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Había dos situaciones mundanas que disgustaban a Shen Jiu. La primera era comer solo, la segunda dormir solo. «Bien, que se sepa». Shen Jiu le temía a la oscuridad y a los idiotas que se escondían en esta. No podía dormir tranquilo; despertaba cada media hora buscando enemigos en las penumbras, llegando al otro día con horribles y marcadas ojeras.

Yue Qi comenzó a dormir con él. Léase el verbo dormir, nada de masturbarse ni tocarse encima de la ropa; eso vino después del internado y de casi estrangular a la seudo prometida de Yue Qi, que resultó que no ser la prometida de Yue Qi, pero si una amiga... «Como sea», suspiró Shen Jiu.

Antes de dormir acurrucados como dos enamorados, Yue Qi había comenzado a comprar linternas con adorables diseños de animales. Shen Jiu amaba y detestaba aquel gesto: primero porque era evidente que Yue Qi lo veía como aun tierno y débil hermano menor, y segundo, era humillante que el alfa que te guste te regale lámparas de gatos...pero eran adorables y Shen Jiu terminó con una colección de linternas y objetos que se encendían en la oscuridad.

Ahora estaba en la jodida edad media, a solo luz de vela con ruidos y zumbidos de insectos por la noche. Hubiese querido retener a los seis mocosos, pero eran niños; necesitaban dormir. Los niños se habían encargado de darle un recorrido por el Pico Qing Jing. Debía admitir que era un lugar precioso. Un bosque de bambú leñoso, los culmos dejaban pasar rayos de sol, que se proyectaban en haces en el interior de la floresta y tenían la atmosfera de misterio. El musgo húmedo y blando cubría el suelo, las piedras y los troncos que brillaban en tonos dorados reverberaban la tenue luz del atardecer. Una fuente natural de agua cristalina rodeada por el follaje, el agua se mantenía quieta e imperturbable, transmitiendo una sensación de paz; los tordos y cigarras henchían el aire con sonidos.

Un jardín encantado, pensó Shen Jiu. Y él era el Maestro del Pico Qing Jing. Aburrido se imaginó como el gobernarte de este vergel y los "discípulos" como sus pequeñas hadas. Se rio por la ocurrencia, olvidando a seis pares de ojos que lo observaban como si estuviese poseído por un espíritu maligno. Los niños se examinaron entre ellos; algo no estaba bien con su Shizun.

Bo Yi Jie, notó otro detalle en este ‛nuevo Shizun'.

― ¿Shizun? ―llamó―, no trae su abanico.

Shen Jiu volteó a ver a la niña, levantando con sutileza una perfilada ceja.

― Debí dejarlo en la cama ―respondió restándole importancia al asunto.

Aún prendado de la pacífica atmosfera, no notó que los seis discípulos que lo acompañaban lo atisbaban incrédulos. Shizun jamás se había mostrado tan desentendido en su imagen de maestro inmortal, empezando por la forma en cómo descuidada su atuendo, el cabello libre sin ataduras ni adornos y, lo más preciado para Shizun: ¡el abanico! ¡No lo traía encima! Esto sin duda, era muy extraño.

Gao Yang, el discípulo mayor susurró que tal vez el comportamiento del maestro se debiese a la enfermedad que le había acongojado. ¡Era la única explicación lógica! A menos...que Shizun estuviese poseído por un demonio. ¡Pero era imposible! Todo Cang Qiong estaba protegido por una barrera.

El escrutinio no duro más tiempo, Shen Jiu había notado como el sol comenzaba a esconderse volviendo más densa la espesura del bosque de bambú; se maravillo al ver como luciérnagas comenzaban a emitir luz entre medio de los tallos. La diminuta figura de un niño intentando atrapar a un escarabajo se proyecto como una alucinación, generando añoranza y agobio en Shen Jiu. Shen Yuan, su pequeño niño.

― Es tarde ―increpó Shen Jiu―. Vuelvan a sus habitaciones.

― Pero, Shizun... ¿está seguro de que...? ―preguntó inseguro Gao Yang, pero calló cuando la mirada severa de Shen Jiu lo asechó.

Sistema de Redención del Villano Escoria TransmigradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora