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«Que progresista», pensó Shen Jiu completamente ajeno a las llamas ardiente que le rodeaban. Exudaba una calma inquietante, fumando un cigarro sentado sobre un charco de sangre con la cabeza de Yue Qi recostado sobre su muslo; muerto.

Uno podría pensar que estaba contemplado el panorama. La cantidad de cadáveres y sangre era impresionante, como los vidrios reventados por las bombas de humo que habían tirado una media hora antes; quebrando las ventanas. Pero Shen Jiu, aparte de lamentarse por el sillón nuevo reventado a tiros dejando algodón y astillas regadas, solo podía pensar en su cachorro.

«Shen Yuan, espero que ese idiota te tenga a salvo», suspiró pensando en cómo le había confiado su único hijo a esa bestia que se hacía llamar Luo Binghe.

Un pobre niño muerto de hambre que rescató una vez de las calles. Y que, para su mal calculo el jodido alfa que se había follado a su precioso hijo. Pero, Shen Jiu era demasiado egoísta como para permitir que otro desabrido alfa se llevara a Shen Yuan lejos de él. Prefería tener a esa bestia como la pareja de su hijo y tenerlos a ambos cerca suyo.

«Que progresista, aquellos que hablan de amor...», pensó Shen Jiu acariciando con el dedo índice el rostro frío de su marido. «Pero nunca hablan de esas promesas rotas que decimos por pasión». Shen Jiu recordó el día en que fue rescatado por su "príncipe azul" de aquella mansión del terror en el que había sido confinado al morir sus padres.

Ya habría tiempo para recordar el pasado, pero que mejor momento ahora que habían asesinado al amor de su vida de un tiro en el costado, desangrándose sin poder detener la hemorragia.

― Imbécil ―murmuró viendo los ojos idos y sin vida de Yue Qi―. Dijiste que siempre estarías a mi lado.

Claro que, Shen Jiu sabía que no era un santo, pero a diferencia de Yue Qingyuan no era un lobo disfrazado de lo
oveja. Sonriéndole a todo el mundo, aparentando ser un hombre de principios, respetuoso de la vida. Si supieran que  sus manos estaban más que manchadas de sangre.

«Que progresista, aquellos que hablan de amor, pero nunca hablan de esas promesas rotas que decimos por pasión, o aquellas que decimos por el deseo de verlos destruirse». Eso último eran las intenciones de Shen Jiu: tener todo para él, todo lo que alguna vez deseo tener. Obteniéndolo por la fuerza y tal vez...asesinando. Sí, Shen Jiu no tenía escrúpulos para conseguir lo que quería. Yue Qi se lo debía, le debía toda su maldita existencia.

Pero al final de cuentas, el amor enfermo y obsesivo que tenían triunfo. No digan que las pesadillas no se cumplen. Pero Shen Jiu hoy pudo perdonarle todo a Yue Qi: el haberle violado solo cuando tenía quince años, abandonarlo, dejarle embarazado, que no estuviera allí con él cuando perdió a su bebé, internar casarte con otro.

Todo eso se lo perdonó el día de hoy, pues al final había recibido una bala por él, protegiéndolo con su propio cuerpo. Aunque pensándolo fríamente, ¿de qué le servía que haya recibido una bala por él? Ahora era viudo y el techo estaba por venírsele abajo; de todas formas, iba a morir igual. Nadie vendría a rescatarlo, porque su "príncipe azul" ya había perecido.

Que patética princesa, pero más patético era pensar en él como una "princesa", solo era el villano de esta fatídica historia. Y los villanos jamás son salvados.

Sonrió y apretó la mandíbula de Yue Qi.

― No creas que te has librado de mí, Qi ge ―dijo seductor con los ojos acuosos, pero sin derramar lágrimas―. Te vere en el infierno. Lo único que lamento es no poder ver a mi hijo nunca más.

Las llamas consumieron la estructura del techo y la cúpula de vidrio se vino abajo. La mansión Yue, se destruyó completamente hasta los cimientos. No pudo rescatarse ningún cuerpo.

Sistema de Redención del Villano Escoria TransmigradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora