En las carreteras desoladas solía aparecer una mujer de gran belleza: sola, con ropas provocativas y actitud sensual y coqueta, haciendo autostop al borde del camino, esperando al incauto que la recogiera.
Una vez que el hombre (sólo tentaba a los varones)-ante la oportunidad de tener una aventura con la mujer- detenía su coche y le preguntaba a dónde iba, la misteriosa mujer respondía siempre que a un sitio no muy lejano, localizado apenas a pocos kilómetros. Así, los hombres nunca dudaban en subirla; pero, ya dentro del vehículo, la mujer empezaba a mirarlos de manera provocadora, a realizar movimientos tentadores y a seducirlos.
Finalmente los inocentes hombres detenían el vehículo y comenzaban a acariciarla y a besarla, pero he allí que el deseo se tornaba en asco y el placer en terror. En efecto, la alguna vez bella dama se transformaba en una especie de asquerosa muerta viviente cuya piel se desprendía poco a poco, quedando entre las manos del hombre restos de piel y músculo. Incluso una vez que el hombre quedaba paralizado por el miedo y detenía sus caricias el proceso de descomposición y degradación continuaba hasta que la mujer se presentaba como un esqueleto viviente, todo aquel que la llegase a ver quedaba en estado de shock: confundido, incapaz de hilar palabras que pudiesen explicar lo sucedido; presa del miedo absoluto, como si acabase de despertar de la más vívida pesadilla.
No se sabe bien origen de la extraña mujer, pero muchos afirman que se trata del espíritu de una perversa hechicera.
Versión azteca
En un pequeño pueblo a las afueras de Tenochtitlán, vivía un valeroso y celebre guerrero con su esposa, la cual jamás le había podido dar un hijo o hija, por lo cual era despreciada entre los miembros de la comunidad. Según la tradición, una mujer infértil debía ser expulsada de la sociedad para evitar que su presencia trajese el infortunio general. Pero el guerrero era compasivo y amaba a su esposa, además de que no perdía las esperanzas de tener descendencia con ella, razón por la cual había evitado que la comunidad exiliase a su mujer.
Sin embargo, cierta mañana el destino la desamparó y su esposo fue enviado a la guerra; mas, para colmo de males, poco después de que él se marchó, ella se dio cuenta de que estaba por fin embarazada. Entonces corrió, intentando alcanzar a su marido para darle la buena nueva. Pero no pudo alcanzarlo, pues una turba de enfurecidas mujeres la apedreó para cumplir con el absurdo rigor de la tradición, matando así al bebé que había en su vientre.
No obstante, tras ser apedreada la mujer rogó a los dioses que la ayudaran en su venganza, y los dioses la escucharon y le concedieron el poder de arrancarse la piel para aterrorizar a aquellas mujeres y después matar a sus hijos...
Ella podía quitarse la piel, ir a matar y luego volver a su apariencia normal, evitando de ese modo las sospechas. Logró así acabar con muchas de las mujeres que la apedrearon en las siete noches de terror que hizo vivir al pueblo antes de que su marido volviese de la guerra.
Cuando su esposo volvió, ella intentó quitarse la piel y salir a matar a las víctimas pendientes sin que él se despierte, sin que se dé cuenta, pero él se hizo el dormido y después la siguió, quedándo espantado al ver el oscuro poder de su esposa y lo que ésta hacía con ese poder. Él sabía que esas mujeres habían obrado mal, pero las acciones de su esposa le parecían desmesuradas, de modo que volvió rápidamente y le lanzó sal a la piel de su esposa para que jamás pudiese volver a colocársela.
Al regresar de su cacería, la mujer del guerrero se puso la piel, pero la sal le causó tal dolor que ella terminó muriendo retorciéndose de agonía. Había nacido La Descarnada.
Nunca más la volvieron a ver, pero desde su muerte fueron frecuentes las historias que hablaban de aterradores alaridos y lamentos que se oían cuando una mujer daba a luz, aunque esos alaridos y lamentos no provenían de la reciente madre sino del espíritu de La Descarnada, envidiosa de aquellas mujeres capaces de traer el hijo o la hija que ella nunca pudo engendrar...
La leyenda no se conoció mucho porque La Descarnada azteca solo se manifestaba en los alrededores de donde había vivido; aunque, hace no mucho tiempo, se dice que un grupo de hombres vio (antes solo se la había escuchado...) a la espantosa descarnada en uno de los senderos que hay en las faldas del Popocatépetl.
Versión ecuatoriana: La Dama Tapada
La versión ecuatoriana de La Descarnada tiene sus orígenes en el Guayaquil (puerto principal de Ecuador) del siglo XVIII. Al igual que la versión salvadoreña, esta leyenda cuenta la historia de una mujer que primero se presenta como bella y seductora y después como una imagen de muerte y descomposición. La historia podría narrarse así:
La Dama Tapada es una misteriosa y siniestra mujer que únicamente se aparece a hombres que caminan solos por las calles de la ciudad entre las 12 y las 4 de la madrugada. Nunca se supo a ciencia cierta su origen ni de dónde venía, lo único que es una realidad es que aparece a pocos metros y de forma casual frente a los hombres que prendados de su belleza comienzan a seguirla.
Era una mujer de esbelta figura y cautivadoras formas, de andar seductor y elegante, rodeada de un dulcísimo aroma que dejaba al paso y cubierta en el rostro por un velo que, pese al enigma que representaba, dejaba averiguar gran belleza y juventud tras las sedosas telas... Ningún hombre -sea joven o viejo- se le resistía, todos se veían hipnotizados ante la intensa atracción que ejercía aquella mujer, empezando así a seguirla sin importar qué tan tímidos fuesen. Aunque resultaba desconcertante el que la distancia entre el hombre y la enigmática dama siempre se mantenía igual: nadie se alejaba, por más cobarde que fuese, y nadie se le acercaba más allá de cierto punto... De esa forma la Dama Tapada los mantenía hipnotizados por su atracción, haciéndolos seguirla a lo largo de angostos callejones: girando a uno u a otro lado sin perderse, mostrando un conocimiento inusitado de la zona.
La mujer parecía invitar a su perseguidor a que la siguiese con leves giros de cabeza y miradas fugaces, así como una risa juvenil. Tal era el estado de "enamoramiento" de los hombres que la seguían, que no parecían darse cuenta de que nadie más podía verla e incluso las personas que se cruzaban de frente con ella parecían ignorarla.
Finalmente, tras mucho andar la dama se detenía y le decía al caballero: "Ya me ve usted cómo soy... Ahora, si quiere seguirme, siga...". Entonces se quitaba el velo y por uno o dos segundos, el rostro de la mujer mostraba una deslumbrante belleza griega: finas y delicadas facciones, piel fresca y sonrosada, ojos de cautivadora hermosura y labios de ardiente sensualidad. Pero, tras la breve visión, las sombras oscurecían aquel rostro y la mano de la muerte caía sobre ella, como en acelerada descomposición, reemplazando a la belleza y a la juventud por una horrenda calavera de la que manaba un hedor intolerablemente nauseabundo... Entonces el hombre quedaba paralizado por el espanto, todo tembloroso y con la frente y las manos bañadas por gotas de un sudor frío como la muerte...
Según cuentan quienes lograban verla desaparecer, la dama se desvanecía al llegar a la vieja "casa abandonada de don Javier Matute".
Como antes se dijo, el origen concreto de la Dama Tapada está en el misterio, aunque dentro de la tradición oral se afirma que ella es el alma en pena de quien en vida fue una hermosa mujer que abusó de sus atributos en el "comercio de la carne".