Bee siempre soñó con visitar Roma, y después de ganar un concurso de canto, el premio termina por pagar el viaje de su vida.
En la sala de abordaje conoce a una joven hermosa con unos ojos negros que la atrapan y unos labios que desea besar; se resi...
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No me equivoqué en lo absoluto al pensar que aquella sería la noche más romántica de mi vida, y estoy sorprendida de la mejor manera posible: Porque me estoy sintiendo amada en una forma romántica, esa forma de cariño que siempre deseé tener en mi vida, y porque usualmente nunca tengo razón en nada. Descubrir que una de mis corazonadas era cierta me resulta simplemente… placentero.
Lo que no resulta ni de cerca placentero es llegar al hotel para mirar la fecha en mi teléfono y darme cuenta de que en menos de una semana este viaje llegará a su fin, y que probablemente una noche como esta no vuelva a repetirse. Que quizá las cosas terminen, porque las responsabilidades volverán y el tiempo se va a escapar de nuestras manos.
Trago saliva mientras me surge un pequeño vacío en el corazón y un montón de neblina en la cabeza.
Pienso en la posibilidad que existe de que Honey y yo terminemos por alejarnos después de esto; que incluso si volvemos a exactamente la misma ciudad, nuestros caminos podrían nunca volver a cruzarse, porque a veces las cosas son así: Todo se alinea para volverte la vida miel sobre hojuelas por unos segundos, y convencerte de que las cosas serán siempre así, y luego te hace dar cuenta de que te ilusionaste demasiado con algo que no va a rendir frutos por más que lo desees.
Siento que esto está a punto de pasar.
Dejo cargando el teléfono en el suelo de la habitación, cerca de la esquina de ésta, y vuelvo a recostarme al lado de Honey, que me observa durante todo este proceso y sonríe con una cantidad inmensa de ternura, con ese bello sonrojo, con todo lo lindo que hay en ella y que hace latir a mi corazón con fuerza.
Yo quiero evitar mirarla, pero no logro hacerme caso a mí misma. Termino viéndola por un buen rato mientras espero que mis ojos no empiecen a humedecerse; ella amplía su sonrisa y me da un beso suave antes de voltearse y apagar la lámpara sin siquiera decir nada.
No me quejo, sino que le doy la espalda también y pretendo que no me duele la idea de que nos falta tiempo; de que, cuando terminen estas vacaciones, ya no lo tendremos en lo absoluto y algo va a fallar.
Todo siempre falla cuando estoy empezando a ser feliz, ¿por qué ahora sería diferente?
El pensamiento me quita el sueño y hace que de vez en cuando me remueva sobre la cama, como si cambiar de posición pudiera callar mi mente por un segundo y hacerme sentir más tranquila.
—Te mueves mucho —Se queja Honey pocos segundos después. Me muerdo el labio ante la culpa; no me agrada la idea de no dejarla dormir.
—Lo siento —Me disculpo antes de volver a voltearme y tratar de concentrarme lo suficiente para no moverme de nuevo. Entonces siento cómo ahora es Honey quien se mueve debajo de las sábanas. Su respiración cálida comienza a rozarme el cuello y yo solamente pienso en que voy a extrañar esta sensación, la cual en otro contexto me hubiera causado tantas cosas… y ninguna de ellas se relacionaría en nada a la tristeza.