Parte Dos

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La noticia de la ofrenda se extendió por cada rincón, no había alfa, omega o beta que no supiera lo que estaba ocurriendo. Durante el camino a buscar a Eijiro solo pudo recibir más miradas llenas de lástima, pero ninguna que se opusiera.

Llega a la casa de su mejor amigo para desahogarse con él.

─ ¡Zuki! ─ Kirishima abre la puerta y corre a abrazarlo, como todas las mañanas en las que se encontraban.

─ Eiji... ─ Susurra en los brazos del alfa.─ Eijiro ¿Qué debo hacer? ─ Pregunta buscando consuelo y rompe en llanto al corresponder el abrazo.

─ Eso es tu decisión, Zuki. Lo que hagas yo te apoyaré. ─ puede decir que esa respuesta le asquea.

Nadie, absolutamente le ha dicho que como persona tiene derecho a vivir una vida feliz. Al menos otra solución o una idea de escape, pero nadie se atrevía a perder lo que tenían. Las personas se aferran a la idea egoísta de que "Perder a uno, es mejor que a todos"

─ ¿Y si escapo? ─ esa pregunta hace que Kirishima se aleje repentinamente.

─ Pero ¿Qué dices? Tus padres se pondrán peor, todos sufrirán con eso. ─ maldita sea, Kirishima tartamudea tratando de buscar palabras que Izuku interpreta como "Si te vas, todo será tu culpa".

─ ¿Entonces? ¿Solo muero? ─ Pregunta.

─ ¡No! Izuku, no puedes... Solo morir. ─ por último, una descabellada idea pasa por la cabeza del omega.

─ ¡Tómame! Así no podré ser ofrenda de nadie, no me querrán al estar marcado...

Pero no acaba lo que quiere decir, no puede seguir cuando la cara de Kirishima muestra cobardía y miedo. No sigue porque sabe que es imposible que él, esa persona que pensó lo amaba, no arriesgaría su vida a costa de la suya. Que prefería vivir mil veces con el remordimiento de que lo dejo morir.

─ Cobarde.

La palabra que escupe con veneno se la dedica específicamente a Kirishima, un maldito cobarde. Corre de vuelta a su casa, no regresa a mirar a aquel alfa, quien hace unos días le prometió un hogar y familia feliz, deja que su orgullo se trague sus lágrimas por alguien que no lo vale.

Después de todo, la descendencia de Kirishima tenía que cumplir con la maldición de Mashru, perder al ser amado por culpa de su antepasado y no tener el final feliz que todos anhelan.

...

El día de la ofrenda todos vestían ropas negras, vistiendo el luto por adelantado ante la pérdida del que creían sería su líder en futuro. Mientras que en la casa del omega peliverde, su madre lloraba de manera desgarradora, sin dejar que los aldeanos terminaran con el trabajo de vestirlo y maquillarlo para partir.

─ ¡Por favor, no me hagan esto! ¡Es mi hijo, es mi único hijo al que van a entregar! ¡Es como si lo mataran ustedes mismo! ─ La fémina tira las flores por todos lados, no deja que se le acerquen.

─ Inko, querida. ─ Hisashi aleja a la madre de su cachorro, ambos sufren porque su hijo los deja de la peor forma que pudieron imaginar.

─ ¡Que no me vuelvan a quitar otro hijo, Hisahi! Ya no puedo con otra pérdida...

Inko sigue llorando en el pecho de su alfa, otro hijo que pierde por culpa del destino. Ruega un milagro para esta vez poder salvarlo, pero eso nunca pasa. Izuku en cambio, tiene una cara indescriptible. No tiene fuerzas para reclamarle a los dioses o pedir misericordia. Es un muñeco que es controlado por los aldeanos por beneficio propio.

Se despide amargamente de su madre con un beso en la frente, de su padre con abrazo y de sus amigos con una sonrisa claramente fingida. Los aldeanos le hacen reverencia y muchos agradecen el sacrificio, muy pocos le piden perdón.

Una bendición, una maldición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora