No voy a mentir, ya soy viejo. Detesto profundamente la osadía de la gente de mi generación que pretenden alcanzar una juventud ya perdida con palabras como: "aún me siento joven" "soy joven en el interior" y demás. No, yo ya estoy viejo y estoy org...
Perdida en lo profundo del bosque, una triste aldea sumida en la miseria se levanta. De madera y paja están hechas las viviendas que sin un orden edificadas están sobre un suelo de barro y excremento de perros, cerdos y de las gentes que allí viven. Las calles huelen a humedad putrefacta y los harapos que la gente usaba apestaba a perro mojado y poseían manchas amarillas o negras por el orine o heces de sus dueños. Los cuerpos raquíticos de sus gentes están cubiertos por una capa de tierra y sudor que desprendía una desagradable peste a cebolla y rata muerta.
Los cabellos desordenados de los pobladores de Gosth estaban repletos de toda clase de alimañas y basura que se colaba en ellos. Sus miradas son tristes y perdidas, llenas de ojeras y tantas lagañas que había algunos que no podían abrir ya los ojos. Tienen ropas de todas las épocas y de todos los reinos de los hombres conocidos, aunque también estaban aquellos que desnudos paseaban como si de su gusto fuese mostrar las llagas y pústulas llenas de gusanos y garrapatas que crecían en sus axilas y genitales. Distintos muchos, pero todos caminan sin rumbo mientras arrastraban sus pies en el lodo.
Había ancianos y niños que morían en las calles por falta de cuidados, muertos de hambre o por alguna absurda enfermedad que, de tanta porqueriza de alrededor, se volvía incurable y presa fácil de las infecciones, yaciendo todos en las calles donde no los recogían, sólo dejaban que los buitres, gusanos, cerdos u otras personas engullan la carne de los cadáveres.
Con labios resecos y llenos de costras caminan siempre con la boca abierta a expensas de que algún animal entre en ella, pero no les importaba. Moscas y pulgas se habían vuelto parte de ellos, teniendo nidos de roedores en sus cabellos grasientos y ya no había nadie que no posea cucarachas debajo de sus prendas.
Unos dicen que el pueblo tiene miles de años y que la gente que tristemente sobrevive ahí pertenece a todas las eras; otros, que los dioses se molestaron con ellos por pretender alcanzarlos; algunos indican que uno de los últimos Druidas maldijo el lugar por haberlo traicionado; y hay quienes dicen que todo esto es producto de la extraña niebla del bosque que podría provocar la muerte o la locura para quienes lo respiran.
Sea como sea, todos sabían que Gosth se había convertido en un pueblo fantasma, que su gente no tenía control de sí mismos, un extraño mal cayó sobre ellos. Si caminabas allí podías ver en uno u otro una mirada de desesperación y auxilio a veces acompañada de lágrimas secas en sus rostros. Lloraban en silencio mientras caminaban sin rumbo, como si fuesen prisioneros de algo que se apoderó de sus cuerpos.
Pocos son aquellos que han entrado al bosque y visto este pueblo, pronto su existencia quedará en cuentos y leyendas para niños que se rehúsan a obedecer a sus padres. Hubo quienes intentaron ayudar a esta gente, pero todo aquel que divise a lo lejos la empalizada roja que rodea las casuchas de Gosth irremediablemente se unirá a ellos; son menos los que han tenido la suficiente fuerza de voluntad como para acercarse al pueblo y regresar, anonadados se quedan al no poder dar crédito a lo que sus ojos presencian, pues todo lo que se ha dicho, se dice o se dirá de Gosth no es nada comparado con la realidad, pues no hay palabras suficientes para describirlo.
Aquellos pocos que regresan y cuentan su versión de lo que vieron terminan muriendo de locura o desesperación por la imagen más terrible que sus ojos podrían presenciar, pues allá, en la entrada de la empalizada, un perro negro parado sobre sus patas les gritó que los invitaba a pasar haciéndoles de la mano, su voz era profunda y ronca y, a pesar de estar a muchos metros, podías escucharlo tan cerca como un susurro al oído.
Animo a los que han escuchado la leyenda lo transmitan, pero no desesperen si ven rechazo o burla en el rostro a aquellos de su confianza a quienes has relatado la triste maldición de Gosth. No los culpes, después de todo, recuerda, nadie va a creerte.
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