4

7 1 1
                                    

— Es de...— ahí me quedé pensando de dónde había dicho que era, recuerdo que tiene un nombre oriental, pero no sé de exactamente es, así que otra vez me tuve que dirigir hacía el chico.

— Perdona, ¿Pero de donde me habías dicho qué eres? —. Vi cómo el chico se puso nervioso, y tartamudeando dijo:

— Soy de Japón—.

— ¿Con qué Japón, eh?!— sonrió Don Mario.

— Nunca creí en mi vida que le vendería cacahuates japoneses a un japonés—.

— ¿japoneses? — preguntó el chico.

— ¡Sí! Así los conocemos nosotros, ¿Allá tienen un nombre diferente? —.

— En Japón los conocemos como "Cacahuates mexicanos", ¿Qué no son mexicanos? —.

— ¿Cacahuates mexicanos? — respondimos al unísono Don Mario y yo.

— ¿Acaso no provienen de aquí?, de ahí alguien los llevó a Japón ¿no? —.

— Espera... ¿No los creo un japonés? -.

Don Mario, Kazuo y yo, ahora tenemos una duda existencial, sí en Japón los conocen como cacahuates mexicanos y aquí como japoneses, ¿De dónde exactamente vienen? Ahí nos quedamos parados pensando un rato...Ahora no podré dormir con esa pregunta en la cabeza.

— ¡En fin! — exclamé con tal de romper el silencio incómodo que había en el ambiente.

— ¿Vas a llevar algo Kazuo—?

—Una bolsita de cacahuates mexi... bueno, una bolsa de cacahuates —.

— Ok, marchando ¿Y tú Mari? —.

— También una bolsita de cacahuates con salsa y de paso me llevó un pulparindo y 4 chicles — le dije en lo que agarraba los dulces de su puesto, por qué no solo cacahuates vendé.

— Ok, serían 12 pesos de joven y de lo tuyo Mari, 28—.

Ambos pagamos casi al mismo tiempo, chocando sin querer nuestras manos, como de costumbre el chico se avergonzó, yo también, algo, pero bueno. Me despedí de Don Mario, en lo que caminaba por el mercado, vi como Kazuo corría hacía mí, gritando y agitando sus brazos, haciéndome señas de algo, seré otaku, pero cabe aclarar que no sé taka taka.

Kazuo llegó hasta mí, me agarró de la mano con prisa, y nos echamos a correr, recuerdo que le grité molesta a Kazuo por qué en lo que me tomó de la mano, hizo que se me cayeran dos de los cuatro chicles y mi pulparindo, apenas logré de milagro salvar mi bolsa con cacahuates, Kazou nuevamente habló con un terrible español gritando.

—¡ATRÁS!—.

Amor de CacahuateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora