II

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Los primeros rayos de luz se dejan ver en la ciudad. Durante los primeros minutos, un halo de luz y tinieblas provoca esa sensación de inseguridad que tanto nos cuesta identificar.

Sale el Sol. 

Con este la ciudad despierta, llena de brillos que reflejan las ventanas, charcos y fuentes. Una explosión de luz comparable a una supernova, que hace que la gente se despierte, que empiecen un nuevo día.

Los niños son los que mejor lo llevan. Ellos aún tienen sus alas. Tienen sueños, y ganas de empezar ese nuevo día que se les viene por delante.

Pero los adultos no son así. Ellos se toman un café y se dirigen, con ojeras, a su monótono trabajo que apenas les da un dinero al mes, en sus coches grises, deseando desde el principio que se acabe el día. 


Los adultos han perdido sus alas.

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