Despierto y apenas puedo pensar en cualquiera de las cosas que hayan ocurrido la noche anterior, puesto que me distrae cierto picor en los labios. Uno que disfruto aunque no tenga idea de exactamente cuál es su causa; no obstante, ese hormigueo se siente específicamente como ese que se presenta al extrañar un beso. Un beso de labios suaves y con sabor a…
No sé cómo sentirme en cuanto distingo bien el sabor. No sé si celebrar que lo logré o encerrarme dentro de mi propia mente a sufrir porque seguramente quien me besó no recuerda haberlo hecho o nunca querrá hablar de ello, catalogándolo como todo aquello que no quiero que sea: Un error.
¿Y es que… quién más podría traerme ese precioso gusto a miel?
Trato de recordar y todo me lleva hacia ella, porque ella es la única persona con la que estuve en toda esa noche. Nadie más que ella pudo haberme besado; lo delatan los pocos recuerdos que consigo, y ese sabor a alimentos que extraño consumir.
Me incorporo un momento, sentada en el sillón, y después de darme cuenta de que no sé en realidad qué hacer, respiro hondo y vuelvo a tirarme de espaldas a la tela para quedar acostada. Suspiro y aprieto los ojos en un intento de volver a dormir y dejar de pensar por completo, esperando que el evento que ocupaba mis pensamientos no decidiera ocupar también mis sueños y hacerme difícil ese simple acto de descansar un poco.
El problema es que no logro conciliar el sueño sin antes repetir muchas veces en mi mente el cómo creo que se vió el momento en que nos besamos, y tratar de encontrar las palabras perfectas para describir —narrar— ese momento que en mi cabeza se ve precioso; con la iluminación tenue y blanquecina traspasando las cortinas, con la pelirroja haciéndome hacia atrás un mechón de cabello y sonriendo a la vez que se lame los labios y se acerca lento, tentándome y a la vez siendo una advertencia de lo que está a punto de pasar, y de que se va a sentir bien. Correcto. Y de que ninguna de las dos se va a arrepentir.
¿En qué momento convertí en ficción mi propia vida? ¿En qué momento me volví tan dependiente de mi imaginación para sentirme al menos un poco feliz?
De pronto queriendo llorar debido a que sé que todas esas sensaciones e imágenes bonitas son una fantasía, termino por caer dormida antes de romperme; de liberar lágrimas y hacerle preguntas a mi amigo el aire porque Honey nunca querría darme sus respuestas.
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Honey
RomanceBee siempre soñó con visitar Roma, y después de ganar un concurso de canto, el premio termina por pagar el viaje de su vida. En la sala de abordaje conoce a una joven hermosa con unos ojos negros que la atrapan y unos labios que desea besar; se resi...