Lan Huan había llegado a colocarse el violín en el hombro cuando su estruendoso timbre le obligó a salir con un sobresalto de las pequeñas cárceles en las que se encerraba a sí mismo. No había llegado a coger el arco, que lo contemplaba acusador desde la funda. Era el demonio en su hombro izquierdo. La férula de su muñeca, el ángel en el derecho. Y no sabía a cuál de los dos ansiaba más hacerle caso, pero sí la bronca que le echaría su fisioterapeuta en la próxima visita si descubría lo que había estado intentando antes de que ella se lo recomendase.
Un segundo timbrazo más potente y más largo que el anterior le arrancó sus ensoñaciones y las tiró por la ventana para terminar de obligarle a volver al mundo real. A toda prisa, Lan Huan guardó su violín blanco en el estuche —guardó a Lan XiChen, guardó parte de su alma misma— y lo escondió en el fondo de su armario, como si la música, como si su identidad, fuera algo de lo que avergonzarse. Cerró el condenado armario que ocupaba gran parte de su cuarto, tan gris y aséptico como el resto de aquel piso de alquiler y se dirigió a pasos deslizantes hasta la puerta principal, que conectaba con su salón tras un pequeño recibidor de dimensiones anecdóticas. Apenas hacía ruido al caminar, porque odiaba las zapatillas de andar por casa, pero le encantaban los calcetines. Los que llevaba eran blancos, impecables, con nubes azules estampadas y soles sonrientes. Se los había comprado en una coqueta tiendecita de esa última ciudad en la que pasó durante su gira antes de...
De camino al recibidor, Lan Huan se agarró la muñeca derecha con la mano izquierda y apretó los dedos alrededor de la férula para contener el acto reflejo de retorcerla. No quería que el dolor volviera. Un tercer timbrazo le hizo tragar saliva. Con cada paso con el que se acercaba a la puerta, dudaba más si debería abrir o no. ¿Y si era su tío?
¿Habría descubierto Lan QiRen dónde vivía? Tampoco era muy difícil de adivinar, seguro que sabía que había vuelto a su ciudad natal a lamerse las heridas. Pero de ahí a descubrir su dirección... Esperaba que no. El único miembro de su antigua vida —y de la actual— que sabía dónde encontrarle era Meng Yao, pero se había asegurado de seleccionar un barrio poco probable para él, una zona entre lo humilde y lo fiestero llena de pisos de alquiler para los universitarios de la zona. Ni siquiera estaba muy lejos de las facultades de Química y Biología. No tenía motivos para escogerlo ni para que su familia le rastrease hasta allí, sobre todo porque debía coger un autobús de media hora para desplazarse hasta el conservatorio, y Lan QiRen sabía que su sobrino pródigo detestaba el transporte público. Le incomodaba que le reconociesen por la calle.
Lan Huan abrió la puerta por impulso, porque ni siquiera se podría considerar que estuviese armado de valor, justo cuando su misterioso visitante se disponía a dar el cuarto timbrazo. Con el dedo índice detenido en seco justo encima del interruptor blanco, se encontró a un chico de enormes y vivaces ojos grises, como los del niño al que pillan in fraganti en mitad de una travesura, y unas pintas... como mínimo alternativas. Llevaba varios piercings por toda la cara, su pelo parecía un nido de pájaros —o al menos los rebeldes mechones que escapaban por debajo de un gorro rojo— una chaqueta de cuero vieja que sin duda había visto tiempos mejores y pintas de haber salido de las múltiples movidas rockero-grunges de los ochenta y noventa. Y, detrás de él, tan impecable y estoico como siempre, en forma de una antítesis perfecta, su hermano menor, Lan Zhan. Tenía una de sus manos entrelazada con la libre del chico misterioso.
Ah, aquel debía ser el famoso novio de Lan Zhan, Wei Ying.
-Hermano.
-Hola, A-Zhan.
-Vaya, pues tenían razón, Lan Zhan. -Habló el chico, irguiendo la espalda y esbozando una enorme sonrisa que parecía ocupar toda su cara-. ¡Sois como dos gotas de agua! ¡Parecéis gemelos!

ESTÁS LEYENDO
Ocean Eyes [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionPara Lan XiChen, mientras su talento estuviese asegurado, su vida también lo estaría. Bajo el ala de su tío, recorría los escenarios del país encadenado a su violín. Músico de éxito de personalidad encantadora, bajo su sonrisa solo podría esconderse...