7. Piratas y ladrones de tumbas.

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ILKAY.

Los fines de semana casi siempre estoy en casa, es decir, en el Selenia. Los chicos y yo no somos precisamente cercanos.

Me llevo bien con ellos, a diferencia de Hydra, pero no siento que encajo totalmente en su círculo. O quizás, son ellos los que no encajan en el mío.

Todos son nobles, de menor o mayor título. Todos tienen eso en común, se pasean en reuniones de élite, pavoneándose y presumiendo. Ese es su mundo, muy distinto al mío.

No los critico por ser de esa forma, porque en vidas anteriores yo también lo he sido. El problema es que prefiero la paz. La soledad que me transmite el sonido del océano, el sonido de la vida.

Ellos son ruido y guerras constantes, están llenos de vida y de energía pero no se detienen ni un segundo a apreciarlo. No saben apreciarlo.

Papá me llama desde la cubierta, pidiéndome que me acerque a él.

Su cabello oscuro ha sido decorado por el paso del tiempo con algunas canas y su piel bronceada tiene algunas cicatrices por las aventuras que ha vivido.

El capitán.

Callum Heaven, para el resto del mundo.

Cal, para sus viejos amigos.

Jaxon, para mamá.

Papá, para mi.

No soy realmente hijo suyo, por lo que no llevo sus apellidos. Mamá conservó el nombre de mi padre en mí: Novak. Sin embargo, Cal ha estado ahí desde antes de que yo naciera, ayudando a mamá, cuidándola y cuidándome a mi también.

No sé cuánto tiempo pasó exactamente, pero recuerdo que él fue mi padre desde mucho antes de que se casara con mamá.

Me acerco a él y me muestra una enorme sonrisa mientras coloca una mano en mi hombro y me enseña un mapa desgastado y arrugado. Un tesoro, una nueva aventura, algo nuevo qué explorar, una maldición por conocer. No lo sé, pero me entusiasma igual que cuando tenía seis años.

—Hijo, ¿crees que tengas tiempo para otro viaje con la tripulación?—me dice con voz gruesa, abriendo el mapa como un tríptico y sonrío encantado cuando se ilumina el interior.

El mapa mágico que encontró hace años, que cada cierto tiempo le muestra un misterioso lugar para aventurarse, siempre con una antigua leyenda que asegura que el lugar está maldito o que promete las cosas favoritas de un pirata: tesoros, o una muerte segura.

Cualquier opción es igual de atrayente y arriesgada. Puedo contar con los dedos de una mano el total de los tesoros que ha encontrado en los últimos años, y aún así me sobrarían cuatro dedos.

No es el tesoro el que tienta al pirata, sino la aventura. El riesgo de poder lesionarse gravemente o morir en la misión. De volver con cicatrices que puedan dar fe de que las historias que cuentan son ciertas, de volver y presumir que han vencido a la muerte, aunque mi familia y yo sabemos que nadie la ha vencido nunca. Pero por sobre todas las tentaciones, el océano es la principal.

El respeto que un pirata le tiene al océano en el que navega es mucho más sincero que el que los humanos le tienen a los dioses, que raya más el miedo. Y el amor que le tiene un pirata a su nave en cuestión, es comparable con el que siente por su esposa, aunque cuidan más la nave.

—¿Hacia donde señala el mapa esta vez?—pregunto entusiasmado, hace más de un año que no salgo a explorar con él.

—Hacia el norte, siguiendo la primer estrella.—señala el dibujo en el mapa y me sorprendo.

HYDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora