cinq

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el otoño los envolvió rápidamente en su manto. 

las hojas que se desprendían de los árboles burlaban a chan, recordándole que minho se desprendería de él también, dejándolo solo de nuevo. el australiano está seguro de que el menor se irá de su lado, se reunirá con su príncipe azul y él no será más que un plebeyo aguardando por una simple mirada de su minho.

y a minho cada día se le agrieta más el corazón. el nudo en la garganta lo aprieta, y sabe que acabará ahogándolo porque chan jamás va a amarlo.

o eso piensa minho.

esa noche ambos duermen en el apartamento de chan, con el nerviosismo corriendo por sus venas. se les ha hecho tarde, así que el mayor propone inseguro la idea, y minho accede de forma tímida.

minho lo observa tranquilo, con las hebras castañas acariciando dulcemente su frente, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. 

y quiere besarlo.

claro que lo quiere.

pero de nuevo, no lo hace.

se obliga a si mismo a recordar que el corazón de chan no le pertenece.

— te amo. —susurra, consciente de que el mayor no lo escucha. — está bien si me haces daño, pero quédate a mi lado. —pide minho en un murmullo, con los ojos cristalinos y las manos acercándose a su frente para retirar un mechón de pelo. — por favor, hyung. quédate a mi lado.

chan, ajeno a lo que está sucediendo, duerme en silencio mientras en su sueño se cuelan los orbes oscuros del menor tumbado a su lado.

eso es todo lo que minho obtiene, silencio.

finalmente el pelinegro acaba por recostarse a su lado, mirando el techo con furia. 

porque parís no era como pensaba, porque la dichosa ciudad se burla de él, porque le ha traído un príncipe, pero uno que no le pertenece. y no le ha traído un amor eterno, sino un corazón roto por culpa de un poeta australiano.

chan despierta de madrugada y el pelinegro ya duerme pacíficamente a su lado. el mayor lo observa sentado sobre el borde de la cama, tan nítidamente como la poca luz que la ventana del cuarto le obsequia. suspira antes de ponerse de pie y caminar hacia el escritorio y sentarse frente a su cuaderno negro.

con el bolígrafo en la mano lo desliza sobre el papel de forma perezosa, enlazando tan bien las palabras como su todavía dormida mente le permite. 

minho se ha convertido en su musa.

y chan teme que el día en que se vaya no solo lo pierda a él, sino su forma de obsequiarle una incesable inspiración con solo una mirada.

"no sé cuánto más va a durar esto.
no sé cuándo el cielo pondrá fin a mi tomento.
solo sé que, mientras desde mi noble sepulcro te juro amor eterno;
tu bella sonrisa me condena de nuevo al infierno.
"
-C.B

parís ★ banginho, chanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora