Frankenstein

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¡FRANKENSTEIN EN LA EDAD DEL BRONCE!
Corría el año 2001 cuando el arqueólogo Mike Parker Pearson del University College London se encontraba excavando las ruinas de un lugar del siglo XI llamado Cladh Hallan, en una isla de la costa de Escocia. Descubrió un enterramiento mucho más antiguo, de hace unos 3.000 años. Contenía los restos de un hombre y una mujer, ambos de unos 40 años, en posición fetal. Lo primero que sorprendió al Dr. Parker fue lo extraordinariamente bien que se habían conservado ambos esqueletos. Se encargó el estudio de los huesos Terry Brown, profesor de arqueología biomédica en la Universidad de Manchester. Afirmó que los esqueletos habían sido enterrados durante un tiempo en una turbera donde el ambiente ácido y el poco oxígeno inhibieron el crecimiento de las bacterias que descomponen los huesos. Y posteriormente fueron enterrados en su lugar definitivo. Pero algo no le encajaba (nunca mejor dicho) al Dr. Brown. Concretamente, la mandíbula de la mujer. No encajaba debidamente con el resto del cráneo. Extrañado, encargó la pertinentes pruebas de ADN y de Carbono 14.
Entonces vino el susto.
La mandíbula, el cráneo, el brazo y la pierna de la mujer procedían de distintas personas. Y otro tanto ocurría con el esqueleto masculino. ¡Pero es que además, en el caso del hombre, los huesos correspondían a personas muertas con cientos de años de diferencia!
¿Dos monstruos de Frankenstein hace 3.000 años?
Una de las explicaciones posibles es que aquellas familias del Bronce escocés coleccionaban los restos de sus muertos, a través de generaciones en el caso del hombre, para reunirlos en un único “súper antepasado” que aunara simbólicamente a dichos ancestros en un mismo linaje.
Aquí sí cabría decir eso de “¡Tienes la mandíbula de tu abuelo!”
-ArqueoEduca

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