Prólogo: "Extrañamente."

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─ ¿Velasco? ─ Brisa se asomó por la puerta, en mano estaba su portapapeles. El día había sido demasiado agotador, ya estaba demasiado ansiosa por irse.

Alzó su mirada y vio a una chica bicolor pararse con una mujer rubia a su lado. Brisa supuso que era su madre y la verdad que a estas alturas ya no le sorprendía.

Porque, diablos, Brisa estaba todos los días diagnosticando a sus pacientes con tumores paratiroideos, prolactinomas, osteoporosis, menopausia y por sobretodo, diabetes.

Se alejó del marco y perezosamente se tiró en su cómoda silla, era la primera vez que aquella chica iba. Y con lo que había leído del expediente, no podía sorprenderse del todo.

─ Buenas tardes ─ saludó la mujer rubia cerrando la puerta, mientras que la chica bicolor se sentó cabizbaja y acomodando algo detrás de su oreja.

Brisa sonrió amablemente.

─ Buenas tardes, soy la doctora Dominguez, ¿en qué puedo ayudarles? ─ ya hasta parecía un robot de tantas veces que lo decía.

La mujer parecía bastante decaída y la bicolor parecía aburrida. Brisa no la juzgaba.

─ Mi hija es diabética ─ empezó la mujer y Brisa asintió lentamente, eso decía el expediente ─ y la insulina ya no le está funcionando. Fuimos a muchas consultas y todos decían que era por las hormonas.

─ ¿Qué tipo de diabetes tiene? ─ le preguntó mirando directamente a su paciente, quien fue codeada por su madre. Vio la visible confusión, con una sonrisa tranquila empezó a hablarle con las manos.

"¿Qué clase de diabetes tiene?" La paciente se quedó en blanco unos segundos.

"Diabetes tipo uno" le respondió.

Brisa volvió a asentir.

─ ¿Cuáles son los síntomas físicos que usted ve? ─ la profesional se volvió a mirar a la señora.

─ Pérdida de peso ─ la señora Velasco no parecía tener otra expresión que no sea dolor. ─ Y fatiga ─ agregó, obligándose a mirarla a los ojos.

─ ¿Estudia? ─ Brisa bien sabía que en la diabetes eran común tener fatiga, pero quizá el estudio fuese el causante.

La señora negó con la cabeza casi frenéticamente.

─ ¿Trabaja? ─ Brisa quiso hacer alguna broma por las tantas preguntas que iba haciendo, pero sabía bien que era parte de su trabajo.

La mujer volvió a negar.

Entonces la profesional apretó los labios, frunció las cejas un poco y puso una mano en su barbilla, claramente pensando en su próxima tarea.

─ Bien. ¿Me puede oír? ─ la mujer miró a su hija y asintió ─ voy a tener que preguntar algunas cosas. El nombre y la edad ya lo sé, pero necesitaré que me lo repitas.

Brisa no sabía qué clase de sordera era y estaba intentando ser cautelosa.

Se alivió cuando la vio abrir la boca.

─ A-Angie Velasco ─ una voz nueva, una entrecortada, una temblorosa se hizo presente. ─... veinticuatro años.

Brisa intentó no parecer sorprendida. Habían muchísimos pacientes mayores que tenían aquella enfermedad, pero nunca podía detenerse de sentir esa pena cuando veía a estos más jóvenes. La vida era injusta.

─ ¿Hay familiares tuyos con diabetes?

─ Sí, su papá ─ intervino la triste mujer.

La profesional volvió a apretar los labios. Con razón había tanta tristeza en sus orbes marrones. La señora Velasco tenía a dos seres queridos sufriendo por lo mismo.

─ ¿A qué edad la diagnosticaron?

─ Siete años, cuando empezó a dejar de entender lo que le decíamos y...

─ Oh, no no, hablaba de la diabetes ─ interrumpió muy a su pesar.

La mujer se puso roja de inmediato. ─ A los diez le diagnosticaron la diabetes tipo uno.

Brisa se relajó un poco, habían veces que la diabetes podía ocasionar sordera y este no era el caso.

─ Está bien. ¿Es solo la insulina la razón de esta consulta? ─ Brisa descansó su espalda en la silla y esperó paciente una respuesta.

─ No... ─ la voz de Angie, su paciente, volvió a hacer acto de presencia.

─ ¿Qué es lo que siente y por qué cree que se relaciona al tipo dos? ─ no había mejor persona que ella en saber lo que era la diabetes.

Angie dudó desde su asiento, observándola con una expresión indiferente y arrugando su frente.

─ Visión borrosa ─ alzó su dedo, empezando a numerar ─ sed y cansancio ─ terminó y bajó la cabeza.

Brisa mordió su labio y, aún pensando en su próximo objetivo, se inclinó hasta que sus codos tocaron su escritorio.

Sonrió.

─ Necesitaré pesarte, medirte y revisar tu piel ─ dijo de una.

Angie la miró inmediatamente, con algo de temor y extrañeza.

─ Necesito que mires para arriba ─ Brisa no paraba, sabía que no había tiempo que perder entonces posó para darle un ejemplo de lo que pedía. La bicolor la miró raro, pero igualmente lo hizo.

Brisa examinó la piel de su cuello y suspiró silenciosamente. En definitiva, habían manchas ahí.

Manchas rojas. Infección de piel.

Asintió para sí misma y hablando bajo le pidió que mirara al frente. La cara de su paciente no había sido afectado, pero su cuello no tenía la misma suerte.

─ Bien ─ nuevamente repetía la palabra ─ ¿Te dan miedo las agujas?

Su paciente negó inmediatamente.

─ Genial. Porque para nuestra próxima consulta, deberás traer un examen de sangre ─ volvió a tirar su espalda hacia su silla.

Le causó ternura esa expresión confusa.

─ ¿Eso es todo? ─ la mujer rubia la miraba sorprendida.

─ Sin el examen de sangre no puedo darle un diagnóstico de veras ─ contestó con una pequeña sonrisa.

─ A menos que quieran consultar algo más ─ agregó juntando sus manos. Ambas negaron con la cabeza.

Brisa chasqueó su lengua y se paró, llevando su silla hasta la pared exageradamente. Se dirigió a la puerta y sin apuros la abrió.

─ Muy bien, las veré en nuestra próxima consulta. Espero y ver la muestra ─ mantenía una sonrisa de oreja a oreja que ninguna de las Velasco comprendía, solo pensaban que era una amigable.

Madre e hija siguieron sus pasos en silencio y antes de llegar a salir completamente, la mujer mayor se volteó.

─ Muchas gracias por recibirnos, doctora.

─ El placer es mío. Las estaré esperando.

Y cuando iba a cerrar la puerta, sintió una mirada penetrante sobre ella. Instintivamente miró hacia la persona.

Su paciente Angie.

La miraba con pizca de curiosidad.

─ ¿Sí? ─ el monosílabo salió por sí solo.

─ ¿Nombre? ─ no se esperaba esa pregunta, pero rápidamente relajó sus cejas.

─ Brisa. Brisa Dominguez ─ se presentó y con una sonrisa alegre cerró la puerta.

«Qué día agotador» pensó para sí y nuevamente se dirigía a su silla. Aún habían pacientes por atender.

¡buenas! les doy la bienvenida al ff que ha estado meses en borradores.

¡espero que les guste y que la información escrita sea lo suficientemente agradable para ustedes!

la verdad no sé cuándo estaré actualizando, así que por favor les pido paciencia y por si las dudas, me ayudarían preguntando cuándo nuevo capítulo (porque si no me olvido).

SUNSETZ ─ [ BRANGIE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora