8. El chico misterioso.

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REBEKAH.

Ha pasado un mes desde que vi por última vez al extraño cambiante.

Hay algo en él que me tiene preocupada y no he dejado de estar alerta desde que lo ví. Le conté a Hydra y ambas lo buscamos por la escuela entera, pero es difícil encontrar a una persona que podría ser literalmente cualquiera. Así que no tuvimos éxito.

Ahora mismo me encuentro en un avión privado—de Dasoldown—yendo junto a Lilybelle hacia la fiesta de cumpleaños de Maevery.

Hydra va a estar ahí, por supuesto, aunque el único medio de transporte que utiliza son sus propios portales. Su nuevo horario la tiene más ocupada que antes pero también más feliz. Aunque esto último tal vez se deba más a cierto Dios de la muerte que siempre está con ella. Me sorprende demasiado que siga negando lo qué hay entre ambos, porque hasta un ciego podría ver la forma en que se miran, no es posible ocultar que se le escapan sonrisas cuando está con él y ya lo incluye en sus tareas y pasatiempos, como si su presencia hubiese dejado de molestarle e incordiarle hace mucho, incluso parece que la disfruta. De hecho, la disfruta.

Como sea, desde hace semanas no ha sucedido nada extraño, ninguna amenaza se ha presentado y todo se está volviendo... aburrido.

Para un Dios, sobretodo una que nació de un volcán, la sensación de paz es gratificante y muy anhelada. Pero luego de semanas viviendo en paz no dejo de preocuparme porque mis instintos me dicen que algo pasará, muy pronto. Es como si me hubiese entumido de la expectativa, desde hace tiempo, a la espera de ese algo que nunca termina de llegar.

Tal vez solo estoy aburrida, no lo sé. Tal vez me acostumbré al caos a nuestro alrededor, a tener que cuidarme la espalda porque en cualquier momento podrían clavarme una daga. A estar alerta, saber qué esperar, porque no saberlo hace que quiera salir a buscarlo yo misma.

Veo a Lily mientras hojea una revista con semblante aburrido.

Si lo pienso bien, es el miembro más misterioso de la casa. Nunca habla de ella, no sabemos si tiene más amigos, si tiene o ha tenido pareja alguna vez, su relación con sus padres, nadie sabe nada sobre ella. Tal vez porque su pasatiempo favorito es molestar a los demás y enterarse de todo, de algún modo.

—¿Porqué no sabemos nada sobre ti?—le pregunto, sin aguantarme la curiosidad y el aburrimiento.

Levanta la mirada de la revista y me observa con las cejas enarcadas y una mirada de zorro, con aires de superioridad.

—¿Quiénes?—pregunta en respuesta.

—Pues nosotros, los dioses, ya sabes.

Cierra la revista y me dedica toda su atención, mirándome como si supiera cosas que yo no.

—No necesitan saber nada de mi. No soy tan bonita como tú, ni tan odiada como Hydra—expresa, casi agradecida—. Ni tan divina como el resto.

—¿Y eso es bueno?—la observo confundida. No sé si el hecho de que esté agradecida por no ser como yo, debería ofenderme o alagarme.

—Es bueno porque las miradas entrometidas nunca están sobre mí.—explica, casi presume—. Puedo hacer lo que quiera y enterarme de cualquier cosa porque nadie me presta atención.

—Pero eres la Diosa de la naturaleza, ¿cómo es que nadie te presta atención?

—Soy la Diosa a la que siempre ignoran—corrige—. Todos anhelan belleza y ruegan por bondad, van en busca de la sabiduría, todos tienen miedo y oran en las noches para no tener pesadillas; todos notan la destrucción porque es imposible ocultarla y la muerte es algo con lo que lidian desde que nacen. La vida es todo para casi todos los mortales y todos le temen al dolor.—me mira como si fuera obvio y me siento estúpida por no haberlo pensado nunca—. Pero la naturaleza siempre está ahí, en todas partes igual que la oscuridad o el caos. Y todos la ignoran, no te fijas en el suelo que estás pisando porque es algo que siempre está ahí.

HYDRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora