1: Una noche (VII)

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Desde una vagina llena de semen, un claro chillido sonaba con cada movimiento. El fluido turbio que expulsaba su pene formaba burbujas. Era vergonzoso y tenía el impulso de morir.

—¿O podrías besarme como ayer?

—No es necesario... ... ¡No, no!

—Te gusta besarme, Roana.

—Ah, sólo hazlo rápido... ... termina de una vez.

—¿Puedes asumir la responsabilidad de eso?

¡Vas a seguir metiéndolo hasta que estés satisfecho de todos modos, bastardo!

—Roana, te pregunte si puedes responsabilizarte de eso.

Me agarró la barbilla violentamente que era otra cosa que no me gustaba. Me dolió muchísimo. Había una mezcla de chillidos y chirridos provenientes del semen que tenía dentro.

Sobre todo, era difícil aceptar su pene, que estaba empujado hasta el final de su útero.

—No te canses primero si quieres hacerlo hasta que esté satisfecho.

—Sólo sacude tu cola como un perro.

Sabía que era una provocación. Pero quería que esto terminara rápidamente. Porque me daba asco que estuviera tumbada debajo de él, borracha de placer, y gimiendo con fuerza.

Ese fue el momento. De repente le mordió el pecho.

—¿Qué estás haciendo ahora... ... ¡Ah

Intentó empujarlo, pero las palabras no pudieron ser continuadas por su pene que golpeaba sin piedad. Para no resistirme, me agarró la muñeca y la apretó con fuerza.

Ya sea por su brusco pene, o porque su cuerpo estaba sumido en el placer, su cintura se curvaba con gracia. Mi cabeza estaba inmersa y húmeda, cubierta de un color blanco puro sin pensarlo en absoluto.

—Roana.

—¡Oh, Dios mío...!

—Ha, Loana.

—¡Uf, ah! ...un poco, un poco... ... ¡más, ah!

Fue difícil de soportar. Ya era difícil seguir su ritmo.

—Roana.

—Ugh... ... .

—Llámame por mi nombre, por favor.

Hijo de puta, pervertido. Tiene una preferencia sucia. Un bastardo con un talento que realmente hace que la gente se sienta molesta.

—Sabes mi nombre, Roana.

—Oye, hijo de... ... puta.

—Hijo de puta no es mi nombre.

No tenía fuerzas para levantar un solo dedo. Su cuerpo balanceándose impotente mientras la embestía era simplemente asqueroso.

—Roana, llámame Ed y ruega.

—¡Hijo de... ... puta, ugh!

—Haz lo que quieras, Roana. Comprenderé si me pides que te haga más fuerte.

¡De verdad que es un cabrón! ¿Y cuándo diablos vas a eyacular?

—¡Ahh... ... !

Las lágrimas cayeron de mis ojos sin darme cuenta.

Entonces sentía que el tamaño de su pene, que se clavaba sin piedad en la vagina, era más grande que antes, y el dolor que sentía en el vientre se transmitió.

¿No es este bastardo un verdadero pervertido?

—Roana, ¿te duele?

—Bastardo pervertido... ... .

ᴄʜᴇʀɴᴏʙʏʟ ᴍᴇ ᴀᴍᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora