CAPITULO 4 ✓✓

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Aquí tienes una versión revisada de la escena, ajustando el texto para que sea más fluido y claro, y desarrollando un poco la dinámica entre los personajes:

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—¡No, no es necesario eso del campo! —se apresuró a decir Carlos, su voz llena de nervios.

—Chicos, va a ser divertido —les aseguré, tratando de calmarlo—. Además, el equipo necesita jugadores, y yo misma iré con ustedes.

Jay asintió de inmediato, con una sonrisa de entusiasmo, mientras Carlos seguía un poco dudoso.

Cuando terminó la clase, acompañé a Jay y a Carlos al campo de entrenamiento. Al llegar, noté cómo los chicos del equipo los observaban, especialmente a Carlos y Jay, quienes parecían algo incómodos con tantas miradas sobre ellos.

—Esperen aquí un momento —les dije a ambos, y caminé hacia el entrenador Jenkins.

—¡Vaya sorpresa, princesa Arabella! ¿Qué te trae por aquí? —me saludó el entrenador, sonriendo con cortesía.

—He venido para que los chicos hagan la prueba para unirse al equipo. Sé que están buscando nuevos jugadores —respondí con confianza.

El entrenador me miró con una ceja levantada y luego observó a Jay y a Carlos con cierta desconfianza.

—¿Estás segura de que quieres meter a esos chicos? —preguntó, bajando la voz—. Ellos son hijos de villanos.

—Entrenador Jenkins, no los juzgue por quiénes son sus padres —le respondí con firmeza—. Solo denles una oportunidad y verá que tienen talento. Confíe en mí.

El entrenador dudó un momento, pero finalmente asintió.

—Está bien, Arabella. Preséntamelos.

Sonreí triunfante y llevé al entrenador hacia los chicos.

—Entrenador, él es Jay y él es Carlos.

—Mucho gusto, Carlos y Jay. Arabella me ha comentado que quieren unirse al equipo, así que Max los acompañará para que se cambien y luego tendrán que demostrar cómo se desenvuelven en el campo.

—No se decepcionará, al menos de mí —dijo Jay con una sonrisa confiada, lanzándole una mirada divertida a Carlos, que estaba visiblemente nervioso.

El entrenador me permitió sentarme en las gradas para observar, y los chicos salieron del vestuario listos para la prueba.

[En el campo]

—Jay y Ben, ofensiva. Niño perdido —dijo el entrenador a Carlos, quien lucía completamente desubicado—. Ponte el casco y sal de la zona ofensiva.

Carlos intentaba entender sus instrucciones, pero se veía desorientado en el campo. En cambio, Jay parecía haberle tomado el ritmo de inmediato, y en pocos segundos logró anotar un gol.

Pude escuchar al entrenador Jenkins intentando llamarle la atención, pero su expresión era de puro asombro ante la habilidad de Jay. Rápidamente le dio la bienvenida al equipo. Sin embargo, con Carlos, la situación fue algo diferente. Chad los observaba con desagrado, y Jay le dio un pequeño empujón con el hombro, haciendo que Chad tambaleara un poco.

Jay me miró desde el campo y le levanté el pulgar en señal de aprobación. Había hecho un gran trabajo. Al terminar la prueba, el entrenador le aseguró a Jay que contaba con él para el equipo. Los chicos volvieron al vestuario y salieron con su ropa habitual, acercándose hacia mí.

—Lo han hecho bien, chicos —les dije, felicitándolos con una sonrisa.

—Dilo por Jay, porque yo estaba más perdido que en la isla de los perdidos —se quejó Carlos, riéndose de sí mismo.

No pude evitar reírme también.

—Tienes sentido del humor después de todo, Carlos. No te preocupes, era tu primera vez. Hay personas a las que les cuesta más, pero estoy segura de que pronto le cogerás el ritmo y serás un gran jugador.

Le di una palmada en el hombro para animarlo.

—Pero nunca me superarás, Carlitos —bromeó Jay, dándole un pequeño codazo.

—No arruines el momento emotivo, Jay, le quitas la gracia —respondió Carlos, riéndose con nosotros mientras nos dirigíamos de regreso a la academia.

[En la Academia]

Fuimos hacia las taquillas y nos encontramos con Mal y Evie. Jay y Carlos se despidieron y se dirigieron a sus taquillas, que estaban en la otra sección del pasillo. Mi taquilla estaba al lado de la de Mal, así que ella y Evie se quedaron conmigo.

Felicité a Mal por su talento con el grafiti mientras guardaba algunos libros en mi casillero. De repente, sentí la presencia de mi hermano, Ben, en el casillero de al lado, aunque Audrey y Chad venían justo detrás de él, lo que arruinó un poco la calma del momento. Evie se despidió con la mano, y le respondí con una sonrisa amistosa.

—Darán problemas —murmuró Chad, mirando a Mal con desaprobación.

—Como si tú no dieras problemas y dolores de cabeza, Chad —respondí, lanzándole una mirada de advertencia.

—Vamos, no se enojen —intervino Audrey—. Pero están muy confiados. Sé que su madre se enamoró de una bestia que resultó ser un príncipe, pero en el caso de la mía, el hada mala siempre fue mala. Y esa de allá —señaló a Mal— es su hija.

Suspiré, cansada de sus comentarios, y cerré mi taquilla con un golpe, dirigiéndome hacia Mal.

—¿Estás bien? —me preguntó Mal.

—Sí, solo que hay dos moscas que no paran de zumbar por dondequiera que paso —dije, mirando de reojo a Audrey y Chad.

Ben se despidió de ambos y se acercó a nuestra dirección.

—Hola, Mal. ¿Qué tal tu día? —le preguntó con una pequeña sonrisa.

—Ha sido mortal, pero al menos la actuación de tu hermana salvó el día —respondió Mal, sonriéndome.

—Solo fue una pequeña interpretación de los ejercicios de la Hada Madrina —expliqué, divertida, recordando el momento. Ben sonrió, sabiendo lo espontánea que puedo ser.

—Deberías traer tus dibujos y unirte al taller de arte, sería divertido —le sugirió Ben, mirando los grafitis en la taquilla de Mal.

Mal estaba a punto de responder cuando notó a Jane pasar rápidamente y se distrajo.

—Sería divertido, pero si me disculpan, tengo que irme. Arabella, nos vemos luego en nuestra habitación.

—Claro, nos vemos más tarde —respondí, mientras Mal se marchaba en la dirección por la que se había ido Jane. Ben y yo nos dirigimos a resolver algunos trámites para la coronación, y al terminar me encaminé hacia la habitación de las chicas.

JAY Y TU { DESCENDIENTES}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora