Henrick (o Enri, como todos le llamábamos) había sido mi mejor amigo durante los dos últimos años de la carrera de Medicina. Formábamos parte de un grupo de 8 muy buenos amigos a los que tenía la suerte de haber ido conociendo a medida que mi vida académica avanzaba.
No podía pedir más.
Los dos últimos años sin ellos, después de haber hecho el maldito MIR (prueba de acceso para escoger la especialidad en España) y haber elegido la especialidad de ginecología en Valencia habían sido un poco menos estimulantes.
En este momento, con 26 años, estaba viviendo con mi novio Javier, que fue el motivo de la elección de destino, en un pequeño apartamento en la Calle Colón.
Bueno, últimamente me daba la sensación de que estaba viviendo sola. No había día en que no le explotasen desde que le habían concedido el ascenso en la empresa.
Me alegró comprobar que sólo eran las once de la noche cuando escuché el repiqueteo de las llaves que tan característicamente precedía a su entrada en el salón.
- Hola cariño, ya estoy en casa...- percibía una mezcla entre cansancio y otro sentimiento que no era capaz de identificar.
-¿Cómo ha ido el día?
-Más o menos bien.
-¿Qué ha pasado? - pregunté, intentando descifrar su expresión.
Javi siempre había sido un chico animado de puertas para fuera, típico perfil de persona que no importaba lo mal que lo estuviese pasando, tenía una sonrisa para quien quisiera disponer de ella y miles de recursos para sacar fuerzas aún en sus peores momentos. Era por ello que me había costado más de un año intuir sus verdaderas emociones, pero actualmente me consideraba toda una experta en entender ese "yo" que tanto se esforzaba en esconder bajo
la superficie.Sin embargo, hoy no hubiera hecho falta demasiado reconocimiento para sospechar que algo iba mal.
Suspiró.
-Te prometo que no se ni cómo decírtelo...
-Venga, sea lo que sea, podremos con ello. Tranquilo.- Le animé.
Quería darle calma. Solo mostraba su faceta de inseguridad en lo referente al trabajo, por lo que su tono vacilante auguraba futuros problemas financieros.
Le hice hueco en el lateral del sofá.
-Mi compañía va a abrir una sucursal en Alemania y me piden que vaya a trabajar allí los próximos tres años, a cambio de encabezar la dirección a mi vuelta.
-¡Anda! pero si eso es genial- El alivio inundó todo mi cuerpo. - Aunque creía que tenías que cumplir primero los tres en este destino.
-Ya... Ha sido un cambio de planes un poco precipitado.
-Bueno, ¿y has aceptado?
-Aún no, pero tampoco parece el tipo de oferta que se puede rechazar... He pensado que, como tú te vas a Manchester este curso, igual puedo aceptar una temporada y luego vienes tú o vemos qué hacemos - se mordió el labio inferior y desvió la mirada hacia el suelo. No sonaba muy convencido. - Siempre nos las apañamos, ya sabes.
Eso era verdad. Desde que nos conocimos hacía 7 años, él había conseguido un trabajo en Murcia durante mis años universitarios y, cuando le trasladaron a Valencia, fuimos capaces de soportar unos meses a distancia, hasta que se me ofreció la posibilidad de coger su destino de trabajo. Omitiendo "el incidente" y consecuente parón de un mes cuando llevábamos 4 años, nuestra relación era una maravilla, de película.
-¡Claro que sí, ya verás! Aunque creía que no te hacía mucha gracia lo de Manchester - me había suplicado en varias ocasiones que me quedase con él, ahora que por fin nos veíamos cada día.
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Pero primero, quiéreme
RomanceNunca había entendido el motivo por el que las personas sucumbían a los encantos del descontrol. Pocas veces había antepuesto una decisión complicada a la comodidad de una vida resuelta: trabajo, familia, novio... Y, sin embargo, ahí estaba yo, en...