Sangre y Lágrimas

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Johnny gritó, gritó como sí le acabarán de arrebatar la vida y así era; las propias heridas de Gyro acabaron con su vida. El cuerpo inerte cayó sobre el océano, todo estaba lleno de sangre. Johnny cómo pudo saltó del caballo, Valentine estaba a unos metros de ellos, el sujeto seguía hablando sobre la supremacía de Estados Unidos como país.

Johnny logró nadar hasta donde estaba el italiano, fué difícil poder buscar el cuerpo entre tanta sangre, Gyro aún respiraba, aún tenía esperanzas.

—Vas a estar bien, vas a estar bien— repetía Johnny más para sí mismo que para el hombre moribundo, el nuevo Stand de Gyro se posaba a su lado. Gyro le sonrió ligeramente, sabía que era su final.

Lo único que rompía el corazón de Gyro era saber que la eternidad la pasaría esperando a Johnny, más allá de su natural egoísmo por querer vivir, deseaba poder pasar sus últimos días junto a Johnny como dos adultos mayores y pudiendo caminar con él en las hermosas playas de Capri. Ahora ya no sería posible y estaba bien; estaba dispuesto a morir siempre y cuando supiera que el otro estaba a salvo.

—Johnny— articuló cómo pudo Gyro. Señaló a Valentine al otro lado, tenía que dejarlo ir para que no quedara en peligro.

—No, no, no, vas a estar bien, tenemos que buscar quien te pueda curar— Johnny intentó tapar cada herida con sus manos, la ropa antes azul se tiñó de carmesí. Gyro ya había perdido casi la mitad de su sangre.

A este punto ambos lloraban, era el fin. Johnny besó con devoción a Gyro, su último beso hasta la siguiente vida; tantas cosas que decir se quedaron en el olvido pero fueron dichas por un último beso. Sabía a sangre, sabía a lágrimas y un toque a fresas que a Johnny le rompió el corazón; jamás podría volver a comer una fresa sin querer llorar o pensar en el hermoso italiano.

Su deprimente beso terminó cuando Gyro se separó, besó la frente de Johnny y se soltó. La marea se encargó de alejar a Gyro de su amado para que pudiera pelear sin distracciones. El combate estuvo reñido, Johnny tenía la ira latente pasando por sus venas, por culpa de ese hijo de puta Gyro no regresaría a casa con él, ya no lo vería, por culpa de los ideales más idiotas que un ser humano puede cargar su felicidad se había tirado por la borda y ahogado junto a Gyro Zeppeli.

Cuando finalmente logró sacarle ventaja al hombre se encontró con una lamentable escena, el presidente Funny Valentine estaba tendido en el suelo casi rogando porque lo dejara vivir.

—¡Puedo revivirlo!— exclamó llamando la atención de Johnny, quien estaba a nada de disparar, por alguna razón lo dejo hablar— Si tú.. si tu me dejas vivir... Puedo traer de vuelta a ese tipo, Gyro Zeppeli.

—¿Por qué habría de creerte?— Johnny no pensaba parar el giro pero quería escuchar a Valentine, ¿De verdad podría traer de vuelta a los muertos?

Después de una larga historia sobre el pañuelo de su padre, Johnny comprendio un tanto el patriotismo de Valentine, todo había ocurrido desde antes de su propio nacimiento, aún así seguía sin confiar en el hombre. Ante sus ojos se proyecto no solo un nuevo Gyro, sino también la posibilidad de que su felicidad no estuviera destruida del todo.
Sí aceptaba, Valentine ganaría y las muertes de Diego, Hot Pants, Mountain Tim... Tantas personas; habrían sido en vano, ¿Pero a él qué le importaba? Solo quería volver a caminar y ya ni eso le importaba lo suficiente; quería ver a Gyro.

Estuvo a punto de aceptar cuando pensó que era una mentira, todo era una maldita mentira, el sujeto que estaba frente a él podría hablar como Gyro, sonar como Gyro y ser Gyro pero no era el suyo; el suyo estaba tirado en el océano y ya no regresaría.

—¡Eres un jodido mentiroso, maldito mal nacido, cabrón!— gritó enojado, se sintió vulnerable ante las tentativas y por ende el solo hecho de considerarlo era una falta de respeto a la memoria de Gyro.

Desgraciadamente, el presidente logró huir de la trampa, hubo otro tiroteo pero el vencedor fué Johnny. El chico estaba agotado, era por mucho el peor día de su vida cuando entre estelas y nubes de color oro logró ver el alma de Gyro.

—Ah Johnny, no me pude ir sin ver cómo ganabas — rió triste la aparición, Johnny no estaba asustado, estaba destruido— perdón por dejarte así... Esperaré por ti en el otro mundo, ¿De acuerdo?

Johnny asintió, la aparición se estaba alejando y él tuvo las agallas de correr atrás de él; quería quedarse con él.

—¡Gyro, quédate conmigo!— gritó al cielo, Gyro volteó con una enorme sonrisa pero lágrimas cayendo de él, lágrimas que terminaban cayendo sobre Johnny.

—Por favor no le digas a nadie mi nombre... te amé mucho, Johnny Joestar y lo seguiré haciendo desde allá— fué lo último que le dijo Gyro antes de desaparecer por completo.

—También yo...— susurró al cielo antes de caer derrotado al suelo, ya todo lo había perdido aunque ganó la batalla.

Más sucesos vinieron después, Diego del otro mundo, su padre, ganar la carrera, buscar el cuerpo de Gyro, animar a Lucy, zarpar en barco, etcétera. Pero ninguno de ellos lo hizo sentir vivo de nuevo, no como aquella ocasión, él no encontraba la hora de morir para volver a ver a Gyro. En sus últimos años abrió una frutería donde sembró fresas, consiguió una esposa que sabía a fresas pero no como las que probó de los labios de Gyro, nada era como él.

Finalmente halló la muerte, fué feliz lo que pudo serlo, no se arrepintió de nada y aún mejor, tuvo una muerte gloriosa porque pudo estar junto a quien amó.

Sabores • GyJoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora