Alexander estaba agotado. Desde temprano había oído las quejas de la gente de su clan, y emitiendo su juicio. Había terminado de escuchar la última hacia solo unos minutos. Estar toda la mañana sentado escuchando problemas tras problemas siempre lo dejaba cansado. ¡Era un hombre de acción por Dios! Prefería arreglar las cosas con un poco de sano ejercicio en la arena. Desde crio había sido así. Su abuelo lo había obligado desde joven a asistir a las audiencias de su clan. Él contemplaba aburrido a los aldeanos discutir, sentado al lado de su abuelo, mientras este luego emitía su sabio juicio. Siempre se imaginaba recorriendo el patio montado en su pony, o haciendo alguna travesura con Héctor y Michael. Esperaba con ansias el momento en que su abuelo diera por terminada las audiencias y saliera de la sala con él a reunirse con estos para empezar el entrenamiento del día. Pero era inevitable su deber, como laird de Dubhduine, atender a su gente. Y su abuelo lo habría azotado y encerrado en un calabozo de si quiera pensar Alexander en no cumplir con sus deberes.
Se dirigía a su habitación para refrescarse brevemente, para después de ir a almorzar, supervisar las preparaciones que se realizaban a cabo para enfrentar el invierno. En una esquina del corredor, divisó una criada fregando el suelo. Estaba sobre las rodillas y manos, y desde el ángulo que Alexander la veía, podía ver marcado a la perfección por el vestido su redondeado trasero.
- Mi señor. - saludó esta cuando el pasó por su lado.
Él asintió evitando todo lugar de su cuerpo que no fueran sus ojos.
Cuando estuvo fuera de su vista soltó un improperio en voz baja. Que Dios lo asistiera. No podría resistir mucho más tiempo. Cualquier hombre sano en su situación se habría tirando encima de la moza tomándola allí mismo. Un mes entero era luengo tiempo de espera. Era un hombre joven, sano y con una flamante mujer. ¿A qué clase de tortura lo estaba sometiendo la muchacha? ¿Por qué no estaba gozando todas las noches de la más apasionante actividad conocida por el hombre con ella?
Aunque claro, la muchacha debía concebir de muy mala manera el acto sexual porque en el momento que llegaron, había puesto todos sus esfuerzos en ignorarlo. Se escondía, tomaba los alimentos en su cuarto, y dormía temprano.
Dubhduine es grande. Pero aun así no podrá esconderse para siempre>> había pensado hacia dos semanas. Hasta el día de hoy su esposa le había dado de patadas con ese pensamiento. No se la había encontrado nunca. Casi como si hubiera desaparecido. Sabía que continuaba allí porque los sirvientes le habían informado haberla visto en cada ala de su castillo curioseando, y él simplemente había estado muy ocupado esas semanas como para tratar de encontrarla y luego preguntarle qué buscaba.
Sin embargo, eso cambiario pronto. Sí quería salir de su impuesta vida de monje tendría que buscarla él mismo.
Llegaría a su cuarto justo después de la cena. Mientras ella lo miraba pasmada por la sorpresa, le echaría el cerrojo a la puerta, y se acercaría educadamente con el pretexto de preguntarle qué había estado buscando. Pero la fachada cortés seria solo un sofisma, porque apenas viera el más mínimo debilitamiento de sus defensas, arremetería a seducirla.
Con una sonrisa calculadora abrió la puerta de su habitación y la cerró tras de sí. Avanzó y en el umbral se detuvo incrédulo al ver a una persona al lado de su cama.
Ahí, con una exquisita pierna sobre la cama, estaba Emilia mirándolo sorprendida y completamente pálida.
Separó los labios para hablar, pero en vez de salir palabras, exhaló aire lentamente al contemplar su vestimenta. Acababa de tomar un baño. Eso se reflejaba en las relucientes gotas de agua esparcidas por su piel. La empapada bata de lino se le pegaba como una segunda piel enmarcándole las curvas, valles y protuberancias de su joven cuerpo, y para su regocijo, era casi traslucida. Adornando aún más el paisaje estaba su cabello que le caía como cascada negra en la espalda. De esa azabache belleza pasó a los turgentes y jóvenes pechos con aquellos exquisitos corales un poco más oscuros que su piel empujando el lino. Alexander se imagino mil situaciones lamiendo esos perfectos pezones.
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Indomable
RomancePrimer libro de la saga "Escocia" "No te voy a pedir que olvides tu pasado, pero sí que identifiques las condiciones de tu presente." fueron las palabras de Alexander, un medieval laird escocés cuya temeraria vida se ve unida con la de Sofía, una im...