¿Qué más podría hacer para convencer a Baji de que él es quien realmente merecía estar en ese puesto de vice-capitán?
Resopló al no obtener respuesta de si mismo, por ahora no se le ocurría nada más, así que lo único que hacía era esperar.
Concretamente, esperaba a que el zumo que se había quedado atorado en el gancho de la máquina expendedora se cayese en algún momento.
Cosa que sucedería por arte de magia con tan solo estar ahí de pie observando, porque él tampoco estaba haciendo otra cosa como para que ese suceso ocurriese.
La paz cesó al ver de reojo como un molesto conocido se acercaba con una sonrisa pícara.
Justo lo que le faltaba, tener que aguantar las incansables burlas de Ryusei Sato.
—¿Qué pasa, chico lindo? ¿No entiendes el funcionamiento de esta máquina tan compleja? —Preguntó burlón el muchacho de las pequeñas mechas oscuras cruzando sus brazos sobre su pecho, apoyándose contra la máquina expendedora.
—Estoy bien, no necesito ayuda y menos la tuya. —Respondió el rubio de forma notoriamente molesta.
El joven del tatuaje de serpiente en el cuello fingió estar dolido, colocando las palmas de sus manos sobre su pecho, acompañándolo con expresiones de angustia, claramente mal actuadas.
Al ver que Chifuyu no le estaba prestando atención y seguía mirando fijamente en dirección a su zumo, que aún se mantenía enganchado, decidió avanzar y colocarse justo a su lado, acompañándolo en esa extraña adoración a la máquina expendedora.
—¿No tienes que ir a mentir, burlarte o golpear a alguien hoy? —Se quejó Chifuyu dando un paso a hacia su izquierda.
—Venga, no seas rencoroso~ —Ryusei de nuevo acortó la distancia entre ellos dos pasando su brazo sobre los hombros del rubio. —Soy un chico sensible, me duele que me traten mal. —Hizo un puchero a la vez que frotaba su mejilla contra la del otro chico.
—Si no quieres que te traten así entonces vete a otra parte. —Le apartó de él con un leve empujón, desviando su vista hacia otra dirección, con cierto rubor cubriendo sus mejillas.
—Qué cruel eres~ —Volvió a fingir que le dolía el comportamiento que estaba teniendo con él.
Lo mejor sería ignorarlo, con suerte se aburriría pronto y se iría a molestar a otra persona.
Chifuyu volvió a centrarse en su problema inicial: el zumo.
Recordó que tenía otra moneda en su bolsillo, pensó que con ella podría comprar otro zumo. Con suerte causarían un efecto dominó, uno empujaría al otro, y así solucionaría todo esto.
Ese era el plan, pero la vida no es siempre como uno piensa que será.
Metió la moneda, pulsó los números correspondientes a la bebida que quería y listo. Ahí se quedó.
La máquina hizo un ruido, el que tiene que hacer cuando avanza un producto, pero con la diferencia de que no avanzó absolutamente nada.
Chifuyu suspiró cabizbajo, derrotado. Ya no tenía más dinero.
El oír una carcajada hizo que elevase la vista. Ahí seguía Ryusei, ahora cubriendo su boca con una mano, aguantándose la risa.
—¿Se puede saber de qué te ríes? —Preguntó enfurecido, apretando sus puños de la impotencia.
—De ti. —Contestó obvio.
—Si tanto valor tienes para reírte de mí, hazlo tú, experto en máquinas expendedoras. —Desafió apartándose, dejándole libre el espacio de delante de la máquina.
—Mi padre trabaja como técnico, se la pasa todo el día arreglando máquinas como esta. —Comenzó a hablar, caminando hacia él. —Existe un mecanismo secreto con el cual hackeas la máquina y te da todos los productos que quieras sin meter ni un solo yen. —Susurró en el oído de Chifuyu, haciendo que un escalofrío recorriese su espina dorsal.
—¿Y cuál es ese código? —Interrogó curioso a la vez que con cierto nerviosismo.
—Sh~ —Ryusei le mandó guardar silencio, poniendo uno de sus dedos índices sobre los labios del rubio. —Date la vuelta, solo yo puedo saber el código, para algo se llama secreto. —Añadió guiñándole un ojo con su, ya mítica, sonrisa.
Chifuyu tragó saliva y asintió. Le obedeció al instante girándose lentamente sobre sus propios zapatos, dándole la espalda.
Efectivamente, escuchó como tecleaba algo en el control de la máquina. Quizá esta vez no se trate de ningún engaño.
Justo después de pensar eso, escuchó detrás suya un estruendo que lo hizo girarse.
El suelo bajo la máquina se encontraba lleno de zumos, sándwiches, dulces... Ryusei estaba agachado, recogiendo todas las cosas que podía.
—¿Ves? Pero no se lo digas a nadie, chico lindo. Será un secreto entre tú y yo. —Le sonrió mientras tomaba una última barrita de chocolate del suelo para luego reincorporarse. —Me quedaré con todo esto como pago, tú puedes quedarte con el resto. —Indicó con su cabeza hacia los restos que quedaban en el suelo.
Con las manos llenas de dulces, Ryusei se giró y comenzó a caminar lejos de Chifuyu, el cual solo se había quedado en un especie de estado de shock, no sabía si agradecerle el favor o pegarle una paliza por volver a engañarle.
Antes de seguir con su recorrido, el joven de tez morena se paró en seco, como si hubiese recordado algo que había olvidado, para acto seguido darse la vuelta, nuevamente.
—Adiós~ —Se despidió de Chifuyu con la boca llena de chocolate, agitando una mano.
El rubio suspiró, por fin saliendo de esa especie de trance.
De nuevo le había engañado, todo era un teatro de bajo presupuesto. Solo le había dado una patada que causó que se cayera todo, lo de los botones fue una simple actuación. Seguramente su padre ni siquiera trabaje en ninguna fábrica de máquinas expendedoras.
Pero no le importaba, ya tenía su zumo además de comida extra que ahora tomaría del suelo. Y, como siempre hacía, iría a visitar a Baji, el cual estaría en algún aula vacía.
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¡Chico Lindo! | Ryufuyu
FanfictionChifuyu admira a Baji prácticamente desde que lo vio por primera vez, por eso decide seguirlo a todas partes. Ese es el motivo por el que quiere ser su vice-capitán, pero el problema es que ya hay alguien que está ocupando ese puesto, por lo que Chi...