5. Recuerdos

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─ Veamos~... ─Kai sirvió la leche en la mamadera y luego de cerrar la tapa se echó un poco sobre el dorso de su mano para verificar la temperatura.─ Creo que esta bien, aquí tienes.

Mikey recibió la mamadera gustoso. Sonrió por lo dulce que estaba su desayuno. Después de dar un trago generoso separo la mamadera de su boca y tomo uno de los Dorayakis de su plato, dándole un mordisco en tanto movía sus pies de adelantes hacia atrás al tener sus piernas colgando de la sillita.

Kai se sentó soltando un suspiro suave. Había intentado hacer Dorayakis unas cinco veces hasta que a la quinta vez le salieron dos preciosos Dorayakis rellenos, con un aroma sumamente embriagante que provoco que el pequeño Mikey aplaudiera felicitando a la mayor por no echarlo a perder.

Mientras el mas bajo desayunaba, se preguntaba si Kai tenia algún tipo de experiencia previa con niños. Le parecía raro que una asesina a sangre fría pudiese preparar con tanta facilidad una mamadera, con la cantidad justa de azúcar y con la temperatura indicada sin echarlo a perder ni una vez.

Hacer Dorayakis era cosa a parte, ya que sabía que a Kai no le gustaba cocinar.

Pero le era extraño que ella supiera los cuidados básicos de un niño de dos años. Durante la noche, ella había puesto almohadas en el suelo y en los bordes del colchón para evitar que se lastimara si se llegaba a mover o a caer de la cama. También supo hacerlo dormir con mucha facilidad. Solo basto con que Kai lo recostara sobre su cuerpo y pegara pequeños saltitos leves mientras daba caricias sobre su espalda y tarareaba una canción.

Mikey se había dormido a penas cerro los ojos. Había dormido muy bien.

Los cuidado que Kai tenia con él le hacian recordar a cierta persona que preparaba todas las mañanas su desayuno, procurando hacerlo bien para que el estuviese contento.

Le hubiese gustado amanecer con Kai a su lado, pero bueno, sabía que no podía tenerlo todo en esa vida.

Oh bueno, si podía.

Soltó un pequeño eructo y miro en dirección a la peliazul esperando que ella no lo hubiese escuchado. Cosa que no fue así.

Kai soltó una risa pequeña al oírlo.

─ Creo que fue el eructo mas tierno que escuche en mi vida. ─dijo con una sonrisa. Le dió un sorbo largo a su café mientras oía como Mikey reía audiblemente y aplaudía.

Cundo Mikey terminó su segundo Dorayaki, decidió que era hora de divertirse. Y con divertirse se refería a tomar una siestita en el sofá con Kai.

¡Upa, upa! ─alzo ambos brazos hacia arriba mientras formaba una línea recta con sus labios.

Kai terminó rápido su café antes de levantarse y llevar la taza al fregadero. Luego tomo al menor en brazos y camino directo a la habitación, cosa que alertó al menor.

─ No, no, no... ─el peliblanco empezó a negar mientras apuntaba con su dedo el sofá que a medida que se alejaban se iba haciendo mas pequeño.

─ Tranquilo, necesito cambiarte de ropa. ─hablo mientras entraba a su habitación con un pequeño que estaba a punto de formar una rabieta.─ No puedes estar todo el día en piyama.

"¿Quien fue el estúpido que creo esa regla?"

Kai lo sentó en la cama, y mientras ella buscaba la ropa adecuada el menor iba pensando en algún otro plan para salir de esa situación.

La peliazul volvió con el menor con la ropa en mano. Se sorprendió al ver al peliblanco con los brazos cruzados sobre su pecho, y ese indistinguible puchero en los labios.

Boss Baby. ━ BontenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora