Jueves

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-NINGUNO TENGA EN POCO TU JUVENTUD.
Timoteo 14:12

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—¡Ratoncito!¡RATONCITO! ¡REMI! ¡JONH LUPIN!¿DONDE DEMONIOS ESTAS?—Llamaba alterada una mujer de baja estatura y unos 70 años de edad, mientras corría por la casa buscando a su nieto —REMUS, ¡SE INCENDIA!— Corría a la cocina desesperada y lista para sacar del fuego mismo, a lo mas valioso de su vida —Oh, bendito sea Dios, mi bebé esta bien— Suspiro aliviada

—Tranquila mujer, ya lo saque. Me ofende que solo me busques para sacar tu pastel del horno— Comento Remus mientras con sumo cuidado sacaba el bizcocho del intenso calor que desprendía el horno.

—Eso no dices cuando te comes lo que se pega al molde, ratoncito— Sonrió dulcemente mientras buscaba una frazada con la cual taparlo, su nieto ya lo había puesto junto a la ventana para que saliera el olor y se templara —Ahora solo esperamos a que se enfrié y lo adornamos—

—A veces creo que amas mas a tus pasteles que a mi— Remus hizo un pucherito mientras se sentaba en la mesa

—No digas eso frente a mi bebé, es obvio que lo amo mas que a ti, ratoncito— Pellizco uno de sus cachetes y le dio una manzana

—¿Eso me debería hacerme sentir mejor?— Mordió su manzana

—Sí— Se volteo a buscar con lo que decoraría el pastel, era obvio que lo llenaría de chocolate, pero le gustaba molestar a su nieto, a pesar de que tuviera 17 años, adoraba verlo hacer berrinche porque no le puso suficiente chocolate al bizcocho. Sin mencionar que amaba verlo todo batido del dulce liquido, cosas de abuela.

—Oye abu, ¿No se supone que hoy no se prende fuego?— Pregunto Remus mientras miraba atento que tanto sacaba de la alacena y del refri, estaba comenzando a inquietarse, pues no sacaba ningún tipo de chocolate de los que tenia guardado

—Mi Santo Señor Jesucristo— Beso un rosario que colgaba de su cuello —Me va a mandar al infierno por otras cosas, créeme que prender fuego no es el mayor de mis pecados—

—¿Estas diciendo que te iras al infierno?— Termino su manzana,  la lavo y la puso a secar junto con otras, para dentro de un tiempo quitarles el corazón e irlas a sembrar en el bosque. El domingo, antes de irse del pueblo, irían a sembrar las varias que ya tenia recolectadas su abuela. 

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La mujer era una ambientalista de lo mejor, su lema es 'Si la naturaleza me alimenta, yo la alimento a ella', ella junto con su esposo iban y sembraban semillas y flores, sin mencionar que ayudaban a los animalitos que estaban por la zona y los defendían. 

Tristemente su abuelo murió por esa causa, una noche de tormenta, él hombre se había quedado atrapado bajo un árbol, pudo haber corrido rumbo a su hogar con su esposa e hijo, pero un extraño aullido lo llamo, así que prefirió adentrarse en el bosque donde encontró a un pobre lobo que estaba atrapado en una trampa de oso, su pobre patita estaba muy dañada, él hombre no lo pensó mucho y se acerco al pobre animal, con el debido respeto que se merecía. La amabilidad del hombre traspaso especies, logro salvar al lobo de un horrible destino, pero nadie lo pudo salvar a él, si no hubiera estado tan emocionado, tal vez hubiera escuchado al hombre con escopeta en mano que se acercaba y que le disparo, deshaciéndole la cabeza y terminando con su vida.

Tal vez la gratitud del lobo, le hizo voltearse y ver a los ojos a quien había matado a su salvador. 

Al día siguiente se encontró al cuerpo del buen hombre cubierto con hojas, como si el bosque lo reclamara. Sobre el asesino no se supo nada, pero a los pocos días un hombre identificado como un tal 'Fenrir Greyback', fue atacado por una manada de lobos, los cuales se lo comieron solo dejando la mano con la que este solía disparar. Un destino justo y bien fundamentado según Remus.

Una sola vez. . . || Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora