𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐀𝐏𝐎𝐂𝐀𝐋𝐈𝐏𝐓𝐈𝐂𝐎

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Estoy parada en la ventana de mi cocina viendo como el mundo se acaba a causa de un gas mortal, las noticias están encendidas en la sala, escucho cada detalle de lo que sucede, se desconoce la razón de que aquel gas haya sido desatado alrededor del mundo. No hay escapatoria, en cada rincón hay gas incapaz de sobrepasar sin alguna mascarilla en la cual no entre absolutamente nada de aire.

Cuando era pequeña tenía el sueño de poder presenciar el fin del mundo, esperaba dragones, alienígenas, ciempiés gigantes... Pero es un gas que quisiera no existiera puesto que estoy en total incomunicación con mi hijo Antón, quizás está muy asustado, tal vez esté atrapado, como madre solo quiero salir de casa e ir a buscarlo, en lugar de eso solo puedo mirar por la ventana esperando tener una mascarilla en alguna parte.

—Pase lo que pase, no salga de casa —La noticias siguen dando los sucesos, yo únicamente fui a la sala, tomé el control remoto y apagué la televisión para poner "patas para arriba mi casa" con tal de encontrar alguna forma de salir sin mucho peligro en busca de Antón.


La gente enloquece antes de sucumbir a la muerte, conforme más avanzo en el auto, más lo noto... al inhalar el gas una especie de reacción hace que aquella gente se mate entre ellos o que simplemente terminen hablando solos, gritando, con un fin triste e inevitable: su incapacidad de seguir viviendo. Este mundo parece ser insalvable, tal vez yo termine muriendo igualmente, el simple hecho deimaginarme enloqueciendo me da un escalofrío, sin embargo, no puedo detenerme aquí, no más atrás y mucho menos más adelante, mi hijo es más importante que nada, debo asegurarme que aquel microbio al que le di vida esté bien.


La mascarilla que encontré le pertenecía a su padre, mi difunto esposo, era bombero y murió en un incendio salvando a una niña, él siempre adoró a los niños, se fue salvando a nuestra vecina. Antón estaba por nacer, nunca conoció a su padre, tan solo tenía 8 meses de vida en mi barriga cuando él pasó a otra vida.

Siempre creí que la familia era lo más bello que alguien puede tener, es un amor que traspasa inclusive a la muerte, el amor de la verdadera familia es lo que mantiene vivos a la mayoría de habitantes del mundo, no hay nada como ese amor. Temo que algo le haya sucedido a Antón, no sé que haría sin él, es lo único que me queda, no debe estar lejos si no se ha movido de donde le he dejado; está de campamento de verano porqué me lo había pedido desde que era invierno, esperaba se divirtiera y sin embargo hay un gas en el aire que me hace sentir pavor de lo que le haya podido suceder.

Entonces, gritos por delante de donde me encuentro hacen que despierte de mi terrible miedo, gente infectada viene hacia acá y no tengo la intención de atropellarles... en un caso desesperado es lo que debo hacer, pero, si logro que no me vean o que me pasen de largo, puedo evitar ser una asesina con auto. Retrocedo para aparcar el auto de manera que parezca abandonado, es mi única esperanza de no tener que ensuciarme las manos.

—¡El sol quemará al mundo en cuestión de segundos! —Me exalté puesto que el grito venía de una dirección contraria a la que había escuchado anteriormente, apagué rápidamente el auto y me agaché lo mejor posible para que no se notara mi presencia.

Gritos y golpes se escucharon, he de creer que incluso se han estampado contra mi auto, eran personas infectadas, se han cruzado y ha terminado con un solo ganador.
Quiero encender el auto y seguir mi camino en busca de Antón, pero me preocupa el hecho de quien ha sobrevivido por unos minutos más se vuelva contra mí; me es desagradable la violencia, es lo último a lo que quiero acudir.
Me decido por arriesgarme y arrancar, error, lo que esperaba ha sido cierto, aquella mujer intoxicada ha corrido en mi dirección rápidamente, su apariencia era parecida a la de los zombies de películas, piel pálida, ojos sin pupila, sorprendentemente su cabello se caía con cada paso que ella daba... cierro los ojos y presiono el acelerador, un estruendo con grito de por medio me aturde, le he atropellado.

Miro el reloj, han transcurrido cuatro horas desde que salí de casa; estoy sin poder hacer un solo movimiento, el simple impacto me ha dejado aturdida.

—Acabo de asesinar a alguien... —Tomo aire sin remedio, suspiré tras haberme calmado.

El auto está devuelta en marcha, no importa que tan impactada esté en este preciso momento, mi hijo es lo más importante.

Los recuerdos son imparables, el momento en el que tuve por primera vez a Anton en brazos, su primera palabra, la entrada al kinder, su primer pleito...La vez en la que por primera vez preguntó por su padre.

—Debes dejar de infravalorarte cada que estás con esos chicos —Cargaba la mochila de mi hijo.

—Dicen que no tengo derecho por no tener un papi.

—¿Qué? —Me arrodille quedando a su altura.

—¿Por qué no tengo uno de esos? ¿Es malo,  mami? —Jugaba con sus manos esperando que yo abriera mi boca y comenzara a soltar la sopa.

—Verás, cuando un hombre y una mujer se aman... —Tosi rápidamente— No, esa historia no era —Su sonrisa confundida me hizo sonreír igualmente— Tu papi ahora es un ¡Gran héroe que vuela todo el tiempo por los cielos!, pero le es imposible bajar nuevamente a la tierra —Mi voz se comenzaba a cortar— Nos cuida todo el tiempo, así como cuidó a Natalia antes de volar por primera vez.

—¿Es como superman?
—Como superman; vamos chamaquín, a casa —Lo despeiné con mi mano antes de levantarme— Y recuerda darles un buen puñetazo en la cara si vuelven a molestarte.

—¡Si señora! —Antón me sacó una carcajada con sus movimientos "karatecas"

Hecha un río de lágrimas estaciono el auto frente la entrada al campamento, estoy llena de incertidumbre, pensar que... puedo no volver a escucharle reír, o escuchar todas sus historias sobre boxeo.

—¿¡Mamá!? —Doy media vuelta; había bajado del auto y estaba al lado contrario de hacia donde iba inicialmente.

—¡¡Anton!! —Cuando iba a correr en su dirección él contestó:

—¡Detente! ¡Vete! ¡NO cruces!

—¿Por qué? —Seguí avanzando decidiendo que no me iría de ahí sin tenerlo en brazos una vez más.

—Tu máscara —Me confundí— Está partida a la mitad —Frené y el avanzó hacia mí— La gente enloquece tras inhalar el aire —Antón se desató en llanto y sacó la pequeña arma que habíamos conseguido hace apenas una semana— No tienen más conciencia, se matan entre ellos... sufren demasiado antes de terminar suicidándose —Colocó el arma en mi frente tras llegar a mí— Te amo.

Palabras en papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora