Toma de contacto con Italia

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Manolo Matamoros, acompañado por su hermano Paco y cuatro de sus primos, aterrizan en Italia. Los tres primos que los acompañaron, junto a Santiago, se llamaban Bruno, Antonio y José María. A primera vista, el ambiente no les agrada mucho, pero poco a poco se van acostumbrando.

"Bienvenidos a Portofino", dice Santiago.

Todos se sorprenden, ya que no conocían la existencia de esta ciudad. Se bajan del avión y sienten el brusco cambio de temperatura. Cogen las maletas y se dirigen rápidamente del aeropuerto hacia los apartamentos para estar tranquilos y a gusto.

Al llegar a la zona de los apartamentos, descubren que son pequeñas casas sin calefacción, muy baratas debido a la ubicación. Algunos se enfadan, pero no es un gran problema.

Al ser 3 casas, se reparten varias personas por casa: Manolo y Paco van en una; Santiago y Bruno en otra; y Antonio y José María en otra.

No saben dónde se han metido. Las casas no están ubicadas en el mejor barrio.

Este barrio está controlado por una banda de tamaño medio que se dedica principalmente al tráfico de drogas.

Mientras todos descansan en sus casas, Manolo decide salir a la calle para darse una vuelta y acostumbrarse al clima de la nueva ciudad. De repente, aparece una moto de color rojo con dos personas vestidas del mismo color intentando atracarle. Cuando están a punto de conseguirlo, Manolo es salvado por dos tiros que suenan al aire.

Los tiros son ocasionados por un residente del mismo barrio, que se acerca a Manolo y le pregunta si son nuevos por allí.

"Sí, por lo que veo hemos tomado una mala decisión", afirma Manolo.

"No te preocupes, con nosotros, tú y tu familia estaréis a salvo. Me llamo Roman, Roman Pearce, ¿y tú?", pregunta.

"Yo soy Manolo Matamoros, encantado de conocerte y espero que nos llevemos bien", responde.

Después de eso, se despiden y a Manolo se le quitan las ganas de dar una vuelta y vuelve a su casa.

Al día siguiente, todos los primos se reúnen para hablar de temas importantes, como el trabajo que tendrán que realizar y cómo se distribuirán este. Al parecer, ese barrio tiene oídos y al oír que buscan trabajo aparecen varios individuos encapuchados de color azul apuntándolos con pistolas.

Los obligan a montar en dos furgonetas azules a punta de pistola y los llevan a un sitio del barrio que desconocen, incluso Santiago, que estuvo investigando mucho la zona antes de la mudanza.

Ya en el sitio, aparece Roman Pearce.

"Me he enterado de que buscáis trabajo, ¿no es así?", pregunta.

Todos afirman con la cabeza y entonces les dice:

"Tranquilos, tengo un trabajo para vosotros. Si trabajáis bien, cobraréis mucho, pero si lo hacéis mal, tendréis posibilidades de morir. ¿Aceptáis?"

"Necesitamos el dinero, ¿qué hay que hacer?", dice Manolo nervioso mientras es apuntado con pistolas por varias personas.

"Tendréis que hacer un poco de agricultura, me entendéis, ¿no?", dice Roman.

Ya comprenden lo que tienen que hacer, aceptan el trabajo por presión y los sueltan en un descampado.

No pasan coches por la carretera más cercana, parece que está cortada por algún extremo y no saben cómo han llegado allí, ya que les pusieron bolsas en la cabeza durante el trayecto. Consiguen volver a sus casas finalmente, aunque exhaustos de tanto caminar.

Pocos días después, Manolo decide juntar a todos sus primos en su casa para contarles lo que tiene planeado. Sentados alrededor de la mesa de la cocina, la luz tenue de una lámpara de techo crea un ambiente sombrío mientras discuten sus opciones. Manolo, con gesto serio pero determinado, explica su visión de un futuro más próspero para la familia en este nuevo y desconocido territorio.

"Escúchenme", comienza Manolo, su voz firme resonando en la pequeña habitación. "Sé que esta situación es difícil, pero también veo una oportunidad para nosotros aquí. ¿Por qué seguir siendo simples espectadores cuando podemos tomar las riendas de nuestro destino?"

Sus primos asienten, algunos con miradas de preocupación y otros con una chispa de emoción en los ojos. Paco, el hermano de Manolo, aprieta el puño con determinación.

"Estoy contigo, Manolo", declara Paco. "Si hay una manera de mejorar nuestras vidas aquí, estamos listos para tomarla."

Los demás primos asienten en acuerdo, aunque con cierta aprensión. La idea de adentrarse en el mundo del crimen organizado les resulta intimidante, pero también comprenden la necesidad de adaptarse y sobrevivir en este entorno hostil.

Manolo se inclina hacia adelante, las manos apoyadas en la mesa mientras traza los contornos de su estrategia. Habla de establecer una red de contactos, de explorar nuevas oportunidades de negocio y de protegerse mutuamente en un mundo donde la ley de la calle es la única que cuenta.

Con cada palabra, la determinación de sus primos crece. Manolo les habla del poblado abandonado que ha encontrado, ubicado en la cima de la montaña más alta de la ciudad, un lugar perfecto para establecer su base de operaciones. También menciona su idea de adoptar el color naranja como emblema de su organización, simbolizando fuerza y determinación en un entorno peligroso, al menos mientras trabajan para Roman.

De repente, la puerta de la casa se abre de golpe y varios hombres encapuchados, armados con pistolas, irrumpen en la habitación con paso decidido. Aunque no es una sorpresa para los presentes, la tensión en el aire se vuelve palpable. Los primos, conscientes de que es el momento acordado previamente, se levantan sin resistencia y siguen a los hombres encapuchados hacia las furgonetas azules estacionadas afuera para ir al sitio de reunión.

Dark CripsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora