Escocia, Highlands, otoño de 1313
Sir Alistair MacEwen, cabeza del clan MacEwen, tenía un problema.
Yacía en su sillón de cuero, con una copa de vino, mirando las brasas arder y maldiciendo su fortuna. Estaba desesperado por una solución. Su cabeza y la de todo su clan dependían de esta. Tomó el último trago de su vaso y se sirvió otra copa del decantador de cristal casi vacío a su lado.
Rio amargamente.
Por más que embotaba su mente con alcohol no lograba olvidar el problema, o peor aún, hallar una solución.
Una criada llegó con su cena. Se la había saltado otra vez. No soportaba comer en la misma mesa que su bobalicón hijo y su esposa. Esa que tanto le recordaba a la mujerzuela de su hija.
Su hija, sí, ella tenía toda la culpa. Por ella andaba de borracho bebiéndose todo el poco licor que poseía. La muy desagradecida había escapado con el joven herrero y una pequeña fortuna de sus arcas. ¿¡Cómo podía elegir a un pobre y pelele herrero estando comprometida con uno de los sucesores del gran clan Campbell!? Eso fue lo que le confirmó que todas las mujeres eran unas cabronas lujuriosas. Y gracias a la cabrona lujuriosa de su hija, no tenía una prometida con la cual cumplir la promesa que uno de sus ancestros le había hecho a un Campbell hacía mucho tiempo: una mujer MacEwen debía casarse con un varón Campbell. Era una deuda de sangre. Los años pasaron y en su familia no nacía ninguna mujer. Hasta que nació Emilia. Él nunca había estado tan feliz. En tiempos de guerra como ese, una unión matrimonial reforzaría las relaciones.
Apuró su trago y soltó un gruñido.
Ya todo estaba listo. Pero ahora no podía simplemente decirles que su hija había preferido huir con un herrero a casarse con un Campbell. Sería herir el orgullo Campbell. Y no todos se atrevían a hacer semejante idiotez, a menos que los quisieras de enemigos.
Dejó la copa junto al decantador vacío y su cena a media comer. Recordar su mala suerte le había quitado el apetito otra vez. Necesitaba de un milagro. Necesitaba que algún Leprechaun[1],Bean-shìdh[2]o cualquier ser mítico le concediera un deseo.
Sin embargo, y lamentablemente, Alistair MacEwen no creía en Magia.
Escocia, Highlands, Presente
Las piernas le pesaban. Casi no podía respirar. Sentía arder los pulmones. Ya ni siquiera podía gritar para pedir auxilio. Aunque, si hubiera tenido la oportunidad de pedir ayuda alguna vez, no estaría corriendo en esos momentos como alma que lleva el Diablo; huyendo como en esos dos últimos años de su vida. No habría tenido que trabajar por comida, esta habría llegado. No necesitaría ir a bibliotecas públicas a medio alimentar su cerebro con conocimiento porque estos los habría adquirido en el colegio y luego en la universidad. Pero, por encima de todo, no tendría que estar huyendo de pueblo en pueblo, de país en país, escapando del maldito que asesinó a su familia.
A lo lejos, a través de la niebla, atisbó unas ruinas. Había muchas en esa parte de Escocia. Agradeciendo un lugar donde ocultarse y poder descansar esa fría noche, hizo un esfuerzo por obligar a su agotado cuerpo a seguir corriendo y a sus pulmones a tragar aire. También le recordó a su cerebro qué pasaría sí los hombres que la perseguían la capturaban.
Entró por un pequeño hueco en la pared de piedra. Era menuda, pero no bajita. Su metro setenta la obligó a arrastrarse a un espacio donde no hiciera tanto frio y fuera seguro. Cuando lo encontró estaba tan cansada que solo fue capaz de acostarse sobre el pequeño maletín que llevaba en la espalda. En la misma posición sacó un encendedor para detallar el sombrío lugar. Parecía que alguna vez había sido una bodega. Había piedras cubiertas de moho por todos lados. Por las paredes también escalaba aquel sinónimo de olvido. En realidad en ese espacio oscuro y húmedo no había nada que la naturaleza no hubiera conquistado. Al menos no tenía ningún hoyo que diera al centro de la tierra para engullirla. Apagó el encendedor y dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. En lo alto de la pared había una pequeña brecha, lo suficientemente grande como para que entrara luz de luna... si esta no estuviera oculta por las nubes.
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Indomable
RomancePrimer libro de la saga "Escocia" "No te voy a pedir que olvides tu pasado, pero sí que identifiques las condiciones de tu presente." fueron las palabras de Alexander, un medieval laird escocés cuya temeraria vida se ve unida con la de Sofía, una im...