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Pasos, corría, huía, y se escondía.

Sus pies descalzos dejaban huellas rojas por la madera del piso, estaba bajo su cama, abrazando con fuerza su peluche de conejo. Sus labios temblaban, su cuerpo temblaba, tenía tan sólo 3 años y su espalda baja ardía. Ya no quería ayudar a papá con esos hombres, ellos lo lastimaban.

- ¡¡JAEHUI!! ¡¿DÓNDE MIERDAS TENER METISTE?! - Oyó la voz de su padre.

Se cubrió sus labios tras soltar un chillido del susto, encorvó sus cejas preocupado.

Que no me encuentre.... que no me encuentre....

Suplicó cerrando sus ojitos. Pero el rastro de su sangre obviamente guiaban al monstruo hacia donde se encontraba.

Sintió su corazón detenerse al sentir como sujetaban su pierna derecha y lo arrastraban, lanzó un grito de horror, tratando de sujetarse de la cama al ser alejado de su lugar seguro.

- ¡NO! ¡NO! - Gritaba enojado y con miedo a la vez - ¡NO QUIERO! ¡NO!

Un fuerte golpe en la espalda lo hizo soltarse, el hombre que se supone era su padre lo giró bruscamente hacia él y soltó una fuerte bofetada sobre su pequeña mejilla.

- Escúchame, soy tu padre y tienes que hacer lo que yo te diga, ¿oíste? - Apretó sus puños al ver al menor negar - ¿Quieres que siga?

- No...

- Entonces vuelve a la sala...

- Papá.... - Suplicó.

- Ahora. - Ordenó.

Sollozó, tambaleándose al caminar, llevando con él a su único amigo, el señor conejo. Tras él iba su padre, mientras la sangre de sus pies se secaba y de entre sus muslos apenas goteaba un poco, de sus fosas nasales chorreaba el espeso líquido rojo tras el golpe, goteaba en el suelo.

Nuevamente se vio atrapado en escalofriantes sonrisas desconocidas sedientas y hambrientas de su sangre y su carne, lo quemaban, lo dañaban y aunque pidiese que se detuvieran nadie quería escucharlo, a nadie le importaba que le doliera.

JaeHui miraba al señor conejo entre sus manos, había cumplido 8 años y ni siquiera lo sabía. Tenía moretones en todo su cuerpo. Pestañeo un par de veces, sin expresión en su rostro, mirando al peluche degastado y viejo, roto en algunas partes debido a los jalones que recibia cuando lo separaban de él.

Sus inexpresivos ojos lo miraban, no hacía nada. No lo ayudaba, no lo defendía.

El señor conejo era igual de malo que su padre.

Lo odiaba..... por eso comenzó a golpearlo y abrir esos agujeros que resaltaban su relleno de algodón, estiraba con fuerza hasta rajarlo más, quitar su cabeza y partir en dos al pobre peluche, con rabia, con impotencia, ya ni siquiera podía levantarse de la cama, sus piernas le dolían mucho al caminar.

Lanzó al malvado señor conejo fuera de su cama y se hundió bajo las sábanas comenzando a llorar, nadie lo quería, todos lo lastimaban. Aunque tratara de portarse bien, papá seguía trayendo hombres malos a casa, seguían lastimándolo.

Ya no quería más, incluso pedía a los cielos que no lo dejasen despertar al día siguiente, quería dormir para siempre, quería dejar de sangrar, quería jugar como los demás, tener una bonita familia que si lo quisiera.

Una tarde su padre tardó en regresar de las compras, siempre dejaba la puerta abierta, pero JaeHui no salía porque la última vez que lo hizo, el perro del vecino le abrió una fea herida en la pierna. Y su padre luego de eso, le rompió la nariz.

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