Un Café, La Chica Desconocida Y Roomie

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El clima se sentía cálido a pesar de que en el cielo las nubes amenazaban con llover, Luz se encontraba en su cafetería favorita de la ciudad tomando su café de siempre, un capuchino vainilla junto a una dona sencilla escribiendo en su libreta de hojas blancas, la pasta de esta era negra, esto le gustaba demasiado.

La cafetería donde siempre asistía era cálida, tranquila y con poca gente porque, la mayoría que pasa por ella, llevaban sus pedidos a casa o para consumir camino algún lugar porque se les había hecho tarde.

Los párrafos se iban creando conforme pasan los segundos, el clima actual le inspiraba a soltar aquello que no podía hablar con su psicóloga.

"Hoy conocí a una chica en la universidad, su piel era pálida, su cabello entintado de un tono verde, el color de sus ojos era similar al del oro, y vestía con tonos pastel, algunos accesorios y otras cosas que no pude observar por completo.
Y no, juro, no la miré de manera acosadora, pero tú y yo sabemos que soy muy observadora, y en este caso no lo evité.
Lo admito, la chica era linda, se encontraba hablando con la profesora de cálculo de temas que realmente no me incumben.
Todavía me pregunto cómo es posible que no la hubiera visto antes... "

Le gustaba su propia letra, era una mezcla entre caligrafía occidental y Georgina, sutil y a la par, dominante.
La chica suelta un suspiro mientras toma un poco de su café y le da un mordisco a su dona, realmente le encantaba el sabor, encontrar millones de sensaciones en algo que no le costaba más de cinco dólares le era muy satisfactorio.

Después del pequeño momento toma de nueva cuenta la pluma para seguir escribiendo, hacia esto cada vez que algo molestaba su poca paz mental, y el notar a esa chica le provocó algo lo cual le incomodaba, ¿la había visto antes?, quizás en sus recomendados de Instagram, sí, probablemente.

Dio un pequeño salto al escuchar una notificación en su celular, saca este de su bolsillo delantero y desbloquea la pantalla notando en ella un mensaje en la bandeja de entrada, era del dueño del departamento que rentaba, hace un par de días este le mencionó que llegaría una persona para compartirlo, ya que en el se encontraban dos habitaciones, y la morena solo ocupaba una de ellas.

"Hola señorita Luz, buena noche, solo quería informarle que su nueva compañera ha llegado a su departamento, le pido mil disculpas por la molestia."

Suelta un suspiro de frustración mientras guarda su celular, comienza a juntar sus cosas y deja el dinero de lo pedido en el lugar correspondiente, toma la mochila que llevaba consigo y el envase semi lleno de café para después salir del local, un escalofrío le recorre todo el cuerpo al sentir que una pequeña, pero helada gota de agua le cae directamente en el cuello, por impulso pasa su mano en esta área retirando la sensación del líquido, frustrada por la idea de compartir con alguien su privacidad, saca un cigarrillo junto a su encendedor negro de costumbre, este siendo de una marca aleatoria, coloca el filtro del pequeño tubo de papel lleno de tabaco y otras sustancias entre sus labios y enciende la llama del encendedor, acerca esta a la punta del objeto y cala este un poco, lo suficiente para que se encienda sin problema.

Tenía mucho tiempo sin convivir realmente con personas, en la universidad solo se centraba en las clases y después de estas se iba directamente a su departamento a practicar deporte en su gimnasio personal que, con horas de trabajo pesado, logró comprar y orgullosamente armar.

Solía asistir a prácticas de natación cuando cursaba el nivel medio superior, pero la gente suele necesitar generar un vínculo social en lugares nuevos y esta no fue la excepción, una chica llamada Skara se acercó a ella el primer día, era muy alegre y sus decisiones eran firmes, solía ser competitiva y le encantaba socializar, esto incómodo a la morena a tal punto de evitarla, quizás era por sus problemas de abandono que le generó el perder a sus padres desde los nueve años gracias a que ellos decidieron dejarla a su suerte junto a sus abuelos que, después de un par de años, fallecieron; pero no deseaba relacionarse con nadie y terminó por abandonar la natación y así fue como se le ocurrió la brillante idea de crear lo que ahora es su lugar de ejercicios favorito.

𝕾𝖔𝖑𝖎𝖙𝖆𝖗𝖎𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora