Capítulo 4: Compras

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Harry se abre paso por el Callejón Diagon; es un pequeño drama.

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Los clientes del Caldero Chorreante tienen la lengua más suelta de lo que esperaba.

La gente le mira y demasiados parecen querer acercarse a él por una u otra razón. Varios son lo suficientemente atrevidos o groseros como para seguirle con la mirada, intentando estrecharle la mano o expresarle su gratitud; pero Harry se escabulle, utilizando las habilidades que aprendió al escapar de Dudley para evadir a cualquiera que intente entablar conversación.


Camina tan cerca de los edificios como puede, asomándose al interior de las ventanas cuando algo llama su atención, pero por lo demás mantiene la cabeza baja y susurra a Forest de forma apenas audible.No veo ningún libro de matemáticas, ni de arte, ni de escritura, ni de educación física, dice Harry, dirigiendo parte de su atención a la lista que tiene en la mano.


 ¿No tienen ninguna clase como las que estábamos tomando Dudley y yo?


No sé de matemáticasssss, cría, pero estoy seguro de que tendrán tareas de escritura para los deberes. 


Pues no van a parecer muy inteligentes si los escribo a mi nivel actual para siempre.


 Harry refunfuña. Mi vocabulario sólo ha mejorado un poco desde que hablo contigo y oigo a la tía Petunia intentar sonar elegante delante de los vecinos o del club de lectura. ¿Y por qué tienen plumas y pergamino en la lista? ¿Por qué no lápiz y papel? ¡No sé escribir con una pluma!


Ya aprenderás, cría, dice Forest, haciéndole cosquillas a Harry con la lengua. No eres el primero que pasa por esto y muchos lo han conseguido, como lo harás tú.


Y estoy dispuesto a aprender, es sólo que... es mucho.


Estarás bien, cría. Después de todo, me tienes a mí.


Harry resopla, sólo para encogerse cuando el sonido atrae la atención de un hombre regordete y su mirada naturalmente curiosa se convierte en una de excitación en la fracción de segundo que es capaz de observar el rostro de Harry. Abre la boca para exclamar algo, o tal vez para gritar, pero Harry no se queda para escucharlo.


Abandonando rápidamente la búsqueda de una señal sobre los baúles o la ropa, Harry empieza a sentir la frustración pinchándole detrás de los ojos. Se mete en un pequeño callejón, el pecho empieza a dolerle por el pánico y las piernas le hormiguean por la necesidad de correr y esconderse en algún lugar muy, muy lejano.


Esto es ridículo. ¡No me gusta esto, Forest! No quiero que me miren.


Deberían saber mejor... no sabía que era así, Harry cría. Lo siento, te habría advertido si lo hubiera sabido.


Si siempre va a ser así, entonces no quiero ser el maldito Harry Potter! grita desesperadamente. ¡Quiero ser otra persona!


Un Aliado SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora