Capítulo 31

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1 de Septiembre de 1982.

—Tranquilo JungKook, todos aquí lo saben. Lo haremos sentir parte de esto— Jeon miraba los minutos correr en el reloj, y escuchaba el interminable "tic tac"; mientras su madre lo observaba desde el marco de una puerta.

—El fue lo más real que he tenido en estos meses, ha sido de las pocas cosas que al día de hoy logran hacerme feliz. Necesito que se sienta parte de mi, y ustedes son todo lo que tengo— el menor no quitaba los ojos del reloj de pared que marcaba las siete de la tarde, aún cuando su madre se había acercado a él— Saben que amaría que se quedaran ¿No?

—Sabemos que es tu cumpleaños JungKook, pero tu tío en serio nos necesitan. Tienen que hacer una mudanza para un hombre al que estan persiguiendo, y tiene que ser hoy— el señor Jeon se paró justo detrás de su hijo y apoyó sus manos en los hombros de éste, aprovechando que el menor estaba sentado— Mañana a primera hora estaremos acá, lo prometemos. No vayan a volver tarde en la noche, ¿Si?

—Lo se padre, lamentablemente tengo que saberlo.

Al escuchar unos suaves toques en la puerta, JungKook salió de aquel transe en el que se encontraba y se levantó rápidamente de su sitio.

Un jóven rubio se encontraba del otro lado, sonriéndole ampliamente, mientras miraba con sus ojos curiosos a las personas que se encontraban tras JungKook.

—Adelante Jimin, pasa— el azabache le dedicó una sonrisa e hizo un paso al costado para que éste entrara.

Park se encontraba a un lado del menor, mientras saludaba cortésmente a los señores Jeon que conservaban esa cara de sorpresa.

—Les presento a Park Jimin, él es mi...

Por unos segundos Jeon pensó en qué eran realmente, nunca lo habían puesto en claro, simplemente sus líneas se habían cruzado tanto que eran imposibles separarlas, un dibujo que no tendría una línea de comienzo o de fin.

—Mi razón de no desistir.

Las cinco palabras más sinceras que alguna vez se habría imaginado decir. Y aún así, las suficientes para que Jimin comenzara a acalorarse, decorando sus mejillas con intenso rosado.

—Mucho gusto en conocerte Jimin, JungKook nos ha atormentado contigo desde hace tiempo— Jeon tuvo que contenerse para no explotar al ser expuesto por su padre de tal manera.

—Me alegra demasiado escuchar eso.

—¿Lo ves JungKook? No hay motivo para que te enfades conmigo— su padre tuvo que contener la risa al observar la escena que formaban aquellos jóvenes juntos— Bien, nosotros vamos a dejarlos. Así no hacemos enojar más al pequeño polvorita.

La señora Jeon se acercó cariñosamente y se atrevió a abrazar a Jimin, abrazo que fue recibido, para luego susurrar algo al oído de su hijo y despedirse de ambos.

—A las siete estamos aquí, sino... ya sabes, JungKook— el señor Jeon le echó un vistazo a todo nuevamente y salió de aquella casa.

Sin alguna pertenencia, más que sus llaves, y unos carnets de identidad falsificados.

—Bien, estamos— Jeon miró a su alrededor y luego posó sus ojos en el más bajo— solos.

Sin titubear el rubio rodeo el cuerpo del menor con sus brazos, aferrándose a éste y soltando todo al aire contenido.

Era el lugar que más amaba, y el que más protegido lo hacía sentir.

El ritmo constante de los latidos y el calor que emanaba el cuerpo de JungKook, era tan tranquilizantes para Jimin.

—Te extrañé, ¿Lo sabes?— el azabache acercó su boca al oído del mayor, susurrando suavemente— Odio tener que buscar siempre una excusa para verte, odio esperar días para saber cómo te sientes. 
Odio que tengamos que comunicarnos por cartas y no poder llamar a tu casa para saber de ti. Odio las putas cartas.

Jimin lo observó, inconscientemente había fruncido los labios, acción que amaba el menor.

—Puedes odiarlas, pero son lo más seguro que tenemos. Y no te olvides que eso nos unió.

Otra vez, otra vez aquella mueca que Jimin ni siquiera notaba que la hacía, pero que lo hacía ver tan tierno a los ojos de Jeon.

—Vas a matarme mientras sigas frunciendo tus hermosos labios así— JungKook tomó con ambas manos el rostro de Jimin, para depositar un corto beso sobre esos labios.

Pero para su sorpresa, el mayor no dejó escapar sus labios, acercándose más al cuerpo de Jeon y profundizando aquel beso.

Entre medio de aquel beso, el menor lo interrumpió.

—Estas algo cambiado ¿No?

—Feliz cumpleaños, Jeon JungKook.

Aquel tono.

Un tono que nunca habia escuchado salir de la boca de Park.

Uno jodidamente sexy.

Casi tanto como aquella sesión de besos en la que se encontraban, antes de que Jeon tomara a Jimin por sus muslos, los cuales luego se aferraron al torso del menor.

JungKook caminó lentamente hasta llegar a su habitación, haciendo que la espalda de Jimin chocara con la puerta de esta. En un rápido movimiento el rubio abrió la puerta, sin dejar aquellos labios que tan loco lo tenían.

En poco pasos se toparon con la cama, Jeon se inclinó un poco hacia esta para que el mayor pudiera recostarse, pero sin dejar de acariciar los muslos de éste.

Jungkook observó rapidamente a aquel rubio y sonrió inmensamente, para luego acercarse lentamente hacia este, quien no se perdía un movimiento de aquel azabache.

Sus bocas se buscaron nuevamente, pero sus manos y torsos ahora se encontraban libres para recorrer el cuerpo del otro.
Los besos de Jeon comenzaron un tortuoso camino desde la línea de la mandibula, hasta el cuello del rubio.

—El cuello no Jeon, lo sabes— El menor le sonrió y siguió bajando con sus humedos besos, hasta llegar a su abdomen donde no dudó dejar una pequeña marca en aquella blanquecina piel.

—Eres simplemente perfecto.

Un beso.

Otro más, pero aún mas abajo, casi rozando la linea donde se encontraba en pantalón que traía.

La mismisima perdición, tenía nombre y se llamaba JungKook.
El azabache luego de aquel último beso no había podido contenerse, y depositó otro, pero sobre la entrepierna del rubio, provocandole un sonoro jadeo.

Jimin no sabía donde colocar sus manos, por lo que una de ellas terminó en la cabeza de Jeon, donde sus dedos jugueteaban con los oscuros mechones de su pelo; mientras que la otra estrujaba suavemente las sábanas.

JungKook miró a Jimin nuevamente, esperando la aprobación de éste, que frenéticamente movió su cabeza afirmativamente.

Las yemas de los dedos de Jeon acariciaban suavemente la piel de Park a la vez que deslizaba el pantalón que traía, para luego retirarse el propio.

Ambos habían deseado tanto eso, amaban saborear lo prohibido; porque en realidad para ellos el paraíso nunca había existido, habían sido desterrados de éste, casi desde que se les marcó un destino a sus vidas.

Aquello que había entre ellos era lo más cercano que podian estar del paraíso  y el infierno a su vez. Diferentes caras de la misma moneda.

This Thing Called Love [Kookmin/Taegi AU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora