♡ Capítulo II ♡

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            —Me alegra que te haya ido bien en el examen, Rika. —dijo Momoe con una sonrisa—. ¡Sabía que podías hacerlo! —Se llevó un nuevo Pocky a la boca, deleitándose con su sabor.

            Como pocas veces, Momoe se encontraba tomando un descanso. Debido a la insistencia de Rika para que se detuviera, acabó haciendo caso a lo que le decían y ahora reposaba en el suelo.

            A modo de merienda, Momoe se permitió comer unos pockys sabor a galletas oreo que había dispuesto muy cerca de ella y que, por concentrarse en adelantar el dichoso ensayo que debía entregar en poco menos de una semana, había dejado olvidados allí. Se acordó de ellos apenas hubo soltado su bolígrafo rojo y, sin perder más tiempo, empezó a comerlos con entusiasmo.

            —Sip, así es —afirmó Rika, inflando el pecho con orgullo—. Al final, nuestro esfuerzo sí que dio buenos frutos —sonrió y miró a Momoe con ojos brillantes—. Y todo esto fue posible gracias a ti y a tus buenas lecciones.

            Debido a los halagos —y a la persona de los que provenían—, Momoe enrojeció casi tanto como su cabello y desvió la mirada.

            —B-Bueno...N-No fue n-nada —masticó apresuradamente el pocky que tenía en la boca y tomó otro de la caja—. Para eso están las amigas, ¿no?

            —Amigas, ¿eh? —repitió la ex Idol con voz divertida—. Cierto que todavía somos amigas...

            —¿Uh? —Momoe alzó una ceja en señal de confusión—. Por supuesto que aún somos amigas, ¿por?

            Sin responder, Rika se incorporó un momento y, con un rápido movimiento, llevó sus dedos a la extensión del pocky que aún sobresalía de los labios de la pelirroja y lo quebró.

            El trozo de galleta resultante que acababa de desprender, se lo llevó a la boca y la comió como si nada. La enrojecida cara de asombro y estupefacción que tenía Momoe fue lo más épico que viera ese día.

            —Te ves muy linda cuando te sonrojas, Momo~. —Canturreó la rubia.

            —¡Déjate de bromas, Rika! —Con torpes movimientos, Momoe consiguió tomar otro pocky de la caja—. Se acabó el descanso, tengo que acabar de estudiar.

            Agarró su bolígrafo y abrió, en una página determinada, uno de los tantos libros que se hallaban sobre la mesa.

            —Deberías hacer lo mismo y estudiar ahora, Rika —aconsejó sin levantar la mirada—. Sé que tú próximo examen está lejos, pero sería bueno que ya te fueras preparando... —Cuando alzó la vista, Momoe pudo ver que su amiga ahora se encontraba sentada junto a ella. Muy cerca de su persona, para ser más precisos.

            —Estás algo tensa, Momo~ —opinó Rika en voz baja y se acercó más a ella, rodeándola y situándose detrás. Sin dejar de sonreír, elevó ambas manos y las llevó a los hombros ajenos. Notó que estaban rígidos—. Déjame ayudarte~ —y  empezó a masajear esa zona, además de su cuello, con suave y acompasado ritmo.

            —Rika... —gimió ante el masaje. Era condenadamente agradable—. Oh...

            —¿Cómo se siente? —usando sus pulgares, hizo presión en algunos puntos clave y fue apremiada con otro gemido por parte de Momoe.

            —Muy... bien... —las palabras salieron con algo de dificultad y Momoe se preguntó, en medio de aquello, el cómo era que Rika podía dar tan buenos masajes y por qué nunca se había enterado que su amiga poseía semejante habilidad.

            —Excelente~ —intentó parecer neutral pero, aprovechando que Momoe no podía verla directamente por la posición en la que se encontraban, Rika pudo sonreír, satisfecha, y enrojecer libremente sin tener que cubrirse o controlarse.

            Los sonidos que producía la linda voz de Momoe frente al tacto de las manos ajenas en los maltratados músculos de su cuello y trapecio, eran muy lindos y estimulantes para los oídos de Rika.

            —Ahí... —gimoteó Momoe, casi expulsando una lagrimita cuando los dedos de Rika tocaron una de las fibras que más dolían. La sensación liberada fue tan abrumadoramente placentera, que no pudo evitar señalárselo a su amiga—. Ahí, se sintió...muy bien...

            «Ésto es malo...», meditó Rika.

            Intentaba pensar en algo que la distrajera de aquellos, ridículamente estimulantes, sonidos que su amiga pelirroja expulsaba con cada toque a su cuerpo.

            «Una tortuga, piensa en una tortuga. Tengo una tortuga, se llama Manen y es muy linda y... ¡Joder!», apretó los dientes ante un nuevo, y muy sonoro, gemido por parte de Momoe al repetir el movimiento de antes en aquella parte de su cuerpo.

            «Esto parece una situación muy típica de un mal Fanfic»

            —Rika...

            —¡Lo siento! —Apartó las manos de Momoe y retrocedió, consiguiendo que la pelirroja despertara de su trance y la mirara confundida.

            —¿Por qué te detuviste? Eh, quiero decir —recapacitó, algo avergonzada por lo raro que sonaba la frase—. ¿Por qué lo sientes? ¿Ocurrió algo?

            Rika no sabía que decir. Sólo se quedó allí, sentada a un metro de ella, con la mirada fija en las esmeraldas ajenas y con una estúpida expresión en el rostro. El sonrojo de sus mejillas venía por añadidura en la explicación.

            —Eh, ¡nada! Es decir, no me hagas caso —sacudió una mano y rió nerviosamente. Era la risa más falsa que había expresado en su vida.

            Sonreír falsamente no era algo nuevo para ella, pero, en ésta ocasión, no le había salido tan natural como otras veces.

            Momoe estuvo tentada a seguir indagando. Era súper obvio que ella mentía. Pero la dejó estar. Como pago por tan delicioso favor, no haría más preguntas. Se sentía aliviada.

            —Está bien —movió el cuello satisfactoriamente e hizo girar su cabeza. Gracias a Rika, ahora se sentía mejor—. Gracias por el masaje, Rika. No sabía que podías hacer cosas así.

            La rubia pareció relajarse cuando vio la actitud tranquila y normal de su amiga. Inspiró profundo y luego pareció desinflarse. Sonrió, se acomodó el cabello y regresó a su posición original, al otro lado de la mesita. Los libros, libretas y otras herramientas de estudio la esperaban allí.

            —Es una de mis pequeñas habilidades especiales —explicó Rika, sonriendo con jovialidad y levantó el pulgar—. Mi mamá tiene muchos dolores de espalda últimamente, supongo que por eso aprendí.

            —Oh, interesante —ladeó la cabeza—. Muchas gracias —y le dedicó una de esas amables sonrisas que tanto le encantaban a la rubia.

            Se miraron con fijeza por unos segundos, sin ser conscientes de que cada una apreciaba el curioso brillo en la mirada ajena.

            Al caer en cuenta de lo que hacían, rompieron contacto visual casi al unísono y regresaron a sus respectivas actividades emitiendo un suave «Lo siento».

Vino y helado || Momoe x RikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora