Capítulo 8.

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Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.

 Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia

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Pero ¿Qué había sucedido? Chrome miró la pequeña roca que tenía en sus manos, ahora con una gama de colores totalmente diferente a la que poseía hacía aproximadamente veinte minutos. Cualquier rastro de brillante oro se había esfumado y en su lugar quedaba solamente esa amalgama de brillo y coloración extravagante que emuló a la perfección los colores del arcoiris.

No, en realidad el púrpura ahora era el color predominante en la roca. Su pequeña mina de oro ya no estaba ¿Qué iba a hacer ahora?

¡Pero qué tonto eres! —se reprendió, agitando en sus manos el mineral rocoso iridiscente.

El pequeño cambió su mirada hacia el artífice de su molestia y el causante directo de su desgracia, sus ojos cafés se estrecharon acusadoramente a la botella vacía de vinagre que hasta entonces yacía olvidada en el suelo de esa desolada y fría orilla del camino.

No fue su culpa, en realidad Chrome no pudo distinguir el contenido de la botella cuando la encontró en el césped, y quizá fue demasiado irresponsable de su parte el pensar usar el líquido transparente como un medio de limpieza al creer ingenuamente que se trataba de agua.

Qué equivocado estaba.

Sin embargo, echando un segundo vistazo al pequeño tesoro en sus manos se dió cuenta que incluso ahora esa roca poseía un encanto atrayente que antes no tenía. El dorado era majestuoso y lo hacía parecer incluso lo suficientemente valioso para poder intercambiar o sacar algún provecho vago de él, pero ahora, el tono púrpura e iridiscente le proporcionó la gracia de un misterio escondido y único... casi mágico.

¡Qué malote! —exclamó con genuina emoción.

Definitivamente esa era la adición perfecta para su colección ¡la última pieza que encontró sin querer! Por supuesto que la conservaría.

Chrome nunca supo de dónde venía su fascinación por ese tipo de rocas, jamás se lo cuestionó. Quizá su interés fue una compensación y un alivio a la tristeza de su corazón, la única manera en la que un niño sin hogar podía pasar el tiempo en los cambiantes orfanatos en los que estuvo los primeros años de su vida.

O al menos así fue antes de que Jasper y Turquoise lo acogieran. Ellos, un matrimonio que no había podido concebir un hijo en todos esos años. Chrome los apreciaba y estaba sumamente agradecido por tener una segunda oportunidad, aún cuando Turquoise fuese en ocasiones demasiado protectora y apegada a las normas.

No importaba, ellos se habían convertido en su familia.

¿Qué tenemos aquí? —la voz sarcástica profirió desde la orilla de la carretera—. Pero si es el niño raro de las rocas.

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