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Llegados a este punto te preguntarás, entonces, ¿qué son las alas?


Pues no es nada fácil de explicar. De hecho yo llevo toda mi vida pensando en ello. Pongamos un ejemplo:


Nace un bebé (con sus alas). Sus padres son los típicos padres con su trabajo, que han ido a la universidad, que tienen un piso en el centro cerca de los mejores colegios, y un monovolumen familiar. Que han perdido las alas.


Vale. Este bebé no sabe hablar, andar ni pensar. Pero cuando el bebé va creciendo y pasa a ser un niño, y luego un adolescente, se empieza a dar cuenta de cómo funcionan las cosas en realidad.


El chico ve que a su alrededor pasan cosas atroces: guerras por conflictos políticos o religiosos, discriminación hacia las minoría sexuales, racismo, hambre, pobreza, corrupción... Y el chico puede tomar dos decisiones: quitarse las alas y seguir el rumbo de la vida de la mayoría, que conviven con estas desgracias, que hacen lo que les dicen, que pagan por deber, que se ven atraídos por adicciones que les roban la vida poco a poco...


O puede decidir dejarse las alas, vivir la vida, disfrutar los pequeños momentos y de la gente de su alrededor, disfrutar, disfrutar, disfrutar, escuchar música en todos los momentos de su vida, dedicarse a lo que más le guste y no a lo que le dé dinero, ayudar a los demás, adentrarse en la lectura, volar...


Las alas son una metáfora de aquello que nos permite volar, llegar más lejos, superarnos cada día, vivir felices y hacer que la gente de nuestro alrededor también lo haga, nos permiten ir a lugares insospechados, improvisar, reír sin preocupaciones.


Como ves, son dos formas muy distintas de vivir.


Tú eres quien tiene que elegir cómo vivir tu vida, porque aunque muchas veces no nos lo parezca, la vida nos pertenece a cada uno de nosotros y no a otros.


Esto puede parecer un tópico, pero piensa que es la realidad.


No son nuestros padres los que nos tienen que decir lo que hacer, ni nuestros profesores, políticos o psicólogos. No nos tenemos que desanimar cuando nos castiguen por llegar diez minutos tarde a casa, o por no poner la mesa.


No hace falta llorar cuando suspendemos un examen en el instituto, no tenemos que preocuparnos por nuestro físico y la opinión que la gente vaya a tener de nosotros por él, no tenemos que gastarnos los ahorros en la ropa de última temporada.


Porque esas cosas no importan. Son cosas supérfluas.


Tenemos que aprender a vivir. Nosotros solos, sin ayuda.


Tenemos que aprender a volar.

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