargo, por más camuflaje que llevaba en el rostro a consecuencia del maquillaje, ante mí quedó descubierta. Se trataba de Camile. Además de que no conocía a otra demente capaz de hacer algo como lo que acababa de hacer.

Esa chiquilla realmente estaba loca.

—Lo siento, cariño —dijo con toda la naturalidad del mundo—, pero este bombón lo vi primero y me lo quedo —habló refiriéndose a mí mientras miraba en dirección a mi acompañante.

La mujer me observó con más asombro del que ya me observaba y enarcó una ceja. A mí me estaba costando trabajo reaccionar. La actitud de esta chiquilla me había dejado literalmente con la boca abierta. Había quedado como momia petrificada en el sillón.

El poder de tu seducción [Libro 2 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora