10. La inestabilidad del Caos.

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HYDRA.

Es jueves y mi última clase del día es Idiomas, junto a la Diosa del caos. Mi madre. Y ahora estamos estudiando la lengua antigua de las sirenas.

¿Porqué estudiar una lengua que ya conozco? No lo sé, pero sé que tengo que seguir estudiando cada una para descifrar el libro de los muertos. Sé que la clave para eso está relacionada con una de las criaturas mágicas de la existencia, si no es que con todas. Y sé falta algo, una pieza importante que es primordial para lograr mi cometido.

—Como ya sabes, para dominar una lengua es importante conocer la cultura y la forma de vida de sus hablantes.

Su voz suena contenida, sus ojos tienen ese brillo extraño que aparece cuando está a punto de un ataque, lo sé porqué lo he visto miles de veces.

—Hydra, no estás prestando atención, enfocate, ¿quieres?

Se escucha tensa, hace más de un mes que no tiene uno de sus episodios. Así que, hago lo que siempre he hecho; la provoco un poco más.

—¿Sabes que me sé de memoria toda la historia, verdad?—le pregunto en la antigua lengua seeriga, la lengua de las sirenas, en tono condescendiente, desafiante—. Me veo de quince pero tengo treina mil años.

—Treinta mil años y sigues siendo una decepción.—sisea.

Sé que la que habla no es mi madre si no el caos en su interior, con el que siempre he estado en guerra. Así que hace mucho aprendí a no tomarle importancia a las cosas que dice.

—Una decepción a la que aún le tienes miedo, Diosa del Caos.

El efecto es inmediato. El caos en ella necesitaba salir, de lo contrario la consumiría y entonces la Diosa del caos se volvería loca. Es increíble, para provocarla no se necesita de mucho, es mucho más sencillo cuando está a punto de un ataque.

Sus ojos resplandecen, oscuros como la noche misma, azules como la estrella de la que nació. Es mucho más baja que yo y se ve considerablemente mayor. No físicamente, pero en sus ojos se ve su vejez, todo el tiempo que ha vivido, su alma cansada y atormentada por la pérdida y la confusión. Y el rencor, no olvidemos el rencor.

Abro un portal para enviarnos a ambas al palacio, en Riska. Lo que menos necesitamos es que toda la escuela y la comunidad mágica se den cuenta de la naturaleza de nuestra relación de madre e hija.

Mi madre materializa una espada en su mano izquierda y exhala como un toro enojado antes de arremeter contra mi.  Juego entre las sombras, abriendo portales y cerrándolos para evitar que me hiera. Me mira frente a ella un momento y al siguiente estoy detrás.

Eso hasta que el filo de su espada me corta el estómago, junto al ombligo. Ahogo un grito de dolor y sin poder evitarlo mi veneno comienza a emanar de la herida, buscando una piel que no sea la mía, una superficie que no sea yo misma, algo a lo que pueda hacerle daño.

Ella intenta acercarse otra vez para atacarme y grito.

—¡Aléjate! ¡Se hará daño por tu culpa!

Mi herida comienza a cerrarse y el veneno deja de salir, evaporándose en un gas verde que luce más tóxico de lo que es.

Suelta la espada y de pronto sus venas se vuelven líquidas y de ellas empiezan a salir hilos de lava hirviendo, listos para lastimarme. Los utiliza como látigos para alcanzarme pero las sombras me protegen, son tan frías que los látigos se enfrían apenas las tocan.

—La única aquí capaz de hacer daño eres tu y ya has hecho suficiente.

Sé perfectamente de que habla y no me sorprende que sea hoy precisamente cuando me lo eche en cara.

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⏰ Última actualización: May 09 ⏰

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